Tuesday, May 1, 2012

Sendero desde adentro


Sendero está nuevamente en las portadas y seguimos conociéndolo poco. Los especialistas discuten la caracterización del grupo rebelde. ¿Subversivos?, ¿Terroristas?, ¿Narco-terroristas? Falta precisión sobre la comprensión del militante senderista armado, ese individuo que decide enrolarse en un camino inevitable hacia la muerte, con escasas posibilidades de una vida ajena a la clandestinidad y el delito. ¿Por qué, entonces, existen aún cientos de peruanos que se unen activamente a esta violencia armada?

Son tres los principales elementos que explican el surgimiento de grupos rebeldes armados: un Estado incapaz de controlar su territorio, la existencia de recursos ilegales con demanda en el mercado negro y una población resentida, víctima de injusticia. Cuando tales factores confluyen, las posibilidades de insurrección son altas. Bajo estas circunstancias, el reclutamiento de rebeldes presenta dos vías: proponer incentivos materiales o ideológicos. Cuando se enfatizan los primeros, los rebeldes son más oportunistas; cuando se acentúan los segundos, son más activistas.

En base a esta clasificación, Jeremy Weinstein se aproxima al análisis de los dos Senderos militares: el Alto Huallaga y el VRAE (Inside Rebellion, Cambridge Press, 2007). El primero, se caracterizaba por una militancia más utilitaria y con débiles mecanismos de disciplina interna, más violenta, y más fácil de infiltrar. Sin trabajo ideológico, su accionar estaba más cerca a la de una banda delincuencial cualquiera. Por ello, las labores de inteligencia funcionaban; ello explica la victoria sobre Artemio.

En el VRAE, la historia es distinta. La militancia es más ideologizada, tienen una estrategia de compenetración con la población, y una meta política clara: el monopolio del poder sobre las regiones cocaleras. Sus objetivos siguen siendo subversivos. Aunque no pretenden derrocar el régimen, sí procuran el dominio de una región donde el Estado peruano ha perdido la batalla históricamente. Su subsistencia les ha favorecido la confianza de los locales. Por décadas han sido los “señores” de esas tierras y, de esta manera, sí resulta atractivo colaborar con ellos y hasta integrarse militarmente. Los vínculos con el narcotráfico les permiten persistir y hacer de éste, un modo de vida rentable.

Por lo tanto, en el VRAE, ni la inteligencia (infiltración) ni la destreza militar (cercos “impecables”) tienen éxito; se trata de un fenómeno más complejo. Según las imágenes periodísticas emitidas recientemente, “Gabriel” arenga muerte y política, mientras sus vigilias tratan a los reporteros con la “amabilidad” de un campesino del lugar. La estereotipificación de “niños secuestrados por Sendero”, nos impide apreciar una realidad más cruenta: la violencia armada contra el Estado como un tipo de vida de jóvenes sin oportunidades, vencidos desde el nacer por una suma de gobiernos indolentes.

La guerra contra Sendero ha olvidado una premisa básica: nuestros enemigos son también peruanos. Para vencer esta guerra debemos ganar a los rebeldes, y evitar que estos discursos violentistas sigan siendo atractivos después de tantos sepelios.

Publicado en El Comercio, el 24 de Abril del 2012.

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