Saturday, February 26, 2011

Anti-Candidatos


Un ex presidente que busca la reelección luego de haber gobernado por años el país con el índice desaprobatorio más alto de la historia. Un ex alcalde de Lima sin organización política y que, encima, se escapa de los micrófonos y las cámaras. La hija de un ex presidente preso por violaciones a los derechos humanos y corrupción. Un ex militar antisistema en un país pro sistema. Un anciano gringo, con un "sancochado" de alianza y con apellido impronunciable para el peruano promedio. ¿Se ha puesto a pensar, estimado lector, que los postulantes a la Presidencia carecen de atractivos que cautiven y convenzan al electorado? ¿Se ha preguntado que quizás esa desafección que siente con respecto a la campaña se podría deber a estos desangelados políticos? ¿No será acaso que son, paradójicamente, "anti-candidatos" con más flaquezas que virtudes para vincularse con un electorado sumido en la desolación política?

El próximo jueves 3 de marzo presento en Transparencia Anti-Candidatos. Guía analítica para unas elecciones sin partidos, compilación de estudios que intenta destilar la esencia de los proyectos políticos y organizaciones que participan en la actual contienda electoral. ¿Cómo funciona exactamente eso que llamamos una "democracia sin partidos"? Si no son partidos, ¿qué son? Si son organizaciones personalistas, ¿cómo sobreviven luego de tanta derrota electoral? ¿Cuán dependientes son las candidaturas del paso que tuvieron por la gestión pública? ¿En qué consiste el pragmatismo de las alianzas electorales? ¿Qué se negocia? ¿Qué se pierde? ¿Qué se gana?

No existen partidos, pero las funciones necesarias para la disputa política se siguen cumpliendo. La personalización de la política ha llevado a la difuminación de las distinciones programáticas. Pero este personalismo paradójicamente no se basa en personalidades fuertes o significativas, sino en imágenes dependientes de lo que se puede mostrar como capital electoral (por ejemplo, gestiones anteriores u honestidad). Se mantienen un grupo de leales alrededor de estas figuras como una suerte de mínimo requerido para sobrevivir durante las épocas no electorales, cuando no abundan los ayayeros u oportunistas. A partir de este núcleo, todo se negocia: desde "escuderos" (la lista parlamentaria de Solidaridad Nacional) y aparatos clientelares atomizados (la contribución de Acuña a PPK), hasta equipos de programas de gobierno (Ciudadanos por el Cambio con Humala y Todos por el Perú con Castañeda). Con ello se explican las 11 candidaturas que tenemos al frente, pero también los ausentes (como el APRA). Y todo ello en un contexto en el que el poder de los medios aumenta conforme disminuye el de los partidos, y en el que el juego electoral se rige desde Lima casi mirando de reojo las rutas del interior del país. ¿A cuál anti-candidato elegirá usted el próximo 10 de abril?

Publicado en Correo, 26 de Febrero del 2011.

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Saturday, February 19, 2011

A medio camino

Estamos a mes y medio de las elecciones presidenciales y puede resultar clave hacer un alto e identificar qué es lo nuevo de este proceso electoral y qué es más de lo mismo.

Las elecciones del 2006 evolucionaron hacia la profundización de una división ideológica entre los pro sistema y los antisistema. Los candidatos García y Humala terminaron representando esta división. Esta escisión política tuvo inclusive un correlato a nivel regional: entre la costa y la sierra sur, para simplificar. Lo que hasta ahora podemos observar es que esta clasificación programática no se ha activado aún (aunque esto podría ser más claro en la segunda vuelta), pero tampoco se perciben todavía tendencias regionales significativas a favor de determinados candidatos.

Lo que sí resulta hasta cierto punto una novedad es la reaparición del clientelismo, pero no al estilo fujimorista cooptando los recursos estatales, sino un clientelismo privatizado y fragmentado. En La Libertad, Ayacucho, Cajamarca y Áncash aparecen maquinarias electorales que son soportes focalizados a proyectos determinados, pero no vinculados entre sí. Es posible que el incremento de la competencia electoral en los próximos meses y en una eventual segunda vuelta termine agudizando el empleo clientelar. A menos debate ideológico, más clientelismo.

La influencia del personalismo en la política se ha incrementado, aunque ya no se basa en líderes carismáticos o representando ideas fuertes (como García o Humala nuevamente), sino personalismos de baja identidad que funcionan más como un "voto reprospectivo" (agradecimiento a gestiones previas, en el caso de Toledo, Fujimori y Castañeda) que como el cultivo de una lealtad política emergente. Por ello mismo, no hay mucha novedad en la oferta política: los principales candidatos son ya políticos con experiencia y expuestos extensivamente al electorado. Si bien es cierto no tenemos sistema de partidos, la dinámica política se resiste a la aparición de un outsider.

Pero a menos poder de los partidos, más influencia de los medios de comunicación para (de)formar la agenda política de la campaña. La función de las candidaturas es sobre todo reactiva (salvo los reflejos de Toledo) a las imposiciones también volátiles de la prensa. Para contrarrestrar se apela a la "política de los escuderos": políticos profesionales pragmáticos que terminan siendo empleados estratégicamente por quienes más lo necesitan. Ya sean "simples" voceros (Menchola en Solidaridad Nacional) o acartonados intelectuales (Lynch en el nacionalismo). El oportunismo es moneda corriente desde hace buen rato, y eso cruza a todo el espectro ideológico: de PPK a Humala.

La volatilidad de nuestros procesos electorales de hecho nos traerá sorpresas (el azar se vuelve lo único predecible), y veremos si estas tendencias se consolidan o dan forma a algún nuevo fenómeno. Por el momento nos queda prender el televisor con encuesta en mano.

Publicado en Correo, 19 de Febrero del 2011.

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Saturday, February 12, 2011

En busca del "issue" perdido

En las últimas semanas hemos visto cómo los candidatos a la Presidencia han intentado colocar algunos temas de agenda ("issues") en el debate electoral. Toledo tuvo la iniciativa (con idas y vueltas) al referirse al aborto, al matrimonio homosexual y al consumo de drogas. Este último tema ha sido utilizado por los demás candidatos en su contra, lo que nos llevó a la peluquería. Mientras que para algunos analistas estamos viviendo la emergencia de un debate electoral en torno a temas de "países desarrollados" (una suerte de prematuro avance hacia ideales postmateriales), lo que en realidad tenemos es un torpe deambular de candidatos buscando despertar simpatías a como dé lugar.

Un "issue" no puede ser cualquier tema, por más que éste sea polémico en cualquier otro lugar (para empezar, el matrimonio del mismo sexo ya no lo es en Estados Unidos). Los "issues" políticos más poderosos requieren al menos dos requisitos: que expresen de mejor manera las rupturas sociales, de modo que puedan generar identidades colectivas, y que el electorado tenga alternativas que elegir entre plataformas políticas que expresen esa división. Para la primera condición se requiere politizar una división social, pero los analistas-fonavistas (entiéndase aquellos que venden ilusiones al pueblo) sólo ven clase social, cuando existen otras divisiones posibles: religión, centro-periferia, región de procedencia, matrices culturales distintas. Para la segunda, es necesario que los candidatos den a elegir plataformas distintas. Algo que hasta el momento no sucede en el caso de los "issues" sociales mencionados.

Lo interesante es que en aquellos temas donde sí existen alternativas políticas distintas, y donde los analistas-fonavistas han visto, desde chiquitos, una división entre ricos y pobres, no existe tal alineamiento político. Me refiero al modelo económico. Y vuelvo a mi columna anterior: por más que existe un 38% de la población (PUCP) que busca cambios radicales en la economía, este porcentaje no se traslada al único candidato crítico al sistema económico: Humala. De hecho, entre los que quieren un cambio radical, Toledo, Fujimori y Castañeda (27%, 20% y 17%, respectivamente) sacan más votos que el candidato "antisistema" (15%). ¿Cómo se entiende esto? Sinesio López considera que es una "temporal disonancia cognitiva y política" por la que pasa el electorado peruano. Lo que no se da cuenta el ex director de la Biblioteca Nacional durante el gobierno de Toledo es que el 2006 ya pasó hace rato, y que en una democracia volátil los clivajes se activan y desactivan con facilidad, y no necesariamente lo que funcionó hace cinco años (o lo que funciona en la teoría marxista) es aplicable siempre. El problema es que los intelectuales orgánicos humalistas y toledistas no han encontrado el "issue" perdido. Quien lo encuentre, avise y celebre.

Publicado en Correo el 12 de Febrero del 2011.

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Saturday, February 5, 2011

Humala: lo que no fue, no será

¿Por qué Humala no despega? ¿Por qué sigue anclado en un 12% desde hace buen rato? ¿Acaso el terno "anticorrupción" que se ha puesto a diario no ayuda? ¿O es que seguimos recordándolo con su casaquita verde militar? Pobre Humala, no tiene nada que mostrar. Lo he sostenido en mi columna anterior. Porque obra manda. Y no es porque los electores sean pavlotianos (Manrique, ¡cite bien!). Sino porque la gente quiere menos ideología y más bien concreto. Porque Humala no se puede quitar de encima la imagen de antisistema, de ruptura, de cambio radical, de cholo con botas, mientras que los peruanos hemos logrado cierta estabilidad (subrayo "cierta"). Porque uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser. Y porque no estamos ante el escenario de desgobierno de finales de Toledo como para jugársela por un outsider. Ni tampoco hay "efecto Evo" como entonces, y que Chávez meta la mano es inaceptable para la mayoría.

Supongamos que sólo la economía importe para votar (S. López) y veamos las encuestas (Imasen). ¿Qué porcentaje de peruanos quiere un cambio radical (subrayo "radical") en la política económica? 36.5%. El 25% está tranquilazo, que continúe nomás. Y el 37.4% busca cambiar "en algo". ¿Quién no? Sostengo que la suma de estos dos últimos (62.4%) no votaría de ninguna manera por un antisistema porque está satisfecho en términos generales con la economía. Entonces, ¿existe un tercio que potencialmente votaría por Humala? (supongo que esto es lo que todos los días le repiten al oído los columnistas-candidatos de La República a su líder). No necesariamente, para eso necesitaríamos análisis con acceso a las bases de las encuestas (Lynch apenas usa la calculadora para comprobar que no le convenía que Diez Canseco postule). Entonces mantengámonos en las hipótesis.

El que quiere cambios radicales en la economía, podría votar por Humala, pero también por Castañeda, Keiko e inclusive Toledo. Así como nadie puede arrogarse la continuidad del modelo, tampoco Humala puede hacerlo con respecto a su oposición. Ejemplo: el norte del país es la zona con mayoría crítica a la economía: 52.6% (y no el Sur, sorpresa), donde Humala sólo tiene un 9% de intención de voto. ¿Quién gana en el norte? Toledo, seguido de Fujimori, quien saca su mayor porcentaje.

El escenario ha cambiado mucho en cinco años. Los ciudadanos del campo quieren cambios moderados antes que traumáticos (45% vs. 40%). Ya no todos los conflictos son antimineros, sino inclusive para acceder a sus beneficios. Por eso el voto rural tampoco hace la diferencia a favor de Humala. Porque, como en todo, el timing importa y parece que el tren ya se le pasó. Porque lo que no fue, no será.

Publicado en Correo, 5 de Febrero del 2011.

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