Thursday, November 10, 2011

El centralismo arde

¿Será capaz el Gobierno de Humala de descentralizar el Estado?

Uno de los aspectos prácticamente ausente en los balances de los primeros días de Humala es el referido a la descentralización. En el informe del propio Gobierno la mención al tema es prácticamente de forma. No caben dudas de que arrastramos una estructura estatal centralista y que la reforma regionalista (que ya va a cumplir una década) no ha logrado consolidar hasta el momento una solvencia estatal a nivel subnacional. Humala, quien se puso la alta valla de la “gran transformación”, no puede irse de Palacio sin poner en práctica políticas que modifiquen los patrones centralistas, ya que sin ello cualquier intervención sectorial ahondará aún más en el limeñismo. No hay inclusión sin descentralización, presidente.

Cuando se reflexiona sobre la descentralización desde alguna mesa colmada por intelectuales, técnicos y funcionarios públicos (limeños en su mayoría, claro está), se suele cuestionar la capacidad instalada en las regiones para asumir la tarea de una gestión subnacional eficiente y de calidad de servicio al ciudadano. “Hay que capacitarlos”, dicen algunos. “Ya aprenderán”, confían los optimistas, pero nadie practica un diagnóstico de las responsabilidades respectivas desde el Gobierno central. Un funcionario regional cusqueño me lo puso clarito alguna vez: “Se dice que no estamos preparados para gobernar una región, pero nadie dice que tal o cual no está preparado para ser ministro”. ¿Tendrá el Gobierno de Humala la capacidad y la voluntad política para estructurar un Estado descentralista, no solo con diálogo y respeto con los gobiernos regionales, sino con interacciones funcionales a todo nivel (regional y municipal) que satisfagan al ciudadano?

Los primeros pasos de Humala en este ámbito no parecen alterar el esquema centralista. Por el contrario, en su discurso de toma de mando propuso la recentralización de las políticas educativas y, por otro lado, el lanzamiento de los programas sociales (como Pensión 65) no considera una participación protagónica (apenas consultiva, si acaso) de los niveles subnacionales de gobierno (regiones y municipalidades), lo que implica el riesgo de reproducir las limitaciones y excesos de los programas asistencialistas fujimoristas: eficientes técnicamente, con rigor en los indicadores de focalización, pero controlados por el Gobierno central. Una real política de Estado comparte el diseño, la responsabilidad y los logros en todos los niveles. Es la única forma que no se convierta en un instrumento político para fines de los gobernantes de turno.

Efectivamente, los programas que impulsa el nuevo Gobierno son “renovados”: con Pensión 65, y los que se vienen, nos consolidamos en la ola de programas de transferencia condicionada -tan populares- y con tan buenos réditos políticos reeleccionistas que ha dado en el continente. Pero para que sea política estatal requiere entramarse dentro de los distintos niveles. El presidente Humala debe recordar que la legitimidad (cuya debilidad finalmente es lo que causa la crisis de representación) no solo se juega a nivel central. Si los gobiernos regionales y municipales fracasan, suman al descontento y avivan la insatisfacción. El Estado centralista arde –para parafrasear la reciente compilación de columnas de María Luisa del Rio- y Humala podría quemarse las manos si se queda con esas viejas estructuras centralistas tan seductoras para acumular poder, pero tan nocivas para transformar seriamente el país.

Publicado en Correo Semanal, 10 de Noviembre del 2011

1 comment:

  1. Interesante. Añadiría además que para un buen análisis de las políticas públicas, es necesario utilizar todas las herramientas de gestión que tenemos. Una de ellas es el Plan de Ceplan. Ok, no es la mejor pero sirve. El otro es la Lope.
    ¿Cómo está pensando el gobierno las políticas públicas? De hecho, hay una tradición para hablar solamente de los programas e inversión. Es lo que más vende periodísticamente. Pero no es lo único. Una política está formado por planes programas y proyectos. De ahí que todo debe estar estructurado en una política de Estado. ¿Hay política de Estado? ¿Lo estamos discutiendo bien? Y para bajar de la nube teórica podríamos empezar discutiendo desde lo más simple: la calidad del gasto público en actividades (olvidémonos un rato de los proyectos de inversión).

    La política, creo yo, debiera discutirse desde las funciones. ¿Cómo gasta el Estado en su función educativa y cual es la meta de cierta actividad? ¿Cuánto se gasta por cierta cantidad de peruanos? ¿Cómo va el devengado?, ¿Cómo ha sido modificado el presupuesto inicial? ¿Qué se está logrando con eso? ¿Cuál es el valor público? ¿Cuáles son los estándares nacionales de medición en salud materno neonatal? De ahí que el PPR ayuda.

    Saludos

    Frank

    ReplyDelete

Lo que tu me deseas, te deseo el doble: