Anahí Durand acaba de publicar, en Le Monde Diplomatique Perú, un artículo sobre el rol del martirologio aprista en la memoria del partido de la estrella. Su aproximación busca en la memoria colectiva de los apristas la respuesta ante la “incongruencia” del pasado insurreccional con el pragmatismo conservador, una suerte de tensión histórica entre los mártires de Chan Chan y el perro del hortelano, ecuación que termina resolviéndose, aparentemente, en el real politik de sus actuales dirigentes.
A partir de la lectura del texto de Durand, que recomiendo especialmente, se me ocurren algunas “hipótesis” de trabajo para continuar jalando el hilo de tal embrollada madeja:
1.La oligarquización de las dirigencias apristas.
Dentro de toda organización existen fisuras y tendencias, lo que en muchos casos puede derivar hacia la oligarquización de las élites, a un distanciamiento paulatino e irreversible entre sus dirigentes y sus bases, generando no solo incompatibilidades sino dos subculturas y, sobre todo, dos objetivos distintos. García y la tecnocracia pragmática (incluyendo de Del Castillo) pueden ser ejemplos del real politik oligárquico del viejo partido; mientras que las bases mantienen el espíritu histórico, que no encuentra canales oficiales de expresión, o en todo caso subordinados a los sentidos comunes actuales. Vale la pena preguntarse por la distancia realmente existente entre las dirigencias y las bases apristas.
2. El declive social como expresión del distanciamiento.
Una expresión de este hipotético distanciamiento es el débil arraigo social que tiene el partido aprista a pesar de contar con su aparente fortaleza organizacional. El Apra es actualmente un partido de 20% --quizás siempre lo fue—, pero que a diferencia de anteriores épocas tiene una actitud más crítica hacia sus dirigentes incluyendo el propio García, que sólo se represa por el relativo éxito electoral. Existe un descontento en las bases que ya se venía expresando en la campaña electoral del 2006 cuando la candidatura de García no alzaba vuelo, y que le “para el macho” a Mulder o a Del Castillo en las convenciones nacionales.
3. El principal "enemigo político" de Alan García son los apristas.
Por qué no? Precisamente el aprismo fundacional aún vivo como memoria histórica (y que describe Durand) es la principal oposición de las políticas de García porque es una oposición interna y como alguna vez decia Beto Adrianzén: “tu principal enemigo siempre está en casa”. No hay fuerza orgánica e ideológica más fuerte que puede obstaculizar el real politik de Garcia que los propios apristas. Él lo sabe y por ello, en el juego de ajedrez que plantea, quizás al que más miedo le tiene es a sus propios compañeros.
4. La alianza aprista-humalista?.
Nuevamente: por qué no? Aunque pise el terreno de la especulación: qué hubiese pasado si a la segunda vuelta del 2006 hubiesen accedido Ollanta Humala y Lourdes Flores. Por quién habría votado el aprismo? Obviamente, el aprismo sin candidato hubiese apostado intuitivamente por una candidatura más afín a su pasado (eso lo sabe muy bien Alan García), así que sin un candidato ganador (posible escenario el 2011), por más que García intente un acercamiento con cualquier improvisado maniobrable (Castañeda, Alex Kouri), el elector aprista no necesariamente guardaría respeto al endose de votos.
A partir de la lectura del texto de Durand, que recomiendo especialmente, se me ocurren algunas “hipótesis” de trabajo para continuar jalando el hilo de tal embrollada madeja:
1.La oligarquización de las dirigencias apristas.
Dentro de toda organización existen fisuras y tendencias, lo que en muchos casos puede derivar hacia la oligarquización de las élites, a un distanciamiento paulatino e irreversible entre sus dirigentes y sus bases, generando no solo incompatibilidades sino dos subculturas y, sobre todo, dos objetivos distintos. García y la tecnocracia pragmática (incluyendo de Del Castillo) pueden ser ejemplos del real politik oligárquico del viejo partido; mientras que las bases mantienen el espíritu histórico, que no encuentra canales oficiales de expresión, o en todo caso subordinados a los sentidos comunes actuales. Vale la pena preguntarse por la distancia realmente existente entre las dirigencias y las bases apristas.
2. El declive social como expresión del distanciamiento.
Una expresión de este hipotético distanciamiento es el débil arraigo social que tiene el partido aprista a pesar de contar con su aparente fortaleza organizacional. El Apra es actualmente un partido de 20% --quizás siempre lo fue—, pero que a diferencia de anteriores épocas tiene una actitud más crítica hacia sus dirigentes incluyendo el propio García, que sólo se represa por el relativo éxito electoral. Existe un descontento en las bases que ya se venía expresando en la campaña electoral del 2006 cuando la candidatura de García no alzaba vuelo, y que le “para el macho” a Mulder o a Del Castillo en las convenciones nacionales.
3. El principal "enemigo político" de Alan García son los apristas.
Por qué no? Precisamente el aprismo fundacional aún vivo como memoria histórica (y que describe Durand) es la principal oposición de las políticas de García porque es una oposición interna y como alguna vez decia Beto Adrianzén: “tu principal enemigo siempre está en casa”. No hay fuerza orgánica e ideológica más fuerte que puede obstaculizar el real politik de Garcia que los propios apristas. Él lo sabe y por ello, en el juego de ajedrez que plantea, quizás al que más miedo le tiene es a sus propios compañeros.
4. La alianza aprista-humalista?.
Nuevamente: por qué no? Aunque pise el terreno de la especulación: qué hubiese pasado si a la segunda vuelta del 2006 hubiesen accedido Ollanta Humala y Lourdes Flores. Por quién habría votado el aprismo? Obviamente, el aprismo sin candidato hubiese apostado intuitivamente por una candidatura más afín a su pasado (eso lo sabe muy bien Alan García), así que sin un candidato ganador (posible escenario el 2011), por más que García intente un acercamiento con cualquier improvisado maniobrable (Castañeda, Alex Kouri), el elector aprista no necesariamente guardaría respeto al endose de votos.
Grafico: Carlin.
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