Friday, August 26, 2011

Presentaciones de gabinetes - Comparación


La presentación del primer gabinete del Ejecutivo ante el Congreso para recibir el voto de confianza del primer poder del Estado es un ejercicio más que simbólico de nuestra democracia porque trata de delinear las políticas generales del gobierno. Aunque muchas de sus propuestas se queden en el papel, presenta una guía útil no solo para generar (o no) confianza ante el país, sino también es en términos prácticos la primera movida en el tablero del juego político. A modo de ejercicio (incompleto por cierto), hice una comparación preliminar entre las presentaciones de los primeros gabinetes de los últimos tres gobiernos (incluyendo el actual, obviamente) tomando como referencia los principales temas abordados en los discursos y algunos otros aspectos de interés. Solo busco exponer la información relevante. El análisis será abordado en el siguiente post la próxima semana.

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Thursday, August 25, 2011

Buscando ciudadanos

La ausencia de un discurso político para un país de desencuentros.

El Perú es un país de desencuentros. Los últimos gobiernos no han conseguido generar un discurso político traducido en políticas públicas que logren paliar en algo las distancias sociales o, al menos, el acceso a los beneficios del progreso económico. De izquierda a derecha solo tenemos intentos fallidos. La izquierda setentera y sus herederos se han dirigido al “proletariado” o al “campesinado”, construyendo una identificación política colectiva tomando como base los determinismos de la actividad económica de la clase sometida. Luego, con más culpa que con reflejo, se evolucionó hacia la categorización de “pobres” y “excluidos”, categorías que ganaron cierto consenso. Se habló de los “sin voz” y la (buena) intención de toda política: el “empoderamiento”, siempre partiendo de la premisa de la subordinación y de los sujetos como actores pasivos. El discurso de la “inclusión social” es su más reciente versión y se sustenta en el desvalido a quien no le llega nada. La culpa se impone como leitmotiv de cualquier cambio social.

La derecha no se salva. Quizás su rollo más articulado haya sido el concebir a las clases bajas como informales, potenciales microcapitalistas cuya principal (¿y única?) actividad es económica y que se realiza al margen de las reglas de juego impuestas por el sistema (el mismo que los oprime, claro está). Ambas tendencias definen a las clases populares (sic) casi exclusivamente por su poder adquisitivo. Cuando sus discursos intentan dar el salto a la política, desfallecen. En las alternativas planteadas de “más Estado” o de “legalidad” hay un tímido reflejo de búsqueda de algo extra que no termina por precisarse. La izquierda ve pobres y excluidos, y la derecha ve informales. Nadie ve ciudadanos.

La generación de políticas sociales es el espacio donde aterrizar los discursos y convertirlos en realidad. La historia reciente da cuenta de programas sociales que buscaron una inclusión clientelar (el Fujimorismo), que se refugiaron en el tecnicismo vacio (durante el gobierno de Toledo) o pensaron que el cemento centralista bastaba (durante García II). Ollanta Humala tiene la gran oportunidad de distinguirse exitosamente de sus antecesores si convierte al “beneficiario” en un ciudadano, si entiende la “redistribución” como un derecho, y si acompaña el diseño técnico con un discurso político de reivindicación ciudadana en el que no existan “perros del hortelano” ni “mineros con responsabilidad social”, ni pobres ni ricos, ni excluidos ni excluyentes, sino donde todos seamos ciudadanos iguales ante la ley, la política, la economía y la cultura.

Por ejemplo, no puede haber Pensión 65 sin una política nacional de pensiones. Tampoco Cuna Más sin una política global de salud y cuidado infantil. Es necesario trascender la inmediatez de la ganga política. Ello requiere al menos dos columnas: una tecnocracia social profesionalizada y competente, a los mismos niveles que sus pares de las políticas económicas; y un discurso que suponga el ciudadano como sujeto político. Se necesita de la política para evitar el ahondamiento de los desencuentros. Y antes que buscar líderes mesiánicos que resuelven mágicamente los problemas de la gente, requerimos buscar ciudadanos que hagan sostenible un proyecto nacional. Ojalá que las élites (las de siempre y las de turno) lo hagan. El que busca, encuentra.

Publicado en Correo Semanal, 25 de Agosto del 2011

Thursday, August 18, 2011

¿Y la derecha?

Sobre el futuro de fujimoristas, “PPKausas” y pepecistas

Hay dos caminos posibles que llevan al poder: a través de coaliciones informales con actores que tienen capacidad de influencia y de veto (grupos económicos, elites conservadoras) o mediante organizaciones partidarizadas, lideradas por dirigentes con arrastre popular. La derecha peruana ha privilegiado la primera alternativa, al menos en las últimas décadas. Ante el fracaso de la vía organizada (cuyo último momento de gloria relativa fue el Fredemo), los grupos de poder económico consiguieron establecer una agenda de libre mercado imponiendo sus intereses de clase, acompañado con un discurso de orden y pragmatismo que calaba en gran sector de la sociedad. Priorizaron un mensaje de “gobernabilidad” sin importar lo que se sacrificara en nombre de ella. La fórmula fue eficiente mientras se sostenía la expectativa del chorreo, o mientras se podían seguir justificando los “sacrificios” que se tenían que hacer en materia de seguridad pública. Es decir, hasta que el discurso del “nosotros matamos menos” llegó a ser inaceptable para la mayoría.

El camino partidarizado es sinuoso y cruel, pero tiene la virtud de reducir los riesgos de sucumbir ante tentaciones autoritarias. El caso del PPC es emblemático al respecto. Trascendió el liderazgo fundacional de Luis Bedoya Reyes, formó uno nuevo y competitivo electoralmente con Lourdes Flores, cobijó una alianza electoral ideológicamente coherente en Unidad Nacional (sobre todo el primer lustro del siglo) y añadió a la plataforma de mercado (en lo económico) y conservadora (en lo social), un discurso democrático de derecha alternativo al predominante. Sin embargo, se desgastó al igual que el modelo que endosaba y terminó negociando en la candidatura de PPK su sobrevivencia en el registro de organizaciones políticas del JNE. El desafío es doble: salir del envejecimiento prematuro y encontrar representación fuera de Lima.

La derecha fuera del poder encuentra en el fujimorismo una alternativa para representarla electoralmente. Este proyecto tiene la ventaja de agradar a los intereses de la coalición dominante pre-Humala y de, a pesar de sus intenciones, desarrollarse como una organización con vínculos con la sociedad. Keiko Fujimori parece asumir el reto de convertir este proto-partido en la identidad política más sólida en el escenario actual.

Precisamente “partidarizar” su apoyo (establecer reglas y procedimientos para procesar sus demandas y decisiones) le permitiría subsanar su mayor falencia: democratizarse. Tarea incompleta si no consigue en lo político lo que Humala logró en lo económico: moderarse, correrse al centro, y generar una propuesta política que dé confianza en términos democráticos. ¿Podrá hacerlo con el pasivo de crímenes y delitos en materia de derechos humanos y corrupción?

Si a la izquierda se la ha criticado su visión ingenuamente participativa de la democracia, a la derecha le hace falta fundamentos liberales. Representar las políticas de mercado y la gobernabilidad sin bases pluralistas es perjudicial para la institucionalidad política. En el mejor de los casos puede producir un PPKausa que pide una segunda vuelta presidencial con tres candidatos (sic). El gobierno de las macrocifras y la ilusión de la inclusión clientelar fracasaron. ¿Es tan difícil para la derecha trascender el discurso economicista y meter en su glosario: ciudadanía, igualdad, Estado de derecho e inclusión?

Publicado en Correo Semanal, 18 de Agosto del 2011.

Thursday, August 11, 2011

Pistolas sin ideas

La seguridad pública y la izquierda.

Cuando el gobierno de Ollanta Humala se plantea resolver la inseguridad ciudadana, la pregunta de fondo es si un gobierno de izquierda está preparado para enfrentarla. A la derecha le queda claro el tipo de intervención y es más, siempre ha enarbolado el tema de seguridad en sus plataformas políticas, al punto que se le asocia a una forma de solucionar estos problemas. En América Latina, ante amenazas a la seguridad pública, proyectos políticos de derecha lograron construir respaldo popular en base a una respuesta represiva, militarizada y de mano dura ante los peligros de violencia, ya sean de carácter subversivo o delincuencial. Fujimori y Uribe son los más claros ejemplos de cómo, por un lado, una respuesta gubernamental a la violencia puede capitalizarse políticamente, pero a la vez, de cómo el monopolio de la violencia puede desbordar al propio Estado y convertir a éste en un agresor más.

¿Qué puede ofrecer un gobierno de izquierda como solución a la inseguridad? Un informe de INFOS compara el ofrecimiento del candidato Humala en estos temas. En el Plan de Gobierno de GANA Perú se propugna “una visión progresista” de la seguridad ciudadana, centrada en la prevención del delito por encima del control y la represión. Es decir, comprender sus causas en problemas estructurales de la sociedad tales como pobreza y marginación. Por ejemplo, el congresista oficialista Javier Diez Canseco plantea “construir una sociedad con valores distintos al neoliberalismo salvaje…familias con una vida decente y sin las brutales inequidades y exclusiones de hoy” (sic). Por otro lado, en la Hoja de Ruta se planteaba un enfoque centrado en el incremento de recursos tanto humanos como de infraestructura para la lucha contra la delincuencia. El ofrecimiento del Ministro del Interior Valdez de disponer el cuerpo policial exclusivamente a asuntos de seguridad pública y de mejorar el sistema de inteligencia abonan a la vertiente represiva que es más de lo que ya hemos tenido en los últimos años, y no marca diferencia con los fracasos de los gobiernos anteriores en esta materia.

¿Existe una tercera vía en materia de seguridad? Se debe plantear el tema de la seguridad estrechamente vinculado con el de presencia del Estado. La exclusión no es solo económica y social, sino también de protección estatal que debe brindar el gobierno. El camino de la privatización de la defensa ante la inseguridad (services privados) tiene altas probabilidades de degenerar y de que se vaya de las manos a sus impulsores. Y presencia estatal en materia de seguridad no es solamente más comisarías y policías; sino, por un lado, una burocracia civil especializada (y no repleta de ex agentes de inteligencia) y, por otro, preciso ejercicio del Estado de Derecho, lo cual implica un trabajo coordinado entre Interior y Justicia, pero también con un Poder Judicial más dinámico en el procesamiento de las sanciones.

La respuesta progresista es bien intencionada, pero parte de la premisa que tiene que cambiar al mundo primero. La respuesta militarizada –no es casual el número importante de ex militares en el Ejecutivo—es efectista y parcial. Una combinación de ambas (que es lo que hasta ahora representa Humala) no es suficiente para un problema que viene creciendo en perjuicios y preocupación, sino se piensa este sector en términos de inclusión estatal. No bastan más pistolas, si no hay nuevas ideas.

Publicado en Correo Semanal, 11 de Agosto del 2011.

Thursday, August 4, 2011

El doctorado

¿Qué hacer con nuestro anti-chilenismo?



Uno. Hace unos días, cuando todos esperábamos el inicio del partido por la semifinal de la Copa América entre Perú y Uruguay, un comercial de la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo, de la autoría del creativo (sic) Gustavo Rodríguez, nos recordaba lo tanto que nos comparamos con Chile.

Dos. A pesar que el anti-chilenismo ha bajado considerablemente en el discurso del Presidente Humala, no es insensato creer que en su propuesta de promover una línea aérea de bandera, hay al menos un tufillo de hacer el pare a las inversiones sureñas en este sector. No caben dudas que tanto mercado como gobierno entienden un nacionalismo que, lamentablemente, todavía tiene que cultivarse a punta de comparaciones odiosas con Chile.

Sería ingenuo pensar que esta característica de los peruanos vaya a desaparecer en el corto plazo. Pero al menos se podría intentar canalizar positivamente la comparación y hacerla un sano ejercicio de competencia. Si hay algo que envidio particularmente a Chile es su política educativa en la especialización de sus profesionales. La educación chilena, en general, tiene muchos problemas que han sido objeto de manifestaciones de protestas últimamente, pero no se discute la promoción estatal de postgrados a través de Becas Chile, un sistema que financia a más de mil jóvenes profesionales chilenos al año para que realicen doctorados (en ciencias, letras, artes, medicina, etc.) en las mejores universidades del mundo, pudiendo recibir cada beneficiario sumas que pueden llegar a los 40 mil dólares anuales como ayuda económica del Estado chileno. A cambio, al finalizar sus doctorados, los becarios regresan a sus países a trabajar (ya sea para el sector público o privado, no importa) el doble de años que estuvieron en el extranjero. ¿De dónde vienen los recursos? Adivinen…de la minería, específicamente de CODELCO (Corporación Nacional del Cobre de Chile).

¿Se imaginan Ustedes el impacto que podría tener que cada año al menos mil jóvenes peruanos salgan a estudiar sus doctorados en centros universitarios de nivel mundial? Si tanto a los empresarios como al actual Gobierno les interesa mucho competir con los vecinos del sur, pues háganlo en temas sustantivos que traigan un beneficio concreto al país en su conjunto y no a grupos económicos específicos. ¿O no me digan que no habría intereses particulares afectados y beneficiados con una línea aérea nueva en el mercado o con una marina mercante auspiciada por el Gobierno? (El discurso que los réditos de la minería benefician a todo el país queda desprestigiado con tantos intermediarios, services, publicistas, etc. llevándose gran parte del “bien público”).

Sería adecuado resolver creativamente nuestras "paltas" históricas y convertirlas en sana competencia, y no en pretextos para que se beneficien solo unos pocos. La educación, y especialmente la especialización de postgrado, me parece una alternativa que tanto Gobierno, empresarios y “creativos” podrían explorar.

El estudiante peruano en el extranjero debe dejar de ser “un cerebro barato” que usufructúan otros países, o sinónimo de “estudiante misio que tiene que vérsela como sea”. Ojalá que cada vez más talentos peruanos cumplan el sueño del doctorado. No solo por ellos, sino por el país.

Publicado en Correo Semanal, 4 de Agosto del 2011.