Monday, July 2, 2012

Verse en Paraguay



La destitución del Presidente de Paraguay Fernando Lugo luego de un juicio político promovido por el Legislativo refleja el tipo de inestabilidad política que acusan las democracias luego del final de los golpes militares. Si bien la democracia se ha asentado como “the only game in town”, ello no significa que políticos ungidos por la voluntad electoral estén a salvo de derrocamientos. América Latina enfrenta una paradoja: gobiernos que caen recurrentemente en medio de una estabilidad democrática.

En las últimas dos décadas se han impuesto diferentes formas en las que un gobernante deja su puesto de manera anticipada. Por un lado tenemos juicios políticos (Lugo) y declaratorias de incapacidad moral (Fujimori en el 2000) o mental (Bucaram en Ecuador en 1997), generalmente inducidos a partir de escándalos y de un oficialismo con representación parlamentaria minoritaria. Por otro lado, tenemos presidentes removidos de sus cargos por levantamientos populares (como el derrocamiento a Sánchez de Lozada en Bolivia el 2003) y que frecuentemente interactúan con otros factores (como la intervención militar en la caída de Mahuad en Ecuador el 2000).

El caso de Lugo corresponde al primero: un presidente aislado en el equilibrio de poderes, que desde el inicio de su mandato tuvo que buscar su legitimidad en un contacto directo con movimientos sociales con demandas difíciles de satisfacer. La elección presidencial del ex obispo fue prácticamente un milagro. Sin partido propio y en una política dominada por el histórico Partido Colorado, su victoria fue el resultado de una presión social campesina y la alianza circunstancial con el PRLA que, a cambio, negoció mayoría congresal y la vice-presidencia de Federico Franco, el actual mandatario.

Lugo prometió una gran transformación en su país: una reforma agraria en contra de los intereses de una derecha conservadora. El enfrentamiento entre campesinos y policías que causó la muerte de 17 personas en Curuguaty se originó en ese contexto. Lugo no fue destituido por una indignación ante estas lamentables pérdidas sino ante la ausencia de soportes de poder. No te puedes enfrentar a la derecha (ni menos al Partido Colorado) sin una fuerza propia ni sin controlar orgánicamente al movimiento popular que mediáticamente representas. Perdió su único apoyo real cuando el PRLA le dio la espalda. Su reposición es cada día más difícil porque solo tiene a la comunidad internacional  a su favor.

Ver a Humala en el espejo paraguayo resulta pertinente porque a pesar de compartir el mismo punto de partida (ausencia de partido y responder originalmente a una agenda de izquierda desorganizada), buscó un camino de sobrevivencia política más seguro (ganarse a los poderes económicos a cambio de defender sus intereses). Lugo prefirió la representación a la gobernabilidad y ahora se encuentra fuera del poder. Humala diseña su gobierno con prioridades inversas que le permiten --por el momento-- estar bien sentado en Palacio a pesar de la conflictividad social. Esta es la salida más fácil (pero desgastante a largo plazo) de nuestro presidente que prefiere no verse como Paraguay.

Publicado en El Comercio, el 26 de Junio del 2012.

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