Había leído a Sidney Tarrow hacía varios años. Su rollo –el de la estructura de la oportunidad política—sonaba pertinente para explicar el incremento de los conflictos sociales en los primeros años del gobierno de Toledo. Todos los expertos lo subrayaban: se pasaba de un régimen cerrado, autoritario (el fujimorismo) a uno en el que se abría la competencia política, había mayores márgenes de participación y las expectativas sociales se incrementaban. Resultaba sugerente la explicación de que el “cambio en la estructura de la oportunidad política” era una de las variables, quizás la principal, que explicaba el incremento de protestas, de Ilave, del Quilish, etc. Recuerdo que en las mesas verdes del IEP, era un elemento que se daba por sentado. Tarrow dixit, casi como el sentido común entre los conflictólogos. Pero también recuerdo una intervención de Julio Cotler –siempre Julio—quien con su característica voz quitapasiones (intelectuales me refiero), dijo algo así como: “A ver, alguien me explica que es una ventana de oportunidad política…cualquier contexto podría ser una ventana de oportunidad política, cómo distingo una ventana de oportunidad política de una puerta cerrada…es un concepto que no dice nada, es poco útil”.
Ahora que he vuelto a leer a Tarrow, he recordado aquella intervención de Cotler (Cotler was right as usual?) y sí pues, Tarrow ve más ventanas que Bill Gates. Me he sentido algo defraudado luego de esta segunda lectura. Efectivamente, su concepto de “estructura de oportunidad política” es muy impreciso: “political opportunities are consistent –but not necessarily formal, permanent, or national—dimensions of the political struggle that encourage people to engage in contentious politics”. Esta definición no nos permite distinguir lo que es realmente una ventana de oportunidad de una que no lo es, ya que queda mucho a la interpretación subjetiva. Segunda crítica: la evidencia que presenta para justificar sus argumentos es muy arbitraria. Presenta casos aleatoriamente muy convenientemente a sus intuiciones. Cualquiera podría presentar evidencia en contra, del mismo modo. La pregunta sigue quedando pendiente: ¿Cómo operacionalizamos este concepto de “estructura de oportunidad política”? ¿O es un concepto que se “siente”, que se “huele”, pero que no se puede “tocar” o aprehender metodológicamente? Si es así, no sería replicable y, por lo tanto, queda más para una interpretación histórica de casos particulares que para una interpretación con pretensiones de generalización.
Volvamos al Perú: en teoría se acabó la “oportunidad política” de la transición del gobierno de Fujimori al de Toledo, y pasamos ya a un nuevo “momentum” que es la permanencia de la competitividad política bajo el gobierno de García y sin embargo….. el nivel de conflictos se mantiene. Por lo tanto, ¿lo que era “una ventana de oportunidad” no lo era? ¿O es que la oportunidad política es mucho más amplia y duradera en el tiempo? ¿O es que son los sistemas democráticos los más proclives a la protesta social? Si es esto último, ya no sería una “ventana” sino sería algo intrínseco al régimen democrático y por lo tanto no podría explicarse por la propuesta de Tarrow que es más coyuntural. Ahora seguro intentaremos otra alternativa para explicar los conflictos: la del crecimiento económico como variable que los explica ya ha empezado a sonar fuerte desde hace algún tiempo y va generando sus propios adeptos de moda. Hasta que nuevamente la realidad se encargue de mostrar sus limitaciones.
Tarrow seguirá siendo un referente para los estudiosos de los movimientos sociales, sin embargo, yo no termino de comprarme sus argumentos (eso para los que decían que sólo critico a mis “ex profesores peruanos”). Creo que sus aportes siguen siendo valiosos como referentes históricos (aunque se repite mucho, siento que no dice nada novedoso últimamente). Les he dejado una entrevista reciente (de hace dos meses!), egocéntrica como la del intelectual que ya vive de su nombre, en el que cuenta sus inicios en la vocación politológica, ilustrativo para seguir con los consejos para estudiantes: tengan calle, sientan la política de carne y hueso (no es necesario irse a Italia como hizo él cuando era undergrad)… pero obviamente, ello no es suficiente.
De acuerdo pero además en el Perú no existen partidos políticos (salvo el Apra con todas sus grandes limitaciones) los cuales son los llamados a digerir los problemas más urgentes, que son los que suelen generar protestas en el país.
ReplyDeleteEl tema de la intermediacion politica de los partidos es otra hipotesis a discutir. La existencia de partidos enraizados tampoco es garantia de ausencia de conflictos (ejemplo: Peru en los ochentas). La ausencia de partidos tampoco implica necesariamente alto nivel de conflictividad (ejemplo: Peru en los noventas). Estoy simplificando con los ejemplos, pero lo que quiero es transmitir la idea de que a veces pedimos "demasiado" a los partidos, sobre todo en democracias fragiles como la nuestra. Es un tema que merece seguir discutiendose. Gracias por tus comentarios.
ReplyDeleteDe acuerdo. Pero el Perú actual no puede ser visto como hace veinte o diez años. Creo q en los 80's Lima era basicamente el Perú, las otras regiones casi no existian y así no puede hablarse de partidos enraizados en el país. En los 90's post crisis y con un gobierno autoritario y siniestro (por decir lo menos) las ganas de protestar se diluyen comprensiblemente. Ahora todos quieren y saben q tienen todo el derecho de protestar. Son los nuevos tiempos. Y si seguimos sin gente especializada en canalizar parte de estos reclamos todos lo vamos a lamentar.
ReplyDeleteInteresante crítica respecto de la aplicación del análisis de Tarrow al Perú. A mi me parece interesante de todas maneras lo que él llama la difusión de las redes sociales y marcos culturales en lo smovimientos sociales, pero clarp yo he leído poco de Tarrow y soy una neófita en Ciencias Políticas
ReplyDeletesaludos¡