La posibilidad del indulto al ex presidente Alberto Fujimori
nuevamente divide al país. El fujimorismo se constituye así en un clivaje
político que atraviesa la sociedad, la clase política, la Iglesia e, incluso, la
propia derecha. Creer que la libertad de Fujimori es una insignia de toda la
derecha es un simplismo tan grosero como el creer que los que están en su
contra son todos “caviares”.
Norberto Bobbio ensaya una definición mínima de derecha como
la posición política que considera que las desigualdades entre la gente son
naturales y están fuera de la responsabilidad estatal. En algunos países el
esquema izquierda/derecha se afirma al superponerse otros ejes ideológicos,
como el secularismo/clericalismo y su impacto en el plano social (por ejemplo
un progresista PDR y un católico conservador PAN en México). Pero también es
posible que, en vez de fortalecerse entre sí, los ejes complementarios dividan al
interior de la propia derecha (como es el caso del conservador UDI y el más
liberal RN, ambos partidos de la derecha chilena).
La derecha peruana comparte la definición mínima, pero puede
llegar a tener discrepancias políticas máximas, derivando en dos vertientes.
Por un lado, tenemos una derecha más pragmática, que no le hace ascos a la mano
dura para resolver problemas de conflictividad social, cuya evaluación ética
pone en la misma balanza los resultados económicos y su reducida noción de
violaciones a los derechos humanos a meros “costos sociales”; relativizando
actos de corrupción, justificando el “robó pero hizo obra”. Para movilizar a
las masas, apela al clientelismo. Su versión exacerbada, autoritaria, convierte
la caricaturización de la “DBA” en una realidad.
Pero hay otra derecha, más institucionalista, que considera
que los principios democráticos (como el Estado de derecho y el equilibrio de
poderes) están por encima de las conveniencias políticas. Que no comparte el
reflejo de acudir a los militares para controlar el orden público y que cree
que el cumplimiento de las sanciones establecidas por la justicia autónoma es
un requisito para el perdón. Su estrategia de movilización es sobre todo
ideológica.
Cuando no existen partidos enraizados, estas dos vertientes
se manifiestan políticamente a través de diversas modalidades: poderes fácticos
(grupos de poder económicos, medios de comunicación), expresiones electorales (unas
en proceso de institucionalización, como el fujimorismo; otras más emotivas como
los PPKausas) y hasta a través de las voces editoriales de líderes de opinión,
algunas con volátiles convicciones.
La promoción del indulto a Fujimori pone en evidencia la
capacidad de articulación --y el consecuente poder-- de la derecha pragmática
en varios frentes. La presión de sus élites encuentra legitimidad social en el
movimiento fujimorista, potencialmente movilizable y un apoyo importante en la
opinión pública. La obstrucción a esta posibilidad, en cambio, no pasa solo por
la presión de la izquierda (aislada en las esferas de poder, fragmentada a
nivel del movimiento social), sino sobre todo porque la derecha
institucionalista salga de su aletargamiento político. Espero que, por el bien
de nuestra democracia, despierten.
Publicado en El Comercio, el 2 de Octubre del 2012.
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