Luego de la apertura del régimen en el 2001, la división
política en el Perú se volvió ideológica. Ya no se trata de una pugna entre
demócratas y autoritarios, ni entre cívicos-manos-blancas y clientelas
políticas. El crecimiento económico sin redistribución ha construido dos
bloques que se imaginan irreconciliables: los que defienden el establishment y
los que protestan por la insatisfacción postergada (una vez más). Hasta la
fragmentación legislativa se explica a nivel programático. Los tránsfugas del
ayer –billete encima de la mesa— han dado paso a los nacionalistas renunciantes
por convicciones políticas. El Perú Avanza: de Beto Kouri a Verónika Mendoza.
En un escenario sin partidos, las posiciones ideológicas tienden
a polarizarse. Pecaré de reduccionista: la derecha encuentra en los medios de
comunicación a sus voceros, a la izquierda solo le queda la movilización
popular. Los grupos empresariales cabildean con los tecnócratas-Mad-Men del MEF.
Le temen más a la renuncia de Castilla que a una arenga de Gregorio Santos. Mientras
que la protesta social es el lobby de los pobres. Los primeros caen fácilmente
en la agenda de los más represores, los segundos en la de radicales
extremistas.
La falta de inteligencia azuza las contradicciones. Los
“defensores” del modelo buscan deslegitimar cualquier demanda social tildándola
de “senderista”. Los “perros del hortelano” ven a Humala como un “capturado” más
por los poderes fácticos fujimoristoides. No hay diálogo posible porque el país
se convierte en el reino de la manipulación. “Los azuzadores manipulan a los
pobres marginados; métanlos presos”, dicen en la televisión por cable; “Los
medios capitalinos manipulan a los citadinos; son unos corruptos”, dicen en las
redes sociales. El presidente Humala toma posición agudizando el disenso:
prefiere perder el cariño popular y recibir el espaldarazo de aprobación de los
Dueños del Perú Mining Company.
¿Cómo salir de la situación de intransigencia? Para algunos,
como Martín Tanaka, es necesario reactivar un centro político (o
centro-izquierda). Pero, una posición de este tipo sería una más en el diálogo
de sordos. Se requiere bajar la intensidad de los extremos, no crear una
posición inocua. Para otros, como Steven Levitsky, quedan dos caminos en una
democracia con conflictos: tolerar la violencia o cooptar “peronistamente” a
los opositores. Para lo primero requieres de cuadros políticos, para que la
situación no se te vaya de las manos; lo segundo te lleva a una vía
fujimorista… y ya tú sabes cómo termina.
Insisto en que la salida depende de la capacidad de
iniciativa política del inquilino de Palacio. Es decir, dar un paso más allá
del entrampamiento suicida entre La Gran Transformación y la Hoja de Ruta. Humala
debería trascender el trastorno de personalidad múltiple que él mismo ha creado
con su dilema “polo blanco, polo rojo”. Olvidarse
del glosario electoral y poner los términos de una agenda política que
desarticule a los actores polarizantes (a ambos extremos, perdonen la redundancia).
No hay gobernabilidad con polarización. Ya sabe Usted, Presidente, por dónde
empezar.
Publicado en El Comercio, 12 de Junio del 2012.
No comments:
Post a Comment
Lo que tu me deseas, te deseo el doble: