Thursday, March 27, 2008

Pedrito Fernández



¿A qué edad te enamoraste por primera vez? Nunca nadie fue tan precoz como Pedrito Fernández. Habría tenido casi su misma edad, cuando lo veía en blanco y negro, sufrir por su primer y eterno amor. ¿La culpable? Una chiquilla de la que sólo sabemos que llevaba una mochila azul a cuestas y que, de un momento a otro, desapareció inexplicablemente de su vida. La primera prueba del amor: sobrevivir la ausencia. Cuando vio pasar la lista y ella no estuvo presente. Pedrito la evoca, la recuerda entre sollozos, entre gritos al cielo clamando por sus ojitos dormilones. Un hombre, aunque sea chiquillo, no por menos macho, evita mostrarse herido por la pérdida del ser amado. Pedrito sufre, no es el mismo. Y no lo niega. Ella le dejó gran inquietud y bajas calificaciones. La vida no es la misma. Se entrega al abandono. Ni al recreo quiero salir, no me divierto con nada. Pero aunque no la puede volver a tener, busca algo que la recuerde, a partir de lo cuál se pueda reconstruir los momentos felices, el pasado perfecto, aquél que no volverá. ¿Algún rastro? Sólo quedan sus colores y dos hojas de cuaderno que dice amor entre borrones. Pedrito a los siete años ya ha experimentado el desconsuelo, la desilusión, la pérdida irreparable. A su corta edad ya ha vivido mucho más que miles de hombres (incluyendo a Luis Miguel y al Monaguillo de JB). La vida (y el amor) se van en una mochila azul que hará de su salón muy triste. Todos le preguntaban: ¿Qué te pasa, chiquillo, qué te pasa? (Yo en silencio lo comprendía, mientras mi madre se reia y decia, mira que gracioso canta ese chiquito). Pedrito se queda en el puente, con la camisa desabotonada y el cabello revuelto, exigiendo al destino una explicación. Nunca más cantó con tanta pasión en su vida, a pesar que a partir de entonces sólo lo vimos en trajes apretados de charro postmoderno. Porque ningún otro sufrió las penas y alegrías del amor sincero desde la primaria, Pedrito Fernández es uno más de los hombres que admiramos (y la de la mochila azul nuestra primera musa).

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