El remake de la mano dura
Al Presidente Humala no le gusta auto-clasificarse de derecha o de izquierda. Es comprensible. Cualquier etiqueta le resultaría incómoda. Pero para eso estamos los analistas, para develar detrás de discursos, políticas y decisiones, hacia dónde se inclina la balanza ideológica.
No ha tocado la economía. El piloto automático de la última década sigue encargándose. Y la nave, va. No hay cambios sustanciales ni transformaciones profundas pero ello no lo hace automáticamente de “derecha”. Es simplemente conservador con respecto a las finanzas, un jugador adverso al riesgo, un entrenador que desde el pitazo inicial firma el empate.
Al Presidente Humala le acomoda el juego de la mano dura. Es su puesto natural. Formado en los cuarteles, imponer orden y autoridad le brota como sonrisa instantánea (aunque existan dudas razonables de quién decide más de la cuenta en Palacio). Al primer Conga le salió el reflejo pavloviano del inquilino de Palacio: declarar estado de emergencia. Hubo aplausos desde los palcos suites hasta las populares, y así descubrió lo fácil que es gobernar para las tribunas. No es que seamos un pueblo autoritario. Tampoco, tampoco. Pero veinte años de Sendero, MRTA, Colina y Chavín de Huántar despiertan una fascinación por la represión. Los de abajo aprecian la seguridad de sus pueblos; los de arriba, que no les arruinen la visita al mall.
Luego de la captura de “Artemio”, la popularidad del Presidente Humala se recupera. Según Ipsos-Apoyo, el 59% de encuestados aprueba la gestión presidencial y ubica a la captura del senderista como una de las razones de dicho apoyo. El respaldo chorrea al cuarteto de gobierno que se visibiliza (el presidente, el economista, su primer ministro y su esposa), sobre todo a Valdés. El escaso 28% que aprueba al cabeza de la PCM, lo hace sobre todo por “su posición a la lucha contra el terrorismo”. Si bien es cierto que Sendero Luminoso ya no es una amenaza a la gobernabilidad, la lucha contra sus remanentes todavía genera réditos políticos.
La lucha contra el terrorismo ha demostrado que tiene un efecto sobre la aprobación presidencial en el corto y largo plazo. Si no pregúntenle a los fujimoristas que siguen pasando por caja desde 1992. En cambio, el efecto de la economía en la opinión pública bajo situaciones de estabilidad es más coyuntural, y sobre todo asociado al incremento en los salarios. En contextos de recuperación económica, como lo demuestran los politólogos Moisés Arce y Julio Carrión, pequeños incrementos en las bajas tasas de inflación no afectan la aprobación presidencial, pero los salarios sí son determinantes.
Si como dice The Economist (la revista, no el ministro), Humala podría pasar a la historia como el presidente que vio el fin de la subversión en su país, tendría capital suficiente para neutralizar en la opinión pública el efecto de los congazos. En un contexto en el que además la seguridad ciudadana es considerada como el principal problema del país, la consolidación de un liderazgo fuerte (aunque autoritario) encuentra terreno fértil. Mientras la oposición intenta colocar el tema minero en la agenda, el gobierno ha encontrado, creo que por casualidad, a su caballito de batalla.
De acuerdo, privilegiar la seguridad no te hace de derecha; ni promover la inclusión social de izquierda. Pero es en los estilos de poner en marcha estas agendas donde se definen los énfasis y las justificaciones que toman los gobiernos. Y como en todas las películas taquilleras, a falta de ideas, es más fácil acudir al remake con los actores de moda, pero la trama de siempre. Aunque le pongas como título “la gran transformación”.
Publicado en El Comercio, el 6 de Marzo del 2012.
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