¿Cuándo un grupo político decide convertirse en un grupo revolucionario? ¿Cuándo un grupo revolucionario pasa convertirse en un grupo terrorista? ¿Cuándo un grupo terrorista deja de serlo?
Precisamente he terminado de leer No other way out de Jeffrey Goodwin –discípulo y continuador de Theda Scokpol-, cuyo texto es uno de los más influyentes sobre el tema de revoluciones. Las preguntas planteadas parten del debate sugerido por el libro. ¿A qué se debe que se desarrollen revoluciones? ¿A qué se debe que en algunos casos las revoluciones triunfen y lleguen al poder?
Goodwin opta por un enfoque centrado en el Estado como el “provocador” de las revoluciones: es el Estado, sobre todo aquellos autoritarios y patrimonialistas, que terminan incubando las revoluciones. Sin embargo, la unidad de análisis de Goodwin son las revoluciones, pero cabe la pregunta:¿cómo entender a los grupos revolucionarios bajo este supuesto?
El MRTA se planteó como tal en sus inicios y quizás fue la dinámica propia de la violencia política de los ochenta la que terminó sumergiendo a dicho grupo rebelde a una lógica que lo terminó descontrolando. A diferencia de muchos de grupos rebeldes en América Latina (sobre todo Sendero), el origen de este movimiento fue, para decirlo elegantemente, más “romántico”. Algunos ejemplos:
- Diciembre de 1984. Toma del local de Scala Gigante de Alfonso Ugarte. Una cuadrilla de miembros del MRTA capturan el local y anuncian por los parlantes: “Ciudadanos, pueden tomar libremente todo lo que puedan llevarse. La Navidad es para todos. Un mensaje del MRTA”.
- Mayo de 1985. Colocan explosivos frente a un local de Kentucky Fried Chicken en protesta a los desembarcos de los marines norteamericanos en Centroamérica.
- Julio de 1985. Robo de la bandera de San Martín del museo de Huaura (como un símil al robo de la espada de Bolívar realizada en 1974 por el M19).
- Julio de 1986. Coche bomba contra la residencia del embajador de EE.UU en solidaridad con Libia, que había sido bombardeada por los “yanquis”.
Luego como sabemos, la lógica mediática de su accionar –motivado en parte por el poco número de sus integrantes—lo terminó llevando a los mega-secuestros, a los mega-asesinatos, a las “cárceles del pueblo”, y a las “tomas” --desde Tocache hasta la Residencia del Embajador de Japón. Una lógica que buscaba el impacto como herramienta para acumular capital político (antes que el “equilibrio estratégico” senderista), y que se leía en coherencia con los cánones propios de la Guerra Fría. No es casual que fuera el actor armado del conflicto interno con menos víctimas en su haber.
La radicalización de su ideología hizo que sus tácticas mediáticas terminaran convirtiéndose en terroristas, pero con un sentido ideológico más cercano al izquierdista limeño que al senderista ayacuchano. Sino pregunto: qué más coherente con el rollo anti-imperialista que meterle una molotov a la casa del embajador gringo, que más coherente con el rollo distribuidor a favor de los pobres que tomar una empresa privada y repartir comida a los pobres, que más coherente de un rollo anti burgués que secuestrador a un mega-empresario. El MRTA se convirtió así en la exacerbación del discurso político izquierdista, transformando lo políticamente correcto del progresismo en un remedo revolucionario y, bajo un régimen democrático, en un peligro para éste. Los “guerrilleros guevaristas” que caen jugando una pichanguita es la metáfora perfecta para la tragicomedia violenta del izquierdismo mal llevado, víctima de sus propias contradicciones y que tardó en comprender el valor de la democracia.
Hoy, algunos años después, es increíble como esta dinámica ha llevado a invertir los papeles. La izquierda que en los ochenta era (contradictoriamente) defensora de los derechos humanos termina cayendo –bajo un drama de precisión de definiciones—en la defensa de conceptos antes que de realidades. En busca de su precisión conceptual de “terrorismo” y de “amenaza” al país (informe de APRODEH), deja a un lado la violencia que provocó parte su inconsciente colectivo más agresivo (el MRTA); mientras que la derecha –a la que se le acusa justificadamente de macartista—termina argumentando en defensa de la vida y del respeto a las víctimas, teniendo más empatía con un ciudadano promedio para quien Víctor Polay y Abimael Guzmán son lo mismo.
Pero detrás de todo este roche… ¿Cuántos siguen creyendo en la “revolución”? ¿A cuantos todavía les duele no haber alcanzado la “utopía”? ¿Se arrepienten y reconocen sus errores, o piensan que algún día la Historia les dará la razón? A veces me da la impresión que en este tipo de reacciones –de no considerar al MRTA como amenaza terrorista—hay más de nostalgia y paltas con el pasado, que de precisiones politicas y académicas.
Precisamente he terminado de leer No other way out de Jeffrey Goodwin –discípulo y continuador de Theda Scokpol-, cuyo texto es uno de los más influyentes sobre el tema de revoluciones. Las preguntas planteadas parten del debate sugerido por el libro. ¿A qué se debe que se desarrollen revoluciones? ¿A qué se debe que en algunos casos las revoluciones triunfen y lleguen al poder?
Goodwin opta por un enfoque centrado en el Estado como el “provocador” de las revoluciones: es el Estado, sobre todo aquellos autoritarios y patrimonialistas, que terminan incubando las revoluciones. Sin embargo, la unidad de análisis de Goodwin son las revoluciones, pero cabe la pregunta:¿cómo entender a los grupos revolucionarios bajo este supuesto?
El MRTA se planteó como tal en sus inicios y quizás fue la dinámica propia de la violencia política de los ochenta la que terminó sumergiendo a dicho grupo rebelde a una lógica que lo terminó descontrolando. A diferencia de muchos de grupos rebeldes en América Latina (sobre todo Sendero), el origen de este movimiento fue, para decirlo elegantemente, más “romántico”. Algunos ejemplos:
- Diciembre de 1984. Toma del local de Scala Gigante de Alfonso Ugarte. Una cuadrilla de miembros del MRTA capturan el local y anuncian por los parlantes: “Ciudadanos, pueden tomar libremente todo lo que puedan llevarse. La Navidad es para todos. Un mensaje del MRTA”.
- Mayo de 1985. Colocan explosivos frente a un local de Kentucky Fried Chicken en protesta a los desembarcos de los marines norteamericanos en Centroamérica.
- Julio de 1985. Robo de la bandera de San Martín del museo de Huaura (como un símil al robo de la espada de Bolívar realizada en 1974 por el M19).
- Julio de 1986. Coche bomba contra la residencia del embajador de EE.UU en solidaridad con Libia, que había sido bombardeada por los “yanquis”.
Luego como sabemos, la lógica mediática de su accionar –motivado en parte por el poco número de sus integrantes—lo terminó llevando a los mega-secuestros, a los mega-asesinatos, a las “cárceles del pueblo”, y a las “tomas” --desde Tocache hasta la Residencia del Embajador de Japón. Una lógica que buscaba el impacto como herramienta para acumular capital político (antes que el “equilibrio estratégico” senderista), y que se leía en coherencia con los cánones propios de la Guerra Fría. No es casual que fuera el actor armado del conflicto interno con menos víctimas en su haber.
La radicalización de su ideología hizo que sus tácticas mediáticas terminaran convirtiéndose en terroristas, pero con un sentido ideológico más cercano al izquierdista limeño que al senderista ayacuchano. Sino pregunto: qué más coherente con el rollo anti-imperialista que meterle una molotov a la casa del embajador gringo, que más coherente con el rollo distribuidor a favor de los pobres que tomar una empresa privada y repartir comida a los pobres, que más coherente de un rollo anti burgués que secuestrador a un mega-empresario. El MRTA se convirtió así en la exacerbación del discurso político izquierdista, transformando lo políticamente correcto del progresismo en un remedo revolucionario y, bajo un régimen democrático, en un peligro para éste. Los “guerrilleros guevaristas” que caen jugando una pichanguita es la metáfora perfecta para la tragicomedia violenta del izquierdismo mal llevado, víctima de sus propias contradicciones y que tardó en comprender el valor de la democracia.
Hoy, algunos años después, es increíble como esta dinámica ha llevado a invertir los papeles. La izquierda que en los ochenta era (contradictoriamente) defensora de los derechos humanos termina cayendo –bajo un drama de precisión de definiciones—en la defensa de conceptos antes que de realidades. En busca de su precisión conceptual de “terrorismo” y de “amenaza” al país (informe de APRODEH), deja a un lado la violencia que provocó parte su inconsciente colectivo más agresivo (el MRTA); mientras que la derecha –a la que se le acusa justificadamente de macartista—termina argumentando en defensa de la vida y del respeto a las víctimas, teniendo más empatía con un ciudadano promedio para quien Víctor Polay y Abimael Guzmán son lo mismo.
Pero detrás de todo este roche… ¿Cuántos siguen creyendo en la “revolución”? ¿A cuantos todavía les duele no haber alcanzado la “utopía”? ¿Se arrepienten y reconocen sus errores, o piensan que algún día la Historia les dará la razón? A veces me da la impresión que en este tipo de reacciones –de no considerar al MRTA como amenaza terrorista—hay más de nostalgia y paltas con el pasado, que de precisiones politicas y académicas.
Hola Mel, interesante lo que pones solo tres cositas:
ReplyDelete-No creo que exista una sola guerrilla que pueda mantenerse en estado puro de romanticidad durante toda su historia, es la logica misma de la violencia, sobre todo si te enfrentas a un cuerpo militar mil veces mas entrenado y equipado. El M19, el FMLN, los tupamarus, los mismos cubanos secuestraron, tuvieron carceles del pueblo, ajusticiaron a sus propios compañeros, ordenaron fusilamientos...y hoy ocupan sendos lugares en parlamentos e instancias de gobierno en sus respectivos países
- El tema con el MRTA es un problema de consensos politicos y como se resolvio nuestro conflicto armado interno: derrota militar, aislamiento político, etc, etc. Pero creo que ya es tiempo de dejar paranoias y sobredimensionamientos que responden a intereses politicos claros. No es gratuita la iniciativa del APRA de solicitar la inclusion del MRTA en la lista de grupos terroristas de la UE. Y claramente coincide con esta ola de criminalizacion de la protesta que hoy vivimos,
- Respecto a la izquierda legal ochentera reciclada en las ONGs de derechos humanos..pues creo q nunca los voy a entender,quizas era momento para que digan algo distinto a esta propuesta del APRA. Por el contrario, el cargamonton a Pancho Soberon se han sumado sus mismos amigos de la Cordinadora muy alineados con su general Giampietri y su comandante Humala...cosas de la crisis de sentido comun.
cariños
anahi
De acuerdo Anahí, el estado puro de romanticidad no existe si realmente asumes la lucha armada (la romanticidad cínica es para los “guerrilleros de café”, esos que armaban y entrenaban a gente en Puno mientras gritaban todos los días en el Congreso…sí, esos mismos, sabemos quienes son). Pero pregunto: ¿Qué sucede cuando la lógica del accionar guerrillero termina transformando la praxis revolucionaria en algo distinto como, por ejemplo, negocios con el narcotráfico o el secuestro y los cupos destinados a fines “no revolucionarios”? Me da la impresión que cuando se pierde de vista el horizonte ideológico (muy factible luego del fin de la Guerra Fría) y entran a jugar “incentivos particulares” antes que “revolucionarios”, los grupos rebeldes pierden su sentido político y caen en la lógica de la violencia por la violencia, abandonan todo carácter “romántico” y se acercan más a un grupo de criminales que a una promesa utópica.
ReplyDeleteCon respecto al uso del gobierno y de la derecha del caso del MRTA para criminalizar la legítima protesta social, estoy plenamente en concordancia contigo. Pero mira como la gente de APRODEH piso el palito!!! Por defender “ideales” y “conceptos” (sí pues, el MRTA bajo ciertos entendimientos no sería “terrorista”, pero anda dile eso al ciudadano promedio), termina siendo acusado de “traición al país”. El MRTA no es una amenaza ahora, vale, lo sabemos, pero al gobierno no le conviene decirlo y a cierto sector del país le conviene escucharlo. La estrategia (si la tuvieron) de la izquierda ochentera reciclada en ONGs fue desastrosa. Están pensando más en responderle a Aldo Mariátegui y a Giampetri, que en el ciudadano promedio. Así caen fácilmente en el juego, donde otros son más habilidosos.
Gracias por tus aportes y cariños también,