El "rational" cholo
Las
grandes ciudades suelen acoger a habitantes progresistas, con tolerancia hacia
patrones diferentes de comportamiento y con valores postmateriales, en los cuales
las ideas importan más que el dinero.
Lima es la quinta ciudad más poblada de Latinoamérica y la vigesimosexta
del mundo. Sin embargo, a diferencia de otras metrópolis, normalmente ha
elegido a autoridades de perfil conservador. Su primera alcaldesa de izquierda
corre el riesgo de ser revocada. ¿Por qué?
Mi
hipótesis es que los procesos migratorios en un contexto de pérdida de vigencia
de los partidos y prédica antipolítica
han formado a un elector materialista, para quien la política se debe traducir
en un bien concreto; un votante que prioriza el pragmatismo sobre los ideales,
a quien le estorba la política organizada y sólo busca eficiencia en la
administración pública. El limeño, sostengo, es una modalidad de actor racional
antipolítico. Es un rational cholo.
El rational cholo es la expresión política
de la informalidad. Trabaja más de ocho horas, no tiene seguro social ni
jubilación. Su experiencia laboral es algo así como un plurisubempleo. No está
sindicalizado, obviamente, ni pertenece a ninguna organización que defienda sus
derechos. No tiene tiempo alguno para la política, salvo que encuentre un
beneficio directo -desde un regalo, un cachuelo o la promesa de un trabajito.
El rational cholo puede ser de izquierda o
derecha. No se cree el cuento de que es la semilla del capitalismo popular (Hernando
de Soto) o la formación de un orden alternativo en el que otro mundo es posible
(inserte risas). Votó por Izquierda Unida en los ochenta porque le permitió el
acceso a un terreno, a un título de propiedad, a agua, luz, pistas y veredas, no
porque se adscribía al socialismo. Desde entonces, sólo la derecha sintonizó
con él; votó por Ricardo Belmont porque ya rechazaba la política tradicional, por
el Alberto Andrade de los intercambios viales, por el Luis Castañeda de las
escaleras y de los hospitales de la solidaridad.
El rational cholo difícilmente será militante
de un partido. Su cultura política es individualista y los proyectos colectivos
importan en tanto solucionan asuntos puntuales. No da la vida por una causa ni
compromete su pensar. Su volatilidad política es el signo de su precariedad
cotidiana. Tiene simpatías, eso sí, que pueden durar hasta que aparezca un
postor más atractivo.
El rational cholo no es emergente porque nunca
emergió. No es emprendedor porque no consolida empresas (salvo excepciones que
dan el salto con Photoshop a las páginas sociales). Es el hombre que calcula, maximiza
oportunidades y minimiza costos sin importar tiendas políticas ni discursetes
de márketing. Es quien ha construido Lima -y el Perú- sin mayor visión que el
día a día. Para él, no existe el futuro, solo el presente.
Es un
ciudadano del mundo distinto que vive en la capital de un país “modelo de
crecimiento económico” por pura casualidad. No cree que el desarrollo sea vivir
como se sufre Lima. “El desarrollo debe ser otra cosa”, pero no sabe qué.
Publicado
en El Comercio el 8 de enero del 2013.