La pequeña "gran" transformación
El primer análisis de un gobierno que recién empieza
El jueves 25, Salomón Lerner Ghitis presentó ante el primer poder del Estado la política general del Gobierno de Ollanta Humala y las principales medidas de gestión para solicitar el voto de confianza. El discurso ha sido aplaudido por diversos sectores, tanto por escépticos como por seguidores, y solo el fujimorismo ha puesto de manifiesto su incredulidad a través de la abstención. Omisiones claves como el debate constitucional sobre la posible vuelta a la Carta de 1979 y planteamientos sobre el régimen económico son interpretadas dependiendo del humor de los opositores: como un signo de continuidad para los optimistas, o como un silencio preocupante para los más temerosos.
El primer mes de gobierno y los gestos iniciales dan cuenta de que la “gran transformación” prometida podría seguir la receta brasileña: mantener el modelo económico (se sabe de los altos costos que implicaría una modificación severa de las políticas de estabilidad macroeconómica) y buscar en el limbo entre neoliberales y estatistas su paraíso político. No cambiará las estructuras, pero sí todo lo que sea posible hacer dentro del corsé impuesto por los intereses empresariales (que transitan entre la defensa y el miedo) y las altas expectativas sociales (que viven entre la demanda y la esperanza).
La salida parece ser una vuelta al control estatal. Una reforma del Estado que implique un nuevo diseño territorial (con macrorregiones), con nuevas “relaciones con la sociedad” (Ministerio de Inclusión Social), y que dé marcha atrás a procesos de descentralización sectoriales (fin de la municipalización de la educación). La propuesta más audaz es “desprivatizar” (sic) áreas estratégicas, incluir a ElectroPerú como socio en hidroeléctricas y promover una marina mercante y una línea aérea de bandera. Una suerte de nacionalismo jugado al borde del reglamento, pero que ninguna otra alternativa política se hubiese atrevido siquiera a balbucear. El riesgo es que por controlar el Estado, se centralice; que por acelerar la marcha, se aplique reversa.
Humala parece suplir la ausencia de partido con cuadros militares leales a la “hoja de ruta” de Adrián Villafuerte. Entiende la penetración territorial del Estado como la necesidad de poner al Ejército a construir carreteras (inserte aquí flashbacks a Fujimori). Como si la única forma que existe para hacerlo sea con uniformes verdes. Las políticas en materia de seguridad (como la propuesta de una Ley de Servicio Policial Voluntario) forman parte del lado de la luna humalista que menos conocemos, más cerca de los reservistas que de los intelectuales-embajadores.
La verdadera transformación, al menos hasta ahora, viene por el lado de la relación con la gente. A nivel institucional, la Ley de Consulta Previa marca un inicio promisorio. A nivel de su estilo escueto personal, Humala busca inventarse como un presidente que compensa su lejanía de las cámaras cuando se baja del estrado oficial para preguntarle a la gente por sus chacras y ganado (como se vio en las actividades del aniversario de Arequipa). Si logra acompañar sus incursiones con programas sociales efectivos (cuenta con una caja adicional producto de sus exitosas negociaciones con los mineros), ya hará la diferencia con respecto a la última década durante la cual si se tomaba un avión para salir de Palacio, era para ir a Punta Sal.
Publicado en Correo Semanal, 01 de Setiembre del 2011.
El jueves 25, Salomón Lerner Ghitis presentó ante el primer poder del Estado la política general del Gobierno de Ollanta Humala y las principales medidas de gestión para solicitar el voto de confianza. El discurso ha sido aplaudido por diversos sectores, tanto por escépticos como por seguidores, y solo el fujimorismo ha puesto de manifiesto su incredulidad a través de la abstención. Omisiones claves como el debate constitucional sobre la posible vuelta a la Carta de 1979 y planteamientos sobre el régimen económico son interpretadas dependiendo del humor de los opositores: como un signo de continuidad para los optimistas, o como un silencio preocupante para los más temerosos.
El primer mes de gobierno y los gestos iniciales dan cuenta de que la “gran transformación” prometida podría seguir la receta brasileña: mantener el modelo económico (se sabe de los altos costos que implicaría una modificación severa de las políticas de estabilidad macroeconómica) y buscar en el limbo entre neoliberales y estatistas su paraíso político. No cambiará las estructuras, pero sí todo lo que sea posible hacer dentro del corsé impuesto por los intereses empresariales (que transitan entre la defensa y el miedo) y las altas expectativas sociales (que viven entre la demanda y la esperanza).
La salida parece ser una vuelta al control estatal. Una reforma del Estado que implique un nuevo diseño territorial (con macrorregiones), con nuevas “relaciones con la sociedad” (Ministerio de Inclusión Social), y que dé marcha atrás a procesos de descentralización sectoriales (fin de la municipalización de la educación). La propuesta más audaz es “desprivatizar” (sic) áreas estratégicas, incluir a ElectroPerú como socio en hidroeléctricas y promover una marina mercante y una línea aérea de bandera. Una suerte de nacionalismo jugado al borde del reglamento, pero que ninguna otra alternativa política se hubiese atrevido siquiera a balbucear. El riesgo es que por controlar el Estado, se centralice; que por acelerar la marcha, se aplique reversa.
Humala parece suplir la ausencia de partido con cuadros militares leales a la “hoja de ruta” de Adrián Villafuerte. Entiende la penetración territorial del Estado como la necesidad de poner al Ejército a construir carreteras (inserte aquí flashbacks a Fujimori). Como si la única forma que existe para hacerlo sea con uniformes verdes. Las políticas en materia de seguridad (como la propuesta de una Ley de Servicio Policial Voluntario) forman parte del lado de la luna humalista que menos conocemos, más cerca de los reservistas que de los intelectuales-embajadores.
La verdadera transformación, al menos hasta ahora, viene por el lado de la relación con la gente. A nivel institucional, la Ley de Consulta Previa marca un inicio promisorio. A nivel de su estilo escueto personal, Humala busca inventarse como un presidente que compensa su lejanía de las cámaras cuando se baja del estrado oficial para preguntarle a la gente por sus chacras y ganado (como se vio en las actividades del aniversario de Arequipa). Si logra acompañar sus incursiones con programas sociales efectivos (cuenta con una caja adicional producto de sus exitosas negociaciones con los mineros), ya hará la diferencia con respecto a la última década durante la cual si se tomaba un avión para salir de Palacio, era para ir a Punta Sal.
Publicado en Correo Semanal, 01 de Setiembre del 2011.
1 Comments:
Lo que dices es casi un resumen de varios analisis previso, pero hay un punto que aun no se ha tratado lo suficiente y lo destacas: que la mayor "base de apoyo" para Humala no sera la anarquica militancia de GanaPeru (donde conviven empresarios mercantilistas e izquierda ochentera) sino, tal vez, en cuadros militares "de confianza", activos o en retiro, sean manejados o no por Adrian Villafuerte (que facil tiene ahorita un poder extraoficial caleta igual al de Lerner o Abugattas). Por ahora, la "gran transforacion" amenaza seguir el ejemplo de Brasil: se mantiene el sistema "macro" mientras la viveza criolla sigue aplicadose con algunas metidas de mano del Estado en la economia...
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