¿Cuál es el gobierno
que Ollanta Humala y Nadine Heredia han “alumbrado” en estos nueve meses?
En la sala de partos de Palacio de Gobierno, a las 9 y 43
nació Simón. Es el invierno del 2011, el orgullo de don Isaac por la gran
transformación. No se esperaba que fuera como los demás, sin “mano dura” ni
severidad. “Cuando gobiernes vas a
seguir, la misma vaina que te dijo tu papá, óyelo bien, tendrás que hacer la
gran transformación”. Lejos de casa, se le olvidó aquél sermón. Cambió la forma
de caminar derecho y se fue a la derecha. Dejó a los muchachitos del ayer y a
Salomón. Cuenta la gente que un día don Isaac, fue a visitarlo sin avisar, ¡vaya
que error! Y un HumAlan le habló al pasar, “le dijo hola que tal papá, cómo te
va, no me conoces, este es mi gobierno Simón, Simón mi hijo, la gran
transformación”.
Se cumplen 9 meses del gobierno nacionalista, que ha
consagrado definitivamente a la dupla Humala-Heredia como quienes ostentan el monopolio
de las decisiones de poder. En este periodo de gestación, la criatura es un
gobierno muy distinto a las expectativas que avivó. Lejos de responder a la
“gran transformación” del país que prometieron a diestra y siniestra durante la
campaña electoral, la pareja presidencial terminó replicando un esquema de
gobernar bastante sincero para sus capacidades. Sin un partido, sin estructuras
políticas ni anclas ideológicas, la actual administración es el vivo reflejo de
las limitaciones del proyecto político nacionalista. Es una administración
irreconocible y transformada si tomamos como referencia a Locumba, Andahuaylas
o la mesa familiar que encabeza don Isaac Humala. La filosofía salsera de
Willie Colón funge de metáfora con dedicatoria a los intelectuales progresistas
de Ciudadanos para el Cambio… que no se dio.
Si del cielo te caen
limones…
¿Cómo se hace política sin partido?, pregunta Julio Cotler
en voz alta. El Partido Nacionalista Peruano (PNP) es una creación orgánica tan
personalista como el común de los vehículos independientes de nuestra política
post-partido: decisiones que se toman en un círculo cerrado y exclusivo
(prácticamente un colchón de 2 plazas), cuadros políticos cuya suerte depende
de su lealtad al líder ante la ausencia de patrones de carrera política
definidos, y ausencia de coherencia ideológica (un pragmatismo por default), al
punto que ni siquiera se puede hablar de inconsistencia programática. La
improvisación prácticamente se institucionaliza, tanto para designar ministros
como para responder a un conflicto social, salvo, quizás, para elegir el
vestuario con el que se saldrá en la foto de las revistas que abundan en las
peluquerías.
“Los técnicos se alquilan”, solía decir el “Tucán” Bedoya.
En el caso actual, parece que la figura se ha invertido, y los políticos son
los que parecen rentados. La fortaleza de la tecnocracia –no solo a nivel de
cuadros, sino también a nivel ideológico— es decisiva para comprender el
mantenimiento del modelo. El piloto automático en realidad es un espejismo: el
timón se controla desde el MEF y el BCR. Los grupos empresariales tienen a
Humala como su nuevo amigo favorito, y miran a otro lado cuando se viste de
verde olivo o declara estados de emergencia. Hasta el optimismo económico del
colosal García forma parte de la herencia bien cuidada. El Ministerio del
Desarrollo y la Inclusión Social es una isla paradisiaca de PPKausas con
sensibilidad social. Pero la impaciencia del enfrentamiento entre los diseños y
la implementación, aumenta cada día. La moneda de la “inclusión social” está
camino a devaluarse si la política social no llega a “chorrear”.
Se ha pasado de la moderación a prácticamente el endose de
la política del “perro del hortelano”, desde la Hoja de Ruta hasta el “Conga
Va”. Ello obviamente trae consecuencias políticas, ahonda la crisis de
representación y aleja las posibilidades de consolidación democráticas. El
tercio del electorado que parecía haber ganado,por fin, sigue perdiendo como
siempre. Más allá de si las decisiones son acertadas o no, ese sector
inconforme con la economía y la desigualdad, ahonda su desafección política.
Son también los que cuentan con mayor capacidad de movilización. Las encuestas
dicen que el 25% de los habitantes de las ciudades peruanas ha salido al menos
una vez a protestar en el último año. Gregorio Santos, Walter Aduviri e
inclusive Antauro Humala, existen porque el
presidente dejó un espacio político desatendido. Abugattás está amarrado de
brazos por la dinámica propia de un Congreso que se envuelve en el espiral de
su desprestigio.
Palo que nace
doblao….
Cuando no hay partidos, se utiliza el largo brazo de los
medios de comunicación. Bajo los cánones de la política mediática se requieren
mayores dosis de carisma y habilidad ante las cámaras. En el reino político de
los “mudos” (Castañeda) y del español con acento (PPK), Humala es una suerte de
héroe del silencio. El verso de izquierda del Candidato se convirtió en
prudencia de derecha del Presidente. Su manejo de los tiempos puede llegar a
ser inoportuno, a veces, desacertado. La excesiva “producción” de sus
intervenciones ante la prensa solo resalta su dificultad para llegar a nuestros
hogares con la palabra precisa, la sonrisa perfecta. El trinar de su bienamada
esposa ha sido hasta ahora más efectivo para dar la línea, compañeros.
Uno es esclavo de sus palabras, dice el refrán, y vale
aunque éstas sean escasas. El proyecto minero Conga se volvió políticamente
inviable en el momento que el presidente soltó su “Conga Va”. Redujo la
problemática del desarrollo regional de Cajamarca (y del país en su conjunto) a
un caso, lo volvió simbólico y alineó a sus rivales políticos detrás de la
causa anti-minera. Por más divisiones que existen entre los radicalismos de
izquierda, el sentido común en contra del establishment encontró su caballito
de batalla. Los reflejos del militar que cree que el vozarrón funciona en
política se han demostrado impracticables en las arenas movedizas de los
conflictos sociales. Seis peruanos han muerto durante su gobierno debido a una
desafortunada administración de la represión estatal. La lógica del cuartel se
encuentra en las antípodas de lo que debe ser la relación entre el Estado y los
movimientos sociales.
Otro ejemplo de los costos políticos del lenguaje
presidencial, está relacionado con el triunfalismo exhibido tras la captura de
“camarada Artemio” en el Alto Huallaga. Se ponderó este logro del gobierno como
el inevitable final de Sendero Luminoso. Las cifras de la aprobación presidencial,
de
acuerdo con los sondeos de opinión pública, subieron automáticamente, llegando a sus picos de apoyo. Pero, a tan solo
semanas del hecho, Sendero Luminoso ha dado el golpe más importante de la
década luego del secuestro de 36 trabajadores de las empresas del consorcio
Camisea, demostrando que ha renovado su estilo de intervención política, que ha
expandido su radio de acción, y que sigue imponiéndose militarmente al Estado
en estos territorios. La Operación Libertad –que el presidente llamó
“impecable”— ha demostrado que ni siquiera la experiencia de un soldado presidente,
en teoría ducho en materia anti-subversiva, es suficiente para un problema que
excede el plano militar. La ambición política de Movadef y los radicalismos
extraviados que aprovechan el desorden de las protestas sociales, forman parte
de la violencia que se tiene que enfrentar para consolidar la democracia.
… una conocida enfermedad…
El diagnóstico es harto conocido. El Estado peruano padece
debilidad estructural, una tecnocracia centralizada y una extrema fragilidad territorial.
Humala, el soldado, conoce mejor que nadie lo que llamamos “ausencia del Estado”,
del cual es el Jefe Supremo. El gobierno está en pañales. Nueve meses ha sido
apenas tiempo para dar a luz a una criatura de características muy distintas a
lo prometido, pero básicamente una réplica de sus antecesores: una excesiva
dependencia del desempeño de las macrocifras, y una permanente ociosidad para
construir instituciones políticas que generen confianza y cercanía con el
ciudadano. Los “pediatras” de la criatura –Lerner, Valdés—no han podido apostar
por fórmulas que auténticamente se salgan del molde. No es fácil “criar” un
gobierno en situaciones adversas –crisis económica internacional, sociedades
fragmentadas, y problemas estructurales que parecen inacabables--, pero no se
puede insistir con la misma fórmula que mantiene un país con una conflictividad
social que resulta la mayor amenaza a su gobernabilidad.
De otro modo, la criatura del
gobierno de Humala seguirá creciendo con el mal endémico que conduce a una vida
llena de sobresaltos, una repetición incansable de los mismos síntomas:
popularidad presidencial en descenso, fiebre de violencia social y con el
cáncer de Sendero que parecía controlado. No es descabellado pensar que el
equilibrio se haga insostenible y el electorado apueste –siempre está el
riesgo—por una salida más radical. Es en este momento en el que don Isaac
Humala piensa en su otro hijo, quien le habla desde la prisión. Pero esa ya es
otra salsa.
Publicado en Correo Semanal, el 26 de Abril del 2012.
No comments:
Post a Comment
Lo que tu me deseas, te deseo el doble: