Tuesday, February 14, 2012

Los aprendizajes tardíos de la izquierda

La salida de reconocidos cuadros políticos e intelectuales orgánicos de izquierda de la coalición gobernante ha puesto en debate la relevancia de este sector para la política nacional. Más allá de si es injusto o inadecuado, dicho retiro del equipo nacionalista debe leerse dentro de la historia de aciertos y desaciertos de la izquierda peruana. Desde el momento de gestación de esta inagotable generación de izquierdistas (auto-denominados “Generación del 68”), han tenido méritos a resaltar: la defensa orgánica y militante de los derechos humanos (desde los ochenta), la oposición principista ante autoritarismos clientelares (desde los noventa) y la crítica a las deficiencias del modelo post-ajuste (la última década). La demanda a favor de la “inclusión social”, que ahora todos reconocen como válida, ha sido en gran parte un aporte de la izquierda al sentido común político del país que fácilmente se había entregado a la necedad del “chorreo”.

Considero que las constantes derrotas políticas de la izquierda peruana y su incapacidad para construir ese ya utópico proyecto orgánico se debe a la lentitud con la que han asumido las lecciones de la historia. La izquierda ha acumulado una serie de aprendizajes tardíos en temas cruciales que le ha costado demasiado al país. El retorno a la democracia en 1980 generó una escisión entre los que insistían que su objetivo político era la revolución o los que habían entendido el respeto institucional que las elecciones implicaban. Estos últimos fueron catalogados como “cómplices de la democracia burguesa” y de “hacerle el juego” a la derecha. El valor a las reglas propias de esa democracia que varios condenaban vino mucho después.

Fue a finales de esa misma década, que se dio uno de los debates que mejor ejemplifica la dificultad de la izquierda por confrontar la realidad con su ideología. Cuando no quedaban dudas del daño que Sendero Luminoso y el MRTA venían causando al país, “zorros” y “libios” discutían la forma correcta de interpretar el lugar de la violencia en la estructura de la sociedad peruana. Sinesio López y Nelson Manrique fueron los protagonistas de este intercambio. Para el primero, la violencia política significaba el fracaso de la política (El Zorro de Abajo, N.6), mientras que el segundo refrendaba la tesis de la guerra como su continuación. Manrique acusaba por entonces a López de derechista y a su vez proveía argumentos para “superar revolucionariamente a Sendero” sin abandonar la concepción marxista de la violencia (Márgenes, N.2). No es casual que por entonces, parlamentarios de Izquierda Unida dieran sepultura a emerretistas caídos en batallas como “héroes de guerra”. No eran los setentas, sino el contexto previo al primer y único congreso de dicho frente.

A la izquierda le cuesta comprender que la política puede tener una lógica autónoma de la sociedad. Así como el fundamentalismo de radicales extra-sistémicos se justificaba en una violencia estructural e histórica, no habría posibilidad de transición hacia la democracia sin un cambio en el modelo económico. Con este argumento, desarrollado por Nicolás Lynch (La República, 26 de Abril del 2011) y Alberto Adrianzén (La Transición Inconclusa, La Otra Mirada, 2009), actuales colaboradores del gobierno, el cambio del régimen autoritario establecido por Alberto Fujimori es inconcluso sino se modifican los fundamentos del actual esquema de crecimiento. Si al terminar el actual mandato no se consigue esto, ellos mismos serían cómplices del régimen autoritario (sic) que criticaban.

¿Revolución o democracia? ¿Violencia o pactos? ¿Transición de régimen sin cambio en la economía? En todas estas vicisitudes de izquierda el sesgo ideológico se ha estrellado con la realidad. Y a pesar de ello se ha preferido la insistencia antes que la renovación y el cambio generacional. El resultado es lo que tienen al frente.

Publicado en El Comercio, el 7 de Febrero del 2012.

1 comment:

  1. Es la consecuencia de no ver los procesos sociales que se ven en la realidad, consecuencia de creer que la realidad se moldeara "segun lo predice la teoria", consecuencia de darle a los fenomenos sociales el significado que nos gustaria y no el que le dan sus actores, y olvidar que los hechos suelen rebasar a los libros.

    Nuestros lideres de izquierda, por desgracia, perdieron el tiempo en debates esteriles, se adhirieron a causas muy lejanas al deseo de sus bases, y el resultado fue el actual: partidos de cuadros y no de masas, esperar que un caudillo "prestado" haga el trabajo de hormiga y que luego regale los resortes del poder... no hay serio trabajo de bases ni atraccion de nuevas masas, menos aun hay adaptacion a las circunstancias reales. Mas bien, la vieja jefatura de nuestra izquierda cierra el paso a nuevas generaciones y espera (todavia) que la realidad se adapte a la teoria (algo muy parecido a los "analistas de la Confiep).

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