A propósito del post de mi “choche” Diana Chávez, copio algunas breves crónicas de “responsabilidad social”, en las que las “buenas intenciones” traen de yapa mucha frivolidad. Las tres historias son ciertas (la última la oí no sólo a Martin Tanaka, sino a algunos otros coetáneos suyos). Se ha respetado la identidad de los protagonistas para proteger su integridad física ante posibles comunicados de desagravio o plantones manos blancas. Si usted, estimado lector, reconoce a los personajes (los tres trabajan en ONG en Lima), se les pide guardar celosamente el secreto.
Uno
Cuando Santiago fue a hacer trabajo de campo a una comunidad altoandina de Chincheros, durmió en el piso por primera vez. No había luz y todos pasaron la noche alrededor de la cocina. “Mismo fireplace”, Santiago pensó. Precavido, había llevado la bolsa de dormir que su tía Susana le había comprado en Timberland en un outlet gringo. Si no, no la hacía. Al día siguiente, tomó un desayuno que calificó de “bravazo” (mote cocido en vez del acostumbrado cereal de caja). Fue lo más “orgánico” que probó en mucho tiempo. Al medio día, el chofer que había contratado la universidad limeña donde estudia Antropología pasó a recogerlo, pero antes de partir, se tomó unas fotos “bien cool” con la familia que lo alojó. “Todos salen rojitos y yo con el labio seco… mis fotos digitales son locazas”, comentó a su novia que lo esperaba en Cusco, donde juerguearon el fin de semana antes de regresar a Lima. “La vaina es que no podré enviarlas por internet para que las vean. Pero, just in case, lo colgaré en mi facebook”, dijo antes de entrar al Ukukus.
Dos
El oficial de organismo internacional con sede en Washington, acude a al directorio principal en búsqueda de financiamiento adicional para organizar un taller con políticos latinoamericanos en el que se discuta el impacto de los programas de alivio contra la pobreza. Logra su cometido. La sede le transfiere la suma de 220 mil dólares que, sumados con el aporte de otras fuentes de cooperación, resulta suficiente para organizar el taller de trabajo en un hotel cinco estrellas en Cartagena de Indias. Representantes políticos de 10 países latinoamericanos y miembros de diferentes agencias de cooperación se reúnen durante dos días para discutir los avances y los obstáculos en las políticas de reducción de la pobreza. Todos parecen comprometidos con incluir dentro de sus plataformas políticas, las prioridades para la inclusión social. Luego del arduo trabajo de dos días, la mayoría decide quedarse el fin de semana descansando en las playas caribeñas. Al salir del hotel, niños que venden caramelos se acercan. Ellos los ignoran. (El informe final señala que el evento fue un éxito).
Tres
Mediados de la década del ochenta. El director de un programa de desarrollo lee el periódico en su oficina de Magdalena. Una noticia le llama la atención de modo particular. Inmediatamente llama por el anexo a tres practicantes –estudiantes de sociología, cachorros aún--, quienes acuden al instante. Les alcanza el diario a los muchachos y les dice: “Lean esto”. Ellos leen con atención: una comunidad en el sur andino fue arrasada por una patrulla militar. Decenas de muertos. El funcionario se levanta de su asiento y mientras se enciende un cigarrillo pregunta: “Qué les parece?”. Los practicantes no responden, no saben qué decir ante la crueldad del homicidio colectivo. Ante el silencio, el jefe inicia en voz alta un monólogo “aleccionador”: “Con esta noticia justificamos un proyecto para la cooperación internacional, dedicamos tantos fondos a honorarios y sacamos un librito, y con el sueldo ya me alcanza para pagar terminar mi casa de playa en San Bartolo. Esto, chicos, es sacar provecho a la realidad”.
Fines de la primera década del nuevo siglo. El director de un programa de desarrollo sigue sentado en su oficina en Magdalena. Espera con ansias el fin de semana para ir a su casa en San Bartolo.
Uno
Cuando Santiago fue a hacer trabajo de campo a una comunidad altoandina de Chincheros, durmió en el piso por primera vez. No había luz y todos pasaron la noche alrededor de la cocina. “Mismo fireplace”, Santiago pensó. Precavido, había llevado la bolsa de dormir que su tía Susana le había comprado en Timberland en un outlet gringo. Si no, no la hacía. Al día siguiente, tomó un desayuno que calificó de “bravazo” (mote cocido en vez del acostumbrado cereal de caja). Fue lo más “orgánico” que probó en mucho tiempo. Al medio día, el chofer que había contratado la universidad limeña donde estudia Antropología pasó a recogerlo, pero antes de partir, se tomó unas fotos “bien cool” con la familia que lo alojó. “Todos salen rojitos y yo con el labio seco… mis fotos digitales son locazas”, comentó a su novia que lo esperaba en Cusco, donde juerguearon el fin de semana antes de regresar a Lima. “La vaina es que no podré enviarlas por internet para que las vean. Pero, just in case, lo colgaré en mi facebook”, dijo antes de entrar al Ukukus.
Dos
El oficial de organismo internacional con sede en Washington, acude a al directorio principal en búsqueda de financiamiento adicional para organizar un taller con políticos latinoamericanos en el que se discuta el impacto de los programas de alivio contra la pobreza. Logra su cometido. La sede le transfiere la suma de 220 mil dólares que, sumados con el aporte de otras fuentes de cooperación, resulta suficiente para organizar el taller de trabajo en un hotel cinco estrellas en Cartagena de Indias. Representantes políticos de 10 países latinoamericanos y miembros de diferentes agencias de cooperación se reúnen durante dos días para discutir los avances y los obstáculos en las políticas de reducción de la pobreza. Todos parecen comprometidos con incluir dentro de sus plataformas políticas, las prioridades para la inclusión social. Luego del arduo trabajo de dos días, la mayoría decide quedarse el fin de semana descansando en las playas caribeñas. Al salir del hotel, niños que venden caramelos se acercan. Ellos los ignoran. (El informe final señala que el evento fue un éxito).
Tres
Mediados de la década del ochenta. El director de un programa de desarrollo lee el periódico en su oficina de Magdalena. Una noticia le llama la atención de modo particular. Inmediatamente llama por el anexo a tres practicantes –estudiantes de sociología, cachorros aún--, quienes acuden al instante. Les alcanza el diario a los muchachos y les dice: “Lean esto”. Ellos leen con atención: una comunidad en el sur andino fue arrasada por una patrulla militar. Decenas de muertos. El funcionario se levanta de su asiento y mientras se enciende un cigarrillo pregunta: “Qué les parece?”. Los practicantes no responden, no saben qué decir ante la crueldad del homicidio colectivo. Ante el silencio, el jefe inicia en voz alta un monólogo “aleccionador”: “Con esta noticia justificamos un proyecto para la cooperación internacional, dedicamos tantos fondos a honorarios y sacamos un librito, y con el sueldo ya me alcanza para pagar terminar mi casa de playa en San Bartolo. Esto, chicos, es sacar provecho a la realidad”.
Fines de la primera década del nuevo siglo. El director de un programa de desarrollo sigue sentado en su oficina en Magdalena. Espera con ansias el fin de semana para ir a su casa en San Bartolo.
la huevada es que, cuando sabes como son estos cojudos caviares, te da cierto gusto leer La Razon, y puta a veces no mienten. ya hace tiempo salio en Correo y en La Razón, sacaron una foto del ojo que llora y una foto de un monumento a unos muertos blancos en Holanda y sugerian que, dada la nacionalidad de la Mutal esa, podría ser un plagio. la huevada es que tu ves las dos vainas y son idénticas, y la tia cobro 250,000 dolares por su “monumento”, o algo asi, y y nadie dice nada
ReplyDeletejorobado, no regreses, te van a sacar la mierda y encima nunca te daran chamba.
roberto
(Ese, querido Roberto, es un temor recurrente por estos días).
ReplyDeleteChoche, ¿"sólo" 220 mil? No pues, pareces nuevo! (jaja).
Muy aparte de la roncha que puedan sacar los blogs, algunos medios y demás con este tipo de verdades (que de otro modo, solamente serían verdades a medias) creo que es importante considerar que son medios más que eficaces para lograr que al menos 4 gatos se sienten un ratito a hacer autocrítica.
Ojalá lleve a algo; a algo más que un informe, un boletín, una foto o una nota de prensa "todabacán".
Un abrazo graaaande mi choche!
Pero, poniendonos la mano al pecho y otra en el bolsillo derecho, como la hacemos? osea tengo mi ONG, quiero ayudar a mis brothers campesinos para que jameen mejor, para que no se enfermen, que los chibolos no se mueran de hambre, ni esten destrunidos y etc. Pero como la hago, hacemos un diagnostico primero porque toda la informacion de la zona es una mierda, se va la plata ahi. Luego se buscan proyectos de desarrollo, otro billeton, y que? resultamos con las mismas ideas de siempre Que mas, les damos sus cuyes, sus abonos, que mas..buscar mercado para sus productos, como conectarlos al mercado? plantar arbolitos? llevar vacunas? construir silos?
ReplyDeleteHe reconocido a varias personas en los casos que mencionas. Pero para ser justos, con el caso 1, eso es mas ingenuidad clasemediera que insensibilidad o cinismo (como en el caso dos y tres). Simplemente hay muchisima gente que simplemente no ha experimentado otros contextos en su vida y realmente toda esa vaina se presta para ser cool pues, ja.
ReplyDeleteEn fin, coincido si, con varios de tus post sobre el tema. ?Quien no tiene una historia similar (alguna vez habre hecho esos comentarios yo misma?).
Aqui no mas, recuerdo haber estudiado con otra chica peruana que cada vez que hacia exposicion sobre cualquier tema, metia fotos de ella con "los indigenas", ya sabes, para dar el toque exotico que tanto les gusta en Europa.
Ojo, Mantilla, yo no desacredito el trabajo de las ONG, que muchas de ellas hacen su chamba bien bacan. Simplemente doy cuenta de "contradicciones" de este tipo de trabajo. Claro, tampoco es la idea de dejarlo todo e irse a vivir "al monte".
ReplyDeleteCon respecto al comentario de Phoenix, si, creo que el primer caso es mas ingenuidad de chibolo en sus primeros "trabajos de campo", y de seguro yo habre caido en el mismo rollo muchas veces. Finalmente, yo "creci" en este negocio, asi que no estoy "libre de pecado". Gracias por vuestros comentarios a los dos.
Saludos, muy ciertas tus opiniones, siempre nos sentimos indignados de que en muchos casos se busquen satisfacer necesidades personales y hasta se lucre detrás de una pantalla Responsabilidad Social. Sin embargo pienso que en algunas circunstancias, una Responsabilidad Social bien trabajada, sabe como utilizar con astucia e inteligencia estas escasas buenas intenciones de muchos que basan su comportamiento "ético" en beneficios personales. La estrategia es preparar el entorno para que las personas que se mantienen alejados de la ética deseen cada vez más introducirla en su vida. Muchas veces se inicia una idea con un par de personas concientes y con verdaderas buenas intenciones, esto atrae a algunos seguidores con intereses variados, para convertirse en muchos caso en moda (cosa criticada por muchos, sin embargo esto es solo una etapa), luego pasará a ser una costumbre y finalmente una obligación. Sí lo sé es casi utópico pero creo que es más real y palpable a mediano plazo que pretender mantener un mundo de ángeles y corazones amorosos por el prójimos que, podemos ver claramente que no encontraremos en el mundo en el que vivimos y que poco ayudan o logran algo. Como un hielo en el mar para contrarrestar el Calentamiento Global. Este tipo de estrategias bien trabajadas, son las que conseguirán cambios. Por supuesto que siempre son mejores personas con verdadera convicción. Siempre cuestiono mi propia posición, cuando no tenemos personas convencidas sus comportamiento no trasciende y acaban, pero ahí entra lo sistémico y practico de la estrategia.
ReplyDeleteRecomiendo: http://blog.pucp.edu.pe/item/9651#comments