La anti-política de Villarán
A Susana Villarán y a su equipo les cuesta ser políticos. Se autoproclamaron portavoces de la honestidad y llevaron el discurso de la ética a la gestión edilicia. Pero no lo hicieron como un elemento adicional que sume, que fortalezca a la política, sino como su reemplazo. Villarán planteó los objetivos de su mandato inspirados en las buenas intenciones, pero no delineó la estrategia política necesaria para cumplirlos. Así, terminó practicando, a su modo, la antipolítica.
Cuando no existen partidos, la política depende más de la construcción permanente de soportes de poder: fijar alianzas, alcanzar pactos, establecer coaliciones que permitan correlaciones de fuerza a favor en cada una de las arenas políticas, desde las mediáticas hasta la de las calles. Solo así gestiones desprovistas de recursos humanos propios sobreviven con éxito.
Villarán se guía más por la lógica del activismo que por la de la política. Lo cual no debería ser problema, salvo que es Alcaldesa de la capital de un país en crecimiento económico. Nadie duda de la idoneidad de sus metas de gobierno pero sí de su capacidad de gestora y, un poco más todavía, de su vena política. Veamos un par de ejemplos.
Cuando se fijó como primer objetivo denunciar el Caso Comunicore contra Luis Castañeda (¡en plena campaña electoral presidencial!) no se percató que una gestión municipal de ocho años había generado intereses poderosos que le pasarían factura. Quizás no solo por su atrevimiento, sino por la torpeza con la que se apropió de esta “lucha contra la corrupción”. La ausencia de estrategia es cómplice de su falta de contundencia y, finalmente, de la impunidad que pretende desaparecer.
Cuando se inició el intento de revocatoria de su gestión, Villarán rehuyó pelear en esta arena. Al no hacerlo (hasta ahora) deja un espacio en la opinión pública donde prima el pesimismo sobre su administración. ¿Cuáles son sus aliados en el Parlamento (recuérdese que Castañeda se construyó hasta una bancada)? ¿Quiénes pueden blindarla ante los ataques de sus enemigos políticos? ¿Acaso el Ejecutivo le puede dar una mano para sostenerse? El apoyo de periodistas bien intencionados no es suficiente para sustentar una continuidad de cuatro años en el cargo.
Porque, señora Alcaldesa, su enemigo principal no son ni revocadores ni ex alcaldes ni anti-caviares. Su principal contrario es su propio abandono de la política. Ha reclutado a profesionales procedentes de las autotituladas mejores facultades del país, aunque sus fundamentos no convencen más allá del 25% de limeños. Se trata de una administración de tecnócratas con sensibilidad social, de manos blancas, que no conoce la autocrítica y con una ética antipolítica. Sin virtud ni fortuna.
El fracaso de Villarán sería, también, el fracaso de la (mala) politización de la ética. Ninguna otra gestión elevó la honestidad a la altura de emblema, pero al hacerlo sin sustento político, la termina deslegitimando. Ello significaría una larga vida para el “que robe pero que haga obra”, y ese sería el legado más nocivo de la gestión regia.
Publicado en El Comercio, 30 de Octubre del 2012.
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