El Premio Nobel de Literatura tiene un poder. No puede hacer Presidente al que él quisiera pero sí puede evitar que sea Presidente quien él no quiere. Vargas Llosa, Alan García, Jaime Bayly o cualquier "ego colosal" de nuestro medio puede encontrar la retórica perfecta para justificar sus preferencias políticas e imponerlas como las verdades absolutas de la política peruana. En sus recientes declaraciones -que hará todo lo que la democracia le permite para impedir que Keiko Fujimori salga elegida Presidenta-, Vargas Llosa no duda en mostrarse intolerante ante las posibles preferencias del electorado que democráticamente puede demostrarle -otra vez- que el Perú real es muy distinto al que construye en sus ficciones literarias y políticas.
El autoritarismo y los delitos comprobados del gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000) han sido procesados eficientemente por la propia justicia peruana. Están en la cárcel quienes deberían. Pero el fujimorismo como proyecto político tiene un espacio vigente en la arena política queramos o no. Y no me refiero solamente a la concentración del poder, a un régimen sin balances. Si consideramos a Keiko una simple "hijita de papá", no vemos lo que hay detrás: un 20% sostenido que reconoce al apellido oriental los méritos que muchos callan, como la presencia estatal en el territorio nacional (aunque arbitraria), la redistribución (aunque clientelar) de beneficios concretos a los sectores excluidos y la garantía de un orden (aunque coercitivo). La ingenuidad política de Vargas Llosa subestima ese "fujimorismo social". Sus declaraciones pueden terminar polarizando innecesariamente (y muy temprano) la contienda electoral entre fujimorismo/antifujimorismo.
Precisamente en "Una gran ingenuidad": El movimiento Libertad 1987-1989 (Mitin y 50+1; 2010), José Carlos Requena pasa revista al periodo formativo del movimiento que liderara Vargas Llosa en los ochenta resaltando sus fallas de origen: pretender hacer política evitando las reglas propias de la política, hacer de la política un ejercicio intelectual y no una práctica realista. El libro de Requena -que llena un vacío en los balances de la política ochentera- describe con detalle las expectativas y el fracaso de lo que pudo ser el primer partido liberal del siglo XX y que terminó en un "espejismo ideológico". ¿Hasta qué punto son estos espejismos ideológicos los que nublan a nuestro primer Nobel de un accionar político más audaz? ¿Hasta qué punto reducir el fujimorismo a su dimensión corrupta y autoritaria puede resultar contraproducente en una sociedad que extraña la "inclusión clientelar" de los noventa luego de una década de crecimiento excluyente? ¿Hasta qué punto nos hemos contagiado de la ingenuidad vargasllosiana que nos impide superar los males de la política peruana desde la raíz y no impostando un "deber ser" elitista?
Publicado en Correo, 18 de Diciembre de 2010.
El autoritarismo y los delitos comprobados del gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000) han sido procesados eficientemente por la propia justicia peruana. Están en la cárcel quienes deberían. Pero el fujimorismo como proyecto político tiene un espacio vigente en la arena política queramos o no. Y no me refiero solamente a la concentración del poder, a un régimen sin balances. Si consideramos a Keiko una simple "hijita de papá", no vemos lo que hay detrás: un 20% sostenido que reconoce al apellido oriental los méritos que muchos callan, como la presencia estatal en el territorio nacional (aunque arbitraria), la redistribución (aunque clientelar) de beneficios concretos a los sectores excluidos y la garantía de un orden (aunque coercitivo). La ingenuidad política de Vargas Llosa subestima ese "fujimorismo social". Sus declaraciones pueden terminar polarizando innecesariamente (y muy temprano) la contienda electoral entre fujimorismo/antifujimorismo.
Precisamente en "Una gran ingenuidad": El movimiento Libertad 1987-1989 (Mitin y 50+1; 2010), José Carlos Requena pasa revista al periodo formativo del movimiento que liderara Vargas Llosa en los ochenta resaltando sus fallas de origen: pretender hacer política evitando las reglas propias de la política, hacer de la política un ejercicio intelectual y no una práctica realista. El libro de Requena -que llena un vacío en los balances de la política ochentera- describe con detalle las expectativas y el fracaso de lo que pudo ser el primer partido liberal del siglo XX y que terminó en un "espejismo ideológico". ¿Hasta qué punto son estos espejismos ideológicos los que nublan a nuestro primer Nobel de un accionar político más audaz? ¿Hasta qué punto reducir el fujimorismo a su dimensión corrupta y autoritaria puede resultar contraproducente en una sociedad que extraña la "inclusión clientelar" de los noventa luego de una década de crecimiento excluyente? ¿Hasta qué punto nos hemos contagiado de la ingenuidad vargasllosiana que nos impide superar los males de la política peruana desde la raíz y no impostando un "deber ser" elitista?
Publicado en Correo, 18 de Diciembre de 2010.
Carlos:
ReplyDeleteBuen análisis, pero discrepo en parte. Creo yo que, antes que MVLL - quien creo que tendrá la prudencia de dosificar declaraciones - quienes están viendo en términos plebiscitarios acerca de democracia autoritarismo esta elección son los propios fujimoristas. El ingreso de Rafael Rey a la plancha es un síntoma que han quedado atrapados en los 90s en muchos sentidos. Creo yo que en el fujimorismo no son tan conscientes de que su capital justamente está en el clientelismo y en la capacidad que han tenido de llegar donde otros candidatos no y por eso siguen planteando las cosas en terminos como "ley de amnistía", "militarismo", "anticaviares", etc.
Claro, hay que dejar los principios de lado, ser "pragmáticos", no decir que lo que define al fujimorismo son sus delitos sino su popularidad.
ReplyDelete¿Qué ofreces en vez de un impostado "deber ser" elitista? ¿La impostura de una supuesta objetividad de politólogo de una nueva generación? Por favor.
Claro que hay que polarizar, claro que hay que separar entre fujimoristas y antifujimoristas.
Bueno parece que buena parte de la derecha sigue enamorada de ese monstrito como la izquierda no puede dejar de apapachar a castro...
ReplyDeleteTal vezx el "deber ser" sea elitista, y estara bien en un contexto academico, pero otra cosa es traducirlo a las necesidades y reclamos de una poblacion peruana pauperizada y qiue exige resultados imediatos. Mirar el devenir etico de la politica frente al mar miraflorino puede ser estimulante, pero no reclamen que las conclusiones asi ganadas sean aceptadas por la gente de San Juan de Lurigancho ansiosa de obtener medicinas basicas en la posta del barrio, y deseosa de que no le impidan hacer dinero en su puesto de ropa de la Av. Abancay ...
ReplyDeletePor ahi se puede expresar la "ingenuidad" de MVLl en tanto él parece considerar que la dicotomía corrupcion-etica es suficiente en si misma para conducir un movimiento politico... recuerden en Lima cuando un sujeto como Alex Kouri tenia el 38% de intencion de voto... esos votantes no se disolvieron en el aire sino que apoyaron eventualmente a alguien mas.
Las necesidades populares no se cubren solo por la dicotomia "los eticos vs. los corruptos" sino que se exige algo mas, una capacidad de satisfacer (aunque solo sea verbalmente) los anhelos de la gran masa de votantes, y ser creible en ese esfuerzo. MVLl parece subestimar el poder de los "anhelos de masas" en cuanto a formas de decidir una eleccion, y eso vale tanto para Keiko como para Ollanta en estas fechas... Gracias a esa subestimacion nuestros "analistas" GCU terminan siempre corrigiendo sus "lecturas de la situacion".