Los resultados de las elecciones presidenciales en Colombia sorprendieron a muchos. Mientras las encuestas calculaban un empate técnico, el domingo por la tarde las autoridades electorales anunciaban el apabullante triunfo del oficialista Juan Manuel Santos, que casi logra una victoria en primera vuelta. Mockus, que había despertado simpatías dentro y fuera del país, apenas sobrepasó el 20%. Quedó comprobado que las sorpresas no se anticipan. ¿Qué lecciones podemos tomar de este proceso con miras al año electoral que se nos viene?
Para los políticos, debe quedar claro que las candidaturas emotivas son las más volátiles. En menos de cuatro meses, Colombia tuvo tres "segundos": Fajardo, Sanín y Mockus. La elección se lleva a cabo cuando la "ola verde" había perdido su fuerza. Las alternativas electorales con mayores probabilidades de éxito son aquellas que pueden aterrizar la simpatía de sus candidatos a vínculos concretos con la gente. Esto es un desafío en un país como el nuestro, donde las maquinarias son débiles, pero una posibilidad para los candidatos con acceso a recursos estatales.
Para los analistas, queda claro que hay que trascender los "análisis" basados en chismes o en intuiciones. Los análisis guiados por marcos teóricos son el mejor sustento para aprehender la coyuntura y la impredecibilidad de la política. Las encuestas dan cuenta de percepciones y opiniones, pero no, por ejemplo, de la fortaleza de maquinarias clientelares, o del poder de operadores políticos en las arenas subnacionales.
Para los que leen encuestas, no basta fijarse en los cuadritos resúmenes, sino leer con rigurosidad las fichas técnicas y trabajarlas estadísticamente (si se logra el acceso a las bases de datos, lo que haría un analista serio). Las encuestas en Colombia fallaron porque subrepresentaron a las zonas rurales y sobrerrepresentaron a los abstencionistas. En el primer caso, no sería problema si los ciudadanos de zonas urbanas y rurales votasen igual; pero no es así. En el segundo caso, se creyó a quienes decían que iban a salir a votar, pero al final no lo hicieron. Primicia: la gente miente.
Para los fans de las "redes sociales", ya les debe quedar claro que el mundo real está muy lejano de las pantallas de su procastinación. Las redes virtuales dan una imagen distorsionada de las preferencias políticas, sesgadas por un público universitario y clasemediero. No son un indicador de preferencias políticas. Ha quedado demostrado que el joven-mockusiano-facebook-fan se quedó en casa y no salió a votar. Y las verdaderas redes sociales son las "cara a cara". Esas son las que verdaderamente importan a la hora de hacer política.
Finalmente, las demandas post-materiales en un país premoderno son una ingenuidad tremenda. No sé si luego de esto todavía les queden "ganas colombianas".
Para los políticos, debe quedar claro que las candidaturas emotivas son las más volátiles. En menos de cuatro meses, Colombia tuvo tres "segundos": Fajardo, Sanín y Mockus. La elección se lleva a cabo cuando la "ola verde" había perdido su fuerza. Las alternativas electorales con mayores probabilidades de éxito son aquellas que pueden aterrizar la simpatía de sus candidatos a vínculos concretos con la gente. Esto es un desafío en un país como el nuestro, donde las maquinarias son débiles, pero una posibilidad para los candidatos con acceso a recursos estatales.
Para los analistas, queda claro que hay que trascender los "análisis" basados en chismes o en intuiciones. Los análisis guiados por marcos teóricos son el mejor sustento para aprehender la coyuntura y la impredecibilidad de la política. Las encuestas dan cuenta de percepciones y opiniones, pero no, por ejemplo, de la fortaleza de maquinarias clientelares, o del poder de operadores políticos en las arenas subnacionales.
Para los que leen encuestas, no basta fijarse en los cuadritos resúmenes, sino leer con rigurosidad las fichas técnicas y trabajarlas estadísticamente (si se logra el acceso a las bases de datos, lo que haría un analista serio). Las encuestas en Colombia fallaron porque subrepresentaron a las zonas rurales y sobrerrepresentaron a los abstencionistas. En el primer caso, no sería problema si los ciudadanos de zonas urbanas y rurales votasen igual; pero no es así. En el segundo caso, se creyó a quienes decían que iban a salir a votar, pero al final no lo hicieron. Primicia: la gente miente.
Para los fans de las "redes sociales", ya les debe quedar claro que el mundo real está muy lejano de las pantallas de su procastinación. Las redes virtuales dan una imagen distorsionada de las preferencias políticas, sesgadas por un público universitario y clasemediero. No son un indicador de preferencias políticas. Ha quedado demostrado que el joven-mockusiano-facebook-fan se quedó en casa y no salió a votar. Y las verdaderas redes sociales son las "cara a cara". Esas son las que verdaderamente importan a la hora de hacer política.
Finalmente, las demandas post-materiales en un país premoderno son una ingenuidad tremenda. No sé si luego de esto todavía les queden "ganas colombianas".
Publicado en Correo, 5 de Junio del 2010.
Interesante pero ¿que puede aprender de esto el impulsor peruano de campañas civicas "pro conciencia civica anti-Cipriani-Castañeda-Kouri"? Tal vez que salvo la calle, todo es ilusion, y que el Facebook es el opio del "analista". Aqui en Perú, por ejemplo ¿se mide adecuadamente el voto rural? ¿Se sobrerrepresenta el voto urbano? ¿Se mide el poder e influencia de las alianzas locales-nacionales y de las "maquinarias politicas" de nuestras pequeñas provincias?
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