Wednesday, May 2, 2012

Simón, la gran transformación


¿Cuál es el gobierno que Ollanta Humala y Nadine Heredia han “alumbrado” en estos nueve meses?


En la sala de partos de Palacio de Gobierno, a las 9 y 43 nació Simón. Es el invierno del 2011, el orgullo de don Isaac por la gran transformación. No se esperaba que fuera como los demás, sin “mano dura” ni severidad. “Cuando  gobiernes vas a seguir, la misma vaina que te dijo tu papá, óyelo bien, tendrás que hacer la gran transformación”. Lejos de casa, se le olvidó aquél sermón. Cambió la forma de caminar derecho y se fue a la derecha. Dejó a los muchachitos del ayer y a Salomón. Cuenta la gente que un día don Isaac, fue a visitarlo sin avisar, ¡vaya que error! Y un HumAlan le habló al pasar, “le dijo hola que tal papá, cómo te va, no me conoces, este es mi gobierno Simón, Simón mi hijo, la gran transformación”.


Se cumplen 9 meses del gobierno nacionalista, que ha consagrado definitivamente a la dupla Humala-Heredia como quienes ostentan el monopolio de las decisiones de poder. En este periodo de gestación, la criatura es un gobierno muy distinto a las expectativas que avivó. Lejos de responder a la “gran transformación” del país que prometieron a diestra y siniestra durante la campaña electoral, la pareja presidencial terminó replicando un esquema de gobernar bastante sincero para sus capacidades. Sin un partido, sin estructuras políticas ni anclas ideológicas, la actual administración es el vivo reflejo de las limitaciones del proyecto político nacionalista. Es una administración irreconocible y transformada si tomamos como referencia a Locumba, Andahuaylas o la mesa familiar que encabeza don Isaac Humala. La filosofía salsera de Willie Colón funge de metáfora con dedicatoria a los intelectuales progresistas de Ciudadanos para el Cambio… que no se dio.

Si del cielo te caen limones…
¿Cómo se hace política sin partido?, pregunta Julio Cotler en voz alta. El Partido Nacionalista Peruano (PNP) es una creación orgánica tan personalista como el común de los vehículos independientes de nuestra política post-partido: decisiones que se toman en un círculo cerrado y exclusivo (prácticamente un colchón de 2 plazas), cuadros políticos cuya suerte depende de su lealtad al líder ante la ausencia de patrones de carrera política definidos, y ausencia de coherencia ideológica (un pragmatismo por default), al punto que ni siquiera se puede hablar de inconsistencia programática. La improvisación prácticamente se institucionaliza, tanto para designar ministros como para responder a un conflicto social, salvo, quizás, para elegir el vestuario con el que se saldrá en la foto de las revistas que abundan en las peluquerías.

“Los técnicos se alquilan”, solía decir el “Tucán” Bedoya. En el caso actual, parece que la figura se ha invertido, y los políticos son los que parecen rentados. La fortaleza de la tecnocracia –no solo a nivel de cuadros, sino también a nivel ideológico— es decisiva para comprender el mantenimiento del modelo. El piloto automático en realidad es un espejismo: el timón se controla desde el MEF y el BCR. Los grupos empresariales tienen a Humala como su nuevo amigo favorito, y miran a otro lado cuando se viste de verde olivo o declara estados de emergencia. Hasta el optimismo económico del colosal García forma parte de la herencia bien cuidada. El Ministerio del Desarrollo y la Inclusión Social es una isla paradisiaca de PPKausas con sensibilidad social. Pero la impaciencia del enfrentamiento entre los diseños y la implementación, aumenta cada día. La moneda de la “inclusión social” está camino a devaluarse si la política social no llega a “chorrear”.

Se ha pasado de la moderación a prácticamente el endose de la política del “perro del hortelano”, desde la Hoja de Ruta hasta el “Conga Va”. Ello obviamente trae consecuencias políticas, ahonda la crisis de representación y aleja las posibilidades de consolidación democráticas. El tercio del electorado que parecía haber ganado,por fin, sigue perdiendo como siempre. Más allá de si las decisiones son acertadas o no, ese sector inconforme con la economía y la desigualdad, ahonda su desafección política. Son también los que cuentan con mayor capacidad de movilización. Las encuestas dicen que el 25% de los habitantes de las ciudades peruanas ha salido al menos una vez a protestar en el último año. Gregorio Santos, Walter Aduviri e inclusive Antauro Humala, existen porque el presidente dejó un espacio político desatendido. Abugattás está amarrado de brazos por la dinámica propia de un Congreso que se envuelve en el espiral de su desprestigio.

Palo que nace doblao….
Cuando no hay partidos, se utiliza el largo brazo de los medios de comunicación. Bajo los cánones de la política mediática se requieren mayores dosis de carisma y habilidad ante las cámaras. En el reino político de los “mudos” (Castañeda) y del español con acento (PPK), Humala es una suerte de héroe del silencio. El verso de izquierda del Candidato se convirtió en prudencia de derecha del Presidente. Su manejo de los tiempos puede llegar a ser inoportuno, a veces, desacertado. La excesiva “producción” de sus intervenciones ante la prensa solo resalta su dificultad para llegar a nuestros hogares con la palabra precisa, la sonrisa perfecta. El trinar de su bienamada esposa ha sido hasta ahora más efectivo para dar la línea, compañeros.

Uno es esclavo de sus palabras, dice el refrán, y vale aunque éstas sean escasas. El proyecto minero Conga se volvió políticamente inviable en el momento que el presidente soltó su “Conga Va”. Redujo la problemática del desarrollo regional de Cajamarca (y del país en su conjunto) a un caso, lo volvió simbólico y alineó a sus rivales políticos detrás de la causa anti-minera. Por más divisiones que existen entre los radicalismos de izquierda, el sentido común en contra del establishment encontró su caballito de batalla. Los reflejos del militar que cree que el vozarrón funciona en política se han demostrado impracticables en las arenas movedizas de los conflictos sociales. Seis peruanos han muerto durante su gobierno debido a una desafortunada administración de la represión estatal. La lógica del cuartel se encuentra en las antípodas de lo que debe ser la relación entre el Estado y los movimientos sociales.

Otro ejemplo de los costos políticos del lenguaje presidencial, está relacionado con el triunfalismo exhibido tras la captura de “camarada Artemio” en el Alto Huallaga. Se ponderó este logro del gobierno como el inevitable final de Sendero Luminoso. Las cifras de la aprobación presidencial,  de acuerdo con los sondeos de opinión pública, subieron automáticamente, llegando a sus picos de apoyo. Pero, a tan solo semanas del hecho, Sendero Luminoso ha dado el golpe más importante de la década luego del secuestro de 36 trabajadores de las empresas del consorcio Camisea, demostrando que ha renovado su estilo de intervención política, que ha expandido su radio de acción, y que sigue imponiéndose militarmente al Estado en estos territorios. La Operación Libertad –que el presidente llamó “impecable”— ha demostrado que ni siquiera la experiencia de un soldado presidente, en teoría ducho en materia anti-subversiva, es suficiente para un problema que excede el plano militar. La ambición política de Movadef y los radicalismos extraviados que aprovechan el desorden de las protestas sociales, forman parte de la violencia que se tiene que enfrentar para consolidar la democracia.

… una conocida enfermedad…
El diagnóstico es harto conocido. El Estado peruano padece debilidad estructural, una tecnocracia centralizada y una extrema fragilidad territorial. Humala, el soldado, conoce mejor que nadie lo que llamamos “ausencia del Estado”, del cual es el Jefe Supremo. El gobierno está en pañales. Nueve meses ha sido apenas tiempo para dar a luz a una criatura de características muy distintas a lo prometido, pero básicamente una réplica de sus antecesores: una excesiva dependencia del desempeño de las macrocifras, y una permanente ociosidad para construir instituciones políticas que generen confianza y cercanía con el ciudadano. Los “pediatras” de la criatura –Lerner, Valdés—no han podido apostar por fórmulas que auténticamente se salgan del molde. No es fácil “criar” un gobierno en situaciones adversas –crisis económica internacional, sociedades fragmentadas, y problemas estructurales que parecen inacabables--, pero no se puede insistir con la misma fórmula que mantiene un país con una conflictividad social que resulta la mayor amenaza a su gobernabilidad.

De otro modo, la criatura del gobierno de Humala seguirá creciendo con el mal endémico que conduce a una vida llena de sobresaltos, una repetición incansable de los mismos síntomas: popularidad presidencial en descenso, fiebre de violencia social y con el cáncer de Sendero que parecía controlado. No es descabellado pensar que el equilibrio se haga insostenible y el electorado apueste –siempre está el riesgo—por una salida más radical. Es en este momento en el que don Isaac Humala piensa en su otro hijo, quien le habla desde la prisión. Pero esa ya es otra salsa.

Publicado en Correo Semanal, el 26 de Abril del 2012.

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