¿Queremos rock?
El 9 de Octubre Mick Jagger llegaba a Lima y días después
era recibido por la dupla Humala-Heredia en Palacio de Gobierno. Esos mismos
días, en el distrito de La Encañada (Cajamarca), se iniciaban los bloqueos de
la carretera a Bambamarca en protesta contra el proyecto Conga.
El 1 de febrero, la Primera Dama de la Nación visitaba el “behind
the scenes” del concierto de Elton John. Una foto con su estrella de karaoke
favorita consagra el momento en el que le regala una camiseta de la marca Perú.
Mientras, en el interior del país, grupos movilizados ultimaban detalles para
la Marcha por el Agua.
El 29 de febrero, Bono, integrante del grupo irlandés U2,
departía con el dúo dinámico del poder nacional en la Casa de Gobierno. Se dice
que fue el Presidente quien lo convenció a darse una vueltita por Madre de Dios
luego de visitar Machu Picchu. Mientras el rockero se internaba en el paraíso
ecológico de Tampopata, las asociaciones de mineros informales de esa región organizaban
protestas contra el Gobierno, las que terminarían con un muerto.
La semana que pasó, Gene Simmons y su esposa, la ex conejita
de Playboy, Shannon Tweed visitaron nuestro país y no dudaron en pasar a saludar,
con reverencia feudal, a los anfitriones de la Casa de Pizarro. La reunión fue
breve pero lo suficiente como para que los trabajadores de Doe Run se picaran
porque el día anterior apenas pudieron dejar un oficio en mesa de partes de la
puerta de Desamparados. Para variar, el momento mismo en el que el ex cantante
de Kiss sacaba la lengua en la Plaza de Armas, un pescador de Paita conocía el
beso de la muerte.
La frivolidad es un mal que padece cierto tipo de poderosos.
Delata la falta de estatura para responsabilidades políticas en las que el
gesto del estadista es importante. Desde los fines de semana de Punta Sal de
Toledo pasando por el ego colosal de García, los inquilinos de Palacio de
Gobierno parecen heredar los gestos impropios de gobernantes sin aprecio por los
peruanos. La aprobación presidencial producto de una combinación entre “luna de
miel” y respaldo a la lucha contra el terrorismo, no debe interpretarse como
una carta blanca para convertir Palacio
en un hogar de vanidades.
El diablo está en los detalles. En un país de Congas y varios
VRAE, las travesuras de la primera “groupie” de la nación resultan ofensivas.
Porque hasta en estos gestos requerimos la gran transformación prometida. Es
aquí donde se le pide a los gobernantes “menos engreimiento y más garra”. Queremos
menos rock, para que no sean las rocas que bloquean carreteras las estrellas
que se roben el show del desgobierno. Porque el glamour y la clase no se gana
en un perfil de Facebook, sino en cómo pasas a los libros de Historia. Esperemos
que cuando venga Madonna no se le ocurra saltar el escenario a cantar a
Material Girl sin haber terminado con el terrorismo, al menos.
Publicado en El Comercio, el 1 de Mayo del 2012.
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