La política puede convertirse no sólo en una carrera, en una profesión, sino en un modus vivendi. Y no estoy refiriéndome solamente a las élites políticas que calientan asientos por años en la Plaza Bolívar. La política es una cadena mayor, inmensa, que llega desde los centros de toma de decisiones (cualquiera que éstos sean) hasta las comunidades menos imaginadas. En toda esa sucesión –más de las veces informal y precaria, que sólida-- son miles los operadores políticos “profesionalizados” que cumplen roles de intermediación; son los articuladores de las redes políticas que movilizan, que eligen autoridades, que los desalojan de sus puestos, que arman las protestas, que las apaciguan…
Cuando pensamos en estos operadores políticos solemos imaginarnos a ex militantes de izquierda que en contextos de despartidarización --desde inicios de los noventa-- quedan sueltos en plaza e inician el sueño del “partido propio”, del movimiento independiente del que no tienen que rendir cuentas a nadie. No es casual que al recorrer el país se puedan encontrar a ex “izquierdistas” en cargos públicos, en ONG, en frentes de defensa… se “reciclan” siguiendo su vocación o su profesión, lo que “mejor saben hacer”. Son “animales políticos” especializados en la política del día a día, en el “toma y daca” de alcaldes, congresistas, presidentes regionales, consejeros, regidores, o simples dirigentes.
Pero ¿qué hace un ex miembro de Sendero Luminoso o del MRTA cuando, luego de cumplir su condena o de “arrepentirse”, sale de la cárcel? No pensemos solamente en los “cabecillas”, sino también en el “militante de base”, en el “compañero”, o en el “terruco”. No sólo en cómo se “reinsertan” en la sociedad, sino cómo ponen en funcionamiento su “expertise”, sus “conocimientos prácticos”. Y para no parecer tan pragmáticos, ¿a dónde va todo el “adoctrinamiento”, toda la “ideología” aprendida a punta de manuales y de “adiestramientos políticos”? ¿Cómo es el “senderismo” sin Guzmán, o el “emerretismo” sin Polay?
A partir del tristemente célebre reportaje del programa de Cecilia Valenzuela sobre Melissa Patiño, se ve cómo, a diestra y siniestra y gratuitamente, se endilgan epítetos de “terrorista”, “emerretista”, “radicales”, “bolivarianos”, etc., a todo el mundo, incluyendo a la mencionada ciudadana, como sí se tratasen de lo mismo. No es mi interés demostrar la superficialidad conceptual de este tipo de periodismo –por un lado, otros ya lo han hecho y por otro hace tiempo que son evidentes las limitaciones intelectuales de la confesa “ex gruppie” de Alfredo Bryce--. Sino llamar la atención sobre un problema no resuelto, ni tratado: la tan mentada “solución política” de la guerra interna.
Y por esto último no me refiero a la “libertad de los presos políticos” (hay que diferenciar claramente a los asesinos que merecen su condena), sino a la función política de los “operadores políticos radicales” una vez terminado el conflicto, esos que van desde “guachimanes” de narcotraficantes en los valles cocaleros (quienes siguen cometiendo delitos) hasta los que siguiendo una ideología “revolucionaria” optan por la política convencional (cuyo “delito” es su pasado). Son estos últimos los que merecen un espacio en el espectro político y no ser excluidos y estigmatizados, azuzando así viejos fantasmas. Esto no se resuelve filmando a escondidas a “sospechosos” o infiltrándose en buses o metiendo presa a la gente sin ninguna justificación. Sino planteando una política más sensata que integre –y no reprima—al operador político radical (ojo: no al narcoterrorista). Y sí pues así como el APRA participa de las reuniones de la Internacional Socialista o el PPC de la Organización Demócrata Cristiana de América, los “radicales” tienen el derecho de reunirse con la Coordinadora Bolivariana. Eso no les hace “terroristas”!!!
¿Acaso el aprismo, considerado muchas veces “una amenaza a la estabilidad del país”, no tuvo la oportunidad de re-integrarse a la política formal? ¿Acaso un sector de “radicales” no merecen, como cualquier otro, dejar de ser estigmatizados y ocupar un lugar en el establishment político? ¿O es que el país está lleno de Valenzuelas que no saben diferenciar a un “terrorista” de un “dirigente radical”, a una “amenaza para el país” de una estudiante progresista? A este paso, el mismo Jesucristo estaría ahora en la Dircote (ver foto). Por favor, no “chichinicemos” la política en el Perú.
Cuando pensamos en estos operadores políticos solemos imaginarnos a ex militantes de izquierda que en contextos de despartidarización --desde inicios de los noventa-- quedan sueltos en plaza e inician el sueño del “partido propio”, del movimiento independiente del que no tienen que rendir cuentas a nadie. No es casual que al recorrer el país se puedan encontrar a ex “izquierdistas” en cargos públicos, en ONG, en frentes de defensa… se “reciclan” siguiendo su vocación o su profesión, lo que “mejor saben hacer”. Son “animales políticos” especializados en la política del día a día, en el “toma y daca” de alcaldes, congresistas, presidentes regionales, consejeros, regidores, o simples dirigentes.
Pero ¿qué hace un ex miembro de Sendero Luminoso o del MRTA cuando, luego de cumplir su condena o de “arrepentirse”, sale de la cárcel? No pensemos solamente en los “cabecillas”, sino también en el “militante de base”, en el “compañero”, o en el “terruco”. No sólo en cómo se “reinsertan” en la sociedad, sino cómo ponen en funcionamiento su “expertise”, sus “conocimientos prácticos”. Y para no parecer tan pragmáticos, ¿a dónde va todo el “adoctrinamiento”, toda la “ideología” aprendida a punta de manuales y de “adiestramientos políticos”? ¿Cómo es el “senderismo” sin Guzmán, o el “emerretismo” sin Polay?
A partir del tristemente célebre reportaje del programa de Cecilia Valenzuela sobre Melissa Patiño, se ve cómo, a diestra y siniestra y gratuitamente, se endilgan epítetos de “terrorista”, “emerretista”, “radicales”, “bolivarianos”, etc., a todo el mundo, incluyendo a la mencionada ciudadana, como sí se tratasen de lo mismo. No es mi interés demostrar la superficialidad conceptual de este tipo de periodismo –por un lado, otros ya lo han hecho y por otro hace tiempo que son evidentes las limitaciones intelectuales de la confesa “ex gruppie” de Alfredo Bryce--. Sino llamar la atención sobre un problema no resuelto, ni tratado: la tan mentada “solución política” de la guerra interna.
Y por esto último no me refiero a la “libertad de los presos políticos” (hay que diferenciar claramente a los asesinos que merecen su condena), sino a la función política de los “operadores políticos radicales” una vez terminado el conflicto, esos que van desde “guachimanes” de narcotraficantes en los valles cocaleros (quienes siguen cometiendo delitos) hasta los que siguiendo una ideología “revolucionaria” optan por la política convencional (cuyo “delito” es su pasado). Son estos últimos los que merecen un espacio en el espectro político y no ser excluidos y estigmatizados, azuzando así viejos fantasmas. Esto no se resuelve filmando a escondidas a “sospechosos” o infiltrándose en buses o metiendo presa a la gente sin ninguna justificación. Sino planteando una política más sensata que integre –y no reprima—al operador político radical (ojo: no al narcoterrorista). Y sí pues así como el APRA participa de las reuniones de la Internacional Socialista o el PPC de la Organización Demócrata Cristiana de América, los “radicales” tienen el derecho de reunirse con la Coordinadora Bolivariana. Eso no les hace “terroristas”!!!
¿Acaso el aprismo, considerado muchas veces “una amenaza a la estabilidad del país”, no tuvo la oportunidad de re-integrarse a la política formal? ¿Acaso un sector de “radicales” no merecen, como cualquier otro, dejar de ser estigmatizados y ocupar un lugar en el establishment político? ¿O es que el país está lleno de Valenzuelas que no saben diferenciar a un “terrorista” de un “dirigente radical”, a una “amenaza para el país” de una estudiante progresista? A este paso, el mismo Jesucristo estaría ahora en la Dircote (ver foto). Por favor, no “chichinicemos” la política en el Perú.
Hola Mel, muy sensato esto que dices Te anoto si tres cositas:
ReplyDelete1. De fondo esta el tema de la "reconciliacion nacional" cometido que la CVR no pudo ni lograr lejanamente. En primer lugar propuso un esquema de Victimas (el pueblo) y victimarios (los terroristas) donde la complejidad telatada en tres mil paginas queda reducida a su minima expresion...¿Que pasa cuando los subversivos fueron victimas (las mujeres presas por terrorismo saben harto de eso) ¿que pasa cuando alguien cumple su condena y quiere hacer politica, como se lo reintegra? Ni la CVR ni ninguna agrupación política tuvo ni tiene una propuesta al respecto. Y asi cuando de pronto algo sale de ese esquema víctima- victimario pues solo queda apelar a los reflejos mas reaccionarios, eso paso cuando la CIDH ordeno una compensacion para los senderistas fusilados en Canto Grande...quien fue la victima ahi..Es un esquema insostenible pero al parecer todas y todos nuestros políticos lo han asumido como el único valido.
2. Lamentablemente el fujimorismo primero y ahora el APRA consiguieron mucho exito en construir al "inocente" como unico sujeto de derechos. El movimiento de derechos humanos sigue esta misma logica: tienes que demostrar una carta de inocencia antes de que asuman tu defensa. Aun recuerdo a muchos familiares que iban a una conocida ONG donde trabaje y sus casos eran rechazados -aunque sus hijas hubieran sido violadas y torturadas hasta el cansancio- por ser demasiado sospechosos de "terrorismo"...si los defensores de los dh los relativizan asi que se puede esperar de los menos comprometidos. Y esto aplica a la política si quieres ser exitoso tienes q decir que Sendero y el MRTA fueron terroristas y certificar inocencia aunque esto implique hacer el rídiculo como Yehude Simons, q sonaria mas inteligente si dijera que efectivamente milito en el MRTA y que eso no lo invalida para hacer politica.
3. Ya es momento de sincerar la historia reciente y exigir al gobierno que pare con la paranoia y la persecusion "preventiva" de ideas y dirigentes radicales.
El ultimo bolondron por el tema del MRTA y la lista de la UE no hizo mas que poner al descubierto lo lejos que estamos de dar un paso adelante y asumir que el terrorismo YA NO puede ser utilizado como pretexto para la coercion y la represion. Demostró tambien que es necesario ampliar la democracia e incorporar a gente que quiere ejercer una actividad política -por mas radical o poco alternativa que sea y no nos guste- sin estigmatizarla como ex emerretista o ex terrorista, como es el caso de Roque Gonzales (viejo amigo san marquino quien dicho sea de paso colaboro conmigo en el artículo que escribi sobre el APRA en el texto de Participación ciudadana editado por Romeo. Dicho sea de paso tambien puedo dar fe de sus esfuerzos por "re insertarse a la sociedad" y de lo lejos que esta de ser parte de un eje de mal CCB FARC y MRTA absurda tesis sacada de la manga por la policia.
cariños
Anahi
Hace mucho tiempo que quería tratar este tema acerca de las aparentemente sutiles diferencias entre lo que es ser "guerrillero" y "terrorista". Yo sostengo que en principio que si bien no son lo mismo, tampoco son términos excluyentes el uno del otro.
ReplyDeleteEstimado duermevela3am, creo que las diferencias entre "guerrillero" y "terrorista" pueden o no ser sutiles, dependiendo del contexto. Pero si, hay algunas semejanzas: para empezar ambos son subersivos y buscan desestabilizar el sistema politico, pero mientras el "guerrillero" enfrenta una tactica de enfrentamiento directo (por eso inclusive su uniforme militar), el "terrorista" no busca el enfrentamiento directo sino la "sorpresa" y el ataque imprevisto, ya sea un cochebomba en un banco o a las torres gemelas.
ReplyDeleteNadie diria que De la Puente fue "terrorista", por ejemplo. Ni que Obama es "guerrillero". El tema en el Peru es que los que tenian en mente un accionar "guerrillero" (MRTA) terminaron adoptando esquemas de accion "terrorista".
Espero que ayude a aclarar un poco. Gracias por tu sugerente pregunta. El comentario de Anahi lo trato en los comentarios del siguiente post. Saludos.