Monday, April 2, 2012

El pragmatismo de los ignorantes


Hay dos tipos de pragmáticos: aquél que conoce todas las alternativas posibles al momento de tomar una decisión, la cual asume suspendiendo criterios ideológicos, coherencias programáticas o intereses partidarios, y calculando los resultados políticos de dicha acción. El otro es un pragmático por default. Aquél que no sabe qué hacer, que no prevé, que habita entre la luna de Paita y el sol de Piura, que solo atina a apretar el botón del piloto automático con más fe que ciencia.

El pragmático por default calla. La mudez es la mejor aliada de la ignorancia, es el reflejo primario de quien no quiere meter la pata ni en los “asuntos menores” ni en las fregatas diplomáticas. Sus ayayeros aplauden y elevan su callada manera a la altura de una gesta política. Castañeda Lossio se convierte así en un precursor; Humala, un héroe del silencio.

Este tipo de animal “anti-político” de nuestros tiempos rechaza las ideologías, cualquiera que éstas sean. Las doctrinas políticas –las de nuestro agrado o las que nos producen urticarias—proveen panorama, visión a largo plazo, coherencia en las políticas. Las ideologías en sí no son nocivas, no contaminan los ríos cajamarquinos–como diría el Presidente. Por el contrario, diseñan el norte. Pero a estas alturas va quedando claro que sea quizás el agua de Palacio la que esté infectada de analfabetismo político. El desprecio por las ideologías es finalmente un homenaje a la ignorancia.

El pragmático improvisado está rodeado de escuderos que defienden sus mezquinos intereses y de ambiciosos con la vista bien gorda. Gobernar se convierte en una frivolidad para satisfacer la autoestima (saludamos, sí, que lo único “azul” en el oficialismo sea el hermano príncipe), para deshojar margaritas electorales, para engordar mesianismos cobrizos.

El nacionalismo se ha convertido en el sueño de un “guerrero” y de su Mariscala. Humala libera a la Primera Dama de responsabilidades políticas, pero no le prohíbe tomar decisiones que van más allá de su despacho. ¿O es que, por ejemplo, hacer de filtro para el nombramiento de ministros no implica co-gobernar? ¿O es acaso solo un lapsus que el Presidente de la PCM declare que tiene el aval de la “pareja presidencial” para mantener su cargo? La informalidad en la cúspide del poder siempre nos va a traer malos recuerdos.

Toledo era pragmático por ociosidad; García por convicción. Humala lo es por desorientación. El riesgo es que convierta al Perú y a sus “treinta millones de hermanos” en una colonia del Imperio de su desconcierto. Efectivamente, los problemas estructurales del país no los ha causado él, pero sí puede evitar reproducirlos. Ello implica un liderazgo que trascienda las palabras vacías de futbolista debutante. Humala promete “tranquilidad, estabilidad, seguridad”, y anuncia como gran descubrimiento que su política contra los conflictos sociales es el “diálogo”. Primicia.

El cuento del pragmatismo ha producido dramas cotidianos desde Ilave, Bagua y Conga, y es insostenible sino se delinea un proyecto país a largo plazo. El primer paso es censurar el “pragmatismo” de nuestro diccionario político.

Publicado en El Comercio, el 27 de Marzo del 2012.

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