Conscientemente o no, la mayoría de medios de comunicación –de izquierda a derecha, prensa escrita, televisiva, radial, bloguera, nadie se salva—ha enfilado su puntería sobre el Congreso de la República, resaltando, semana a semana, escándalos y faltas de nuestros representantes. No hay un solo día en el que algún congresista no sea objeto –justificadamente o no—del empeño periodístico por desacreditarlo como legislador (ya sea por deméritos en su función, por presuntos delitos cometidos, o simplemente por simple discriminación social). Considero que la forma cómo se ha venido ejerciendo esta crítica es perjudicial para el fortalecimiento de la democracia en el país porque no se hace un claro deslinde entre los congresistas como funcionarios electos que ocupan temporalmente dichos cargos de la institución legislativa como un pilar de la democracia.
El cuestionamiento desordenado y poco inteligente a los congresistas –guiado por un afán amarillista— va destruyendo paulatinamente la confianza en esta institución. El hecho que pongamos en duda la calidad de nuestros representantes, no debería hacernos perder la fe en la utilidad y funcionalidad clave del primer poder del Estado. Lastimosamente, al no hacer esta distinción, la prensa involuntariamente (¿o no?) contribuye a minar su legitimidad. Quisiera exagerar, pero en este sentido, un gran sector de la prensa continúa practicando una prédica anti-política y anti-institucional que está a la altura de la más perversa versión del fujimorismo. Que no nos extrañe entonces si el cierre de un poder democrático –el Congreso—termina siendo considerado como una causa popular en un futuro. Bajo estas circunstancias, obviamente, cualquier tipo de reforma política teóricamente sensata –ampliación del cuerpo legislativo, bicamericalidad, etc.— que podría tener efectos positivos en la calidad de la representación nacional, resulta inviable en la práctica.
Los periodistas tienen una alta capacidad de influencia en la construcción de la opinión pública, pero tengo la impresión que muchos no están a la altura de esta responsabilidad. Se prefiere el escándalo, el descalabro político, la noticia grotesca que busca atacar y hacer leña del árbol caído. Quizás la mayoría de nuestros congresistas sean indefendibles; pero el Congreso como institución es imprescindible. Hay “campañas ciudadanas” en contra de congresistas, pero ninguna resalta la importancia de la función legislativa. No basta con exigir tener “mejores representantes” –¿es que acaso debería sorprendernos que siendo penúltimos en educación en Sudamérica tengamos un congresista que responde que el primer hombre en la Luna fue “un astronauta”?—porque éstos no caen del cielo. Pero no vamos a pedirle peras al olmo, ya que nuestros críticos están más preocupados en la portada (¿o en el post?) del día que en la democracia como tal.
Publicado en Correo, 14 de Noviembre del 2009.
El cuestionamiento desordenado y poco inteligente a los congresistas –guiado por un afán amarillista— va destruyendo paulatinamente la confianza en esta institución. El hecho que pongamos en duda la calidad de nuestros representantes, no debería hacernos perder la fe en la utilidad y funcionalidad clave del primer poder del Estado. Lastimosamente, al no hacer esta distinción, la prensa involuntariamente (¿o no?) contribuye a minar su legitimidad. Quisiera exagerar, pero en este sentido, un gran sector de la prensa continúa practicando una prédica anti-política y anti-institucional que está a la altura de la más perversa versión del fujimorismo. Que no nos extrañe entonces si el cierre de un poder democrático –el Congreso—termina siendo considerado como una causa popular en un futuro. Bajo estas circunstancias, obviamente, cualquier tipo de reforma política teóricamente sensata –ampliación del cuerpo legislativo, bicamericalidad, etc.— que podría tener efectos positivos en la calidad de la representación nacional, resulta inviable en la práctica.
Los periodistas tienen una alta capacidad de influencia en la construcción de la opinión pública, pero tengo la impresión que muchos no están a la altura de esta responsabilidad. Se prefiere el escándalo, el descalabro político, la noticia grotesca que busca atacar y hacer leña del árbol caído. Quizás la mayoría de nuestros congresistas sean indefendibles; pero el Congreso como institución es imprescindible. Hay “campañas ciudadanas” en contra de congresistas, pero ninguna resalta la importancia de la función legislativa. No basta con exigir tener “mejores representantes” –¿es que acaso debería sorprendernos que siendo penúltimos en educación en Sudamérica tengamos un congresista que responde que el primer hombre en la Luna fue “un astronauta”?—porque éstos no caen del cielo. Pero no vamos a pedirle peras al olmo, ya que nuestros críticos están más preocupados en la portada (¿o en el post?) del día que en la democracia como tal.
Publicado en Correo, 14 de Noviembre del 2009.
saludos,
ReplyDeletecoincidimos curiosamente en la temática tratada, me parece. No le encolo el post a modo de comentario al suyo porque es muy largo. Si le interesa puede leerlo en el blog bajo el título: "instituciones, imagen pública y pleonexia anti-sistema". GK
Es verdad. Mis colegas se han especializado en escarbar en las pequeñas miserias de los congresistas y, en ese empeño "investigativo" no hacen una diferencia básica: una cosa son los legisladores, otra la institución.
ReplyDeleteEs por eso que si le planteas a cualquier periodista de política que, en realidad, este Congreso que tenemos debería crecer porque es muy pequeño para los 30 millones que somos, te miran con cara de: "¿en serio quieres gastar más plata en estos otorongos"?
P.D. Habría que empezar la campaña: "adopta un blogguer".
Salud
ReplyDelete"Quisiera exagerar, pero en este sentido, un gran sector de la prensa continúa practicando una prédica anti-política y anti-institucional que está a la altura de la más perversa versión del fujimorismo."
No veo que esa sea una exageración. Existe un cargamontón contra el Congreso (en vez de fijarse en la individualidad de los congresistas, y en las relaciones entre los individuos y el sistema particular, no la institución en sí misma), como lo hay contra el poder judicial, simplemente vende (y hay interesados en dichos cargamontones, claro). También hay congresistas que están inmersos en escándalos que son noticiosos en sí mismos, una cosa no quita la otra, tal vez solo en la forma de tratar las noticias.Por ello tampoco es raro que una medida popular (que hasta Alan García ensaya, e incluso algún congresista pronuncia) es la de "echar a los congresistas", esto es, cerrar el congreso, ¡como si eso solucionara algo!
"Se prefiere el escándalo, el descalabro político, la noticia grotesca que busca atacar y hacer leña del árbol caído."
¿Como el caso de la ortografía de la congresista Supa?
Creo que se puede distinguir (no sé qué tan bien) entre campañas contra determinadas prácticas de los congresistas.
Igual que no se diferencia entre capacidad representativa y la capacidad del congresista en su labor y la mera "titulitis" para los parlamentarios (¿de qué sirve pedir título universitario a un candidato si lo que importa es que sea representativo, sepa organizar el trabajo de los asesores y guiarse por ellos y sobre todo, sea honesto? algo que no se logra con un título universitario, por favor, si Fujimori hasta fue rector de una gran Universidad...).
También hay un problema en cómo se mide (en los medios) la labor de los congresistas, parece que lo único importante son la cantidad de proyectos presentados, sin fijarnos en la calidad, o en el trabajo en las enmiendas o el debate (esto se ve cuando hay denuncias sobre un congresista y un grupo, se pone de relevancia datos puramente cuantitativos como forma de desacreditarlos), así pues, tenemos uno de los congresos con más propuestas legislativas del mundo, muchas que son sobre el mismo tema (sin que sean enmiendas o proyectos alternativos, sino presentados por diferentes grupos sin más, y eso embota la propia capacidad legislativa de la cámara al cargarse estúpidamente de trabajo redundante e innecesario.
Hasta luego ;)
"Congresistas-Medios-Consumidores", parece una cadena dificil de romper pero con un resultado claro: fragilidad del primer poder del Estado.
ReplyDeleteDe los tres, ¿quien pone primero el pare? Yo creo lo deben de poner los congresistas porque deberían ser los más interesados en romper con esta lógica.
MJ
Hola me parece interesante tu post; pero también me parece que caes en tu propia crítica ¿Por qué?
ReplyDeletePorque das una opinión bastante razonable y empírica sobre el desmérito institucional del crongreso, como poder básico para la gobernabilidad, y el papel de la prensa "amarilla" que juzga y agrupa errores institucionales. Eso es cierto, me pregunto si algún politólogo serio, podría hacer una análisis sobre los aciertos de este congreso, muy aparte de los "come pollo", "las eléctricas", etc.
No obstante, creo que caes en el craso error, me parece, de pensar que la influencia de la prensa sea importante, definitoria y cuasi totalizante. No conozco ningún trabajo serio sobre estos temas en el Perú, mas bien encuentro "suposiciones" que más se parecen al arcaico trabajo de Harold Laswell o de Paul Laszarfeld.
Los medios influyen, si. Hace tiempo se pensó pero cúanto, cómo y dónde. Habría que estudiarlo. en el 80 se dejó de hablar de los medios y se pensó en la importancia de las mediaciones. Hoy en pleno siglo XXI habría que pensar en las hipermediaciones y en la mediología (que no son medios).
Saludos
El cargamonton ya no van contra el congresista como funcionario, sino contra su funcion, o contra el Congreso en si mismo... eso ya parece evidente.
ReplyDeleteEl problema pasa, tal vez, por cuanto el sistema politico peruano carece de instituciones partidarias serias y eso permite que lleguen al parlamento sujetos que no tienen idea de lo que hacen, aupados por su fortuna personal y sus contactos oportunos con el caudillo partidario de turno...
La critica periodistica, desde el 2001, apunta ahora al tema de los ingresos del parlamentario y a su pretendida inactividad, lo cual parece raro pues el congresista propone leyes mas no las ejecuta ni esta a cargo de hacerlas cumplir (ahi el mayor poder le corresponde al Ejecutivo).
Pero la critica al "otorongo" vende, y se trata de 120 tipos mas visibles (y menos anonimos) que los magistrados judiciales, no olvidemos eso.