Saturday, January 30, 2010

El fin de los partidos

Érase una vez organizaciones políticas que los peruanos solíamos llamar "partidos". Eran agrupaciones de políticos, dirigidas por élites respetables, que convocaban multitudes, llenaban plazas y calles, y miles de ciudadanos hacían largas colas para obtener un carné que los identificara como sus miembros. Los más enfebrecidos seguidores usaban polos alusivos a sus emblemas, cantaban sus himnos y ofrecían su tiempo a cambio de la satisfacción de haber contribuido a una causa, a una utopía, a una esperanza. Aquellos tiempos terminaron y no volverán.

Estamos acostumbrados a concebir los partidos como capaces de movilizar masas, como corporaciones políticas cuyos dirigentes, cuadros y militantes de base comparten una misma ideología, una misma visión del mundo, una misma posición ante una lista interminable de issues, un acatamiento a las órdenes ("disciplina, compañeros"), una misma mística. Nuestras evaluaciones sobre la actualidad política son presa de aquellos recuerdos, tan exigentes e irreales como una guía de calles discontinuada.

Ilusos o utópicos, seguimos creyéndonos la historia del intelectual orgánico que, con papelógrafo y plumón en mano, "baja a bases" para compartir su sabiduría política y recoger el sentir popular. Pero un país informalizado, sin organizaciones sociales representativas ("éstas son las fuerzas vivas, compañero"), decepcionado de la política, necesita aproximarse a ésta de manera más realista (sin por ello caer en la tentación de la ligereza).

Mirando hacia adelante, el fin de los partidos es llevar a políticos con aspiraciones al poder. Su finalidad es convertirse en vehículos que resuelvan problemas elementales de acción colectiva como: seleccionar candidatos, lidiar ordenadamente con las ambiciones políticas, administrar recursos, reclutar personal político, proveer equipo de campaña y eventualmente de gobierno. El partido -así entendido- no tiene militantes, sino electores; no tiene cuadros, sino políticos profesionales; no tiene locales en cada pueblo, pero sí visitas a su web; no busca cambiar el mundo, sino administrar decentemente un país por cinco años. Si un partido cumple efectivamente estas características, deberíamos estar mínimamente satisfechos.

Que no se entienda esto como una apología de los partidos vientres de alquiler, pero sí un sinceramiento de la política que nos toca jugar y comprender ahora. Aunque mientras tanto, en los salones de clases limeños enseñan a los futuros politólogos que los partidos son "un agente de socialización política", lo que ni siquiera el más radical izquierdista -como Evo Morales, santo patrono de los izquierdistas-Na'vi- lo asume como tal. Para él, el MAS es un "instrumento político". ¿Y para usted, profesor?

Publicado en Correo, 30 de Enero del 2010.

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3 Comments:

Anonymous 30 30 said...

Carlos
Una pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre un operador político y un político profesional?
Otra duda, no me queda muy clara la relación entre pragmatismo y clientelismo político.
saludos, gracias y buen post(aunque parece que ultimamente no te dan mucha bola)

February 2, 2010 at 9:24 PM  
Blogger Unknown said...

"Operador politico" y "politico profesional" pueden ser términos intercambiables en la mayoría de contextos. Son gente que su chamba es hacer política y es su ocupación principal. Aunque "operador político" es quizás más general: un dirigente social de una comunidad es un operador politico (y no necesariamente un politico profesional); pero Jorge del Castillo es ambas cosas. Espero que se entienda.

Clientelismo es una forma de generar un vinculo entre un político con un sector del electorado. Pragmatismo es un estilo de tomar decisiones, que pueden derivar en asumir propuestas clientelares o no. Ambos tienen en común, el poco apego a consideraciones ideológicas/programáticas.

Saludos,

February 3, 2010 at 8:01 AM  
Anonymous Sergio said...

" Elites respetables"? Qué lástima, soy profesor universitario en USA y me estaba empezando a interesar tu blog. Ahora veo que me he pasado una hora perdiendo el tiempo. Suerte, un consejo, no seas tan ingenuo, en el Perú la ingenuidad es un pecado. Ví y viví desde Velasco hasta este inpronunciable. Nada los hace o hará respetables jamás.

April 24, 2010 at 8:19 PM  

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