Saturday, April 24, 2010

El Ciudadano-Twitter

Estamos ante el nacimiento de un nuevo hombre. La omnipresencia de las redes sociales virtuales (sí, esas que sirven para el hueveo en horas de chamba o de estudio) ha creado las condiciones revolucionarias post-marxistas para sacar del clóset a ese cívico-manos -blancas (sin calle) que todos llevamos dentro. La ilusión de la participación ciudadana al alcance de un click es, desde hoy, el sueño naive hecho realidad. La indignación y la protesta nunca más conocerán de zapatos sucios. Adiós a las bombas lacrimógenas y al rochabús. Con ustedes, queridos amixers, followers, trolls…ha llegado, para quedarse: el ciudadano-Twitter.

Tengo cuenta en Twitter desde hace unos meses y creo que puedo sintetizar los mensajes de los twitteros peruanos (¿limeños?) en tres cadenas de discusión: Castañeda, Kouri, Masías, blablablá; los españoles, los chilenos, los apristas, los fujimoristas, blablablá; y más recientemente El Papa, curas pedófilos, Cipriani, blablablá. La rabia contenida del sacrificado limeño que no tiene “los gobernantes que se merece” explota todos los días con la misma ilusión de quién manda un mensaje en botella al mar del ciberespacio.

En los últimos días se organizó una de esas “campañas cívicas” desde Twitter y Facebook (ya me siento Marco Sifuentes haciendo la crónica 2.0 de la semana) para “protestar” (mamita qué miedo!) contra la demora en la entrega del Metropolitano por el alcalde de Lima; campaña que ingeniosamente (¿?) denominaron “Lentopolitano” (se echó de menos la creatividad Toronja). Dicha campaña tuvo como a uno de sus promotores a la periodista Rosa Palacios, quien desde su cuenta de palomilla (perdón, de gorrión) llamó a la “protesta virtual”. Convertida en la Pizango del Twitter, consideró tal proeza como una “gran experiencia”, convocó a la payaso Wendy Ramos (la Yola 2.0 de los twitteros-burbujitos) y la resumió bárbaramente: “No se necesita más que un teclado para llamar la atención sobre un derecho”.

No, queridos followers. En este país donde todos los meses mueren compatriotas por reclamar sus derechos (sí, esos que la derecha llama “radicales”), sus dizque protestas virtuales por el tráfico limeño me resultan tan insignificantes como ingenuas. Tanto sus momentos 2.0 como los bloqueos de carreteras no se solucionan elevando el grito de guerra (virtual o real), sino exigiendo y promoviendo el funcionamiento de las instituciones creadas para solucionarlos. Pero claro, me olvidaba de su otra debilidad: atacar al Congreso. Juegan a ser post-materiales, sin ser siquiera liberales. El twitteo ciudadano aislado es tan indolente como el teteo político, si los reclamos justos no pasan por las instancias decisorias (el Concejo limeño, en este caso). Creer que con el Twitter se hace patria o que sólo el Twitter salvará al Perú es una ilusión, de esas que se acaban con la batería de la laptop.

Publicado en Correo, 24 de Abril del 2010

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Saturday, April 17, 2010

Mockus: la ola verde

Hace cuatro años la candidatura presidencial de Mockus obtuvo el 1.23%. En marzo tenía el 8% en las encuestas. Hoy, cuenta con el apoyo de entre el 20 y 24% de los colombianos; aún detrás del ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos quien, a pesar de experimentar un declive con respecto de la encuesta del mes anterior (de 36% a 30%), aún se mantiene arriba en las preferencias. ¿Cómo se crecen 16 puntos en las preferencias en menos de treinta días? ¿Qué tipo de volatilidad (recordemos el tsunami peruano de 1990) es ésta apenas a seis semanas de la primera vuelta? ¿En qué se basa esta “ola verde” que encabeza el ex alcalde de Bogotá?

Luego de que la Corte Constitucional de Colombia declarara infundada la tercera candidatura presidencial de Álvaro Uribe, los observadores consideraban que las elecciones se determinarían casi exclusivamente por una disputa entre los herederos de Uribe y sus opositores. La competencia tendría al “uribismo” como la división política alrededor de la cual se articularían los postores a la Presidencia. Así, por el oficialismo la pelea estaba por recibir el “guiño presidencial. De hecho, Noemí Sanín y Andrés Felipe Arias compitieron por la nominación del Partido Conservador, quien luego de la victoria interna alcanzó el 17% de apoyo. El legado del uribismo parecía estar entre las manos de Santos o Sanín; mientras que el “anti-uribismo” buscaba ser representado por la izquierda del Polo con la candidatura del ex guerrillero Gustavo Petro.

Ante este escenario polarizado, Mockus ha venido intentando una “tercera vía” que encontró viada luego del sorpresivo apoyo que tuvo el Partido Verde en las elecciones parlamentarias de marzo y de su alianza con el ex alcalde de Medellín Sergio Fajardo. Mockus elabora un discurso ciudadano, constructivo, que apela a los valores cívicos sin huirle al posicionamiento político. Conocedor de sus limitaciones (no tiene partido en un país donde la maquinaria electoral es vital), apuesta por una candidatura mediática que pone todo el peso del éxito en las características personales del catedrático y en la experiencia del gestor urbano.

Sin embargo, el entusiasmo choca con el realismo de un país con un conflicto interno, en el que la mano dura tiene aún más adeptos. En una posible segunda vuelta con Santos (dicen las encuestas), éste se impondría. Mockus es todavía un fenómeno urbano, de ciudadanos post-materiales que juegan al Facebook y al Twitter cuando hay millones de desplazados por la violencia, el narcotráfico y los paramilitares. Despierta simpatías y sanas envidias, pero la política es todavía pragmática: la compra de un voto vale más que una pastilla a la moral. Porque las candidaturas emocionales finalmente se retiran como las olas, de un momento a otro desaparecen.

Publicado en Correo el 17 de Abril del 2010

Enlaces:
José A. Godoy bosqueja la actualidad política colombiana...Uribe saliendo, ¿Mockus entrando?
El Comercio entrevista al ex alcalde de Bogotá.

Impresionante video de apoyo a la campaña presidencial de Mockus:

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Saturday, April 10, 2010

¿Bolivia?

Aldo Mariátegui sostiene que la situación del país (incremento de la conflictividad social promovido por discursos y actores radicales) podría llevarnos a una situación de “bolivinización” de la política; es decir, la llegada al poder por la vía electoral de quienes fueron los responsables de una oleada previa de movilización, la misma que generó la situación de ingobernabilidad y caos. Una suerte de “chantaje político”: vota por quien no deja gobernar a los demás (Evo Morales). Considero que la situación en el Perú podría ser peor que la que sustenta el director de este diario dadas, al menos, dos grandes diferencias.

Primero, Ollanta Humala (ni nadie) controla la protesta social (como lo hiciera Morales). Ya quisiera! Humala no tiene ningún vínculo con la ciudadanía. Su capital político es circunstancial, coyuntural. Su partido –por más chamba e “intelectuales” que le haya metido—no podría ganar una elección ahí donde las papas queman. Humala, recordemos, emergió como un outsider radical y en cinco años no dejará de ser un “líder” intermitente. Imagínense a Humala poniéndose al frente de las protestas en Chala o en Bagua. No, ¿no? Sus prédicas de “vacancia presidencial” suenan igual como un futbolero “matemáticamente aún podemos clasificar”. Humala no llega ni al Medio-Evo.

Segundo, no existe tal actor social o político organizado y poderoso que esté detrás de generar un clima de desgobierno (como lo fue el MAS en Bolivia). Son –y voy a insistir en esto—operadores políticos con discursos radicales pero aislados, producto de una política fragmentada y abandonada por los partidos. Patria Roja tiene importancia secundaria, a mi parecer, pues su alcance y legitimidad no convocan multitudes.

¿Y por qué esto es peor que Bolivia? Porque Bolivia puede ser ideológicamente el país que no queremos, pero ha logrado generar un proyecto político propio (incongruente a mi parecer). Acá, eso está lejos de suceder. Porque los conflictos sociales en el Perú no son procesos de masas representativos, sino de intereses particulares (muchos de ellos ilegales) y de corto plazo (efímeros). No forman movimientos; los deforman. No emergen liderazgos; los dividen. Son el producto del periodista radial amarillo, del leguleyo-eterno-candidato, del ex izquierdista reciclado que buscan el beneficio privado antes que una meta mayor. Pero también es la agenda de los empresarios ilegales detrás de la minería informal, del contrabando, del narcotráfico. En Bolivia, con el MAS y Morales, sus opositores saben a qué atenerse y precisamente por eso pueden resistir (aunque incompetentemente hasta el momento). En el Perú, no se sabe con quién negociar, cuál es la plataforma de lucha, qué quieren. De ahí que los conflictos no escalen, pero al mismo tiempo de ahí que no puedan resolverse. Lamento peruano.

Publicado en Correo, 10 de Abril del 2010.

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Wednesday, April 7, 2010

Conflictividad sin dueño


La primera década del siglo XXI en el Perú será recordada como los años de los conflictos sociales sin resolver. Si los noventas fueron la década de la anti-política (Carlos Iván Degregori), la primera década de este siglo es la década de la democracia sin partidos, la década de las movilizaciones sin movimientos. Son los (nuevos) “años inútiles” (Jorge Benavides) del crecimiento económico parcial, de una economía que “triunfa” ante una política que fracasa. Son los años que nos recuerdan que aunque Sendero sea poco para llegar a ser amenaza, y aunque la crisis económica sea periódico de ayer, estamos lejos de alcanzar la gobernabilidad por más que los restaurantes de platos cuadrados y porciones modestas hayan invadido nuestra capital y por más que la principal hiperinflación sea la de páginas de sociales.

Los analistas de Starbucks nos venden una versión edulcorada del rollo “civilización versus barbarie”. El problema es que “el gobierno no sabe comunicar”. Salida hipócrita para decir que hay un sector presto a la movilización que “no sabe entender”, como si la insatisfacción se aplacaría leyendo los informes de Dow Jones u observando las fotografías de Fausto. Lo paradójico para este sector de la opinología local es que la oposición “sí sabe comunicar”. Ajá. El gobierno y su campaña Perú Avanza son chancay de a veinte al lado del gran poder verbal de congresistas humalistas que en inspiradas visitas de médico son capaces de colapsar a medio país (pero a quienes la seguridad del Congreso le tiene que pedir su DNI porque todavía no los reconocen). Al no poder (o no querer) entender el problema, convierten el pretexto en titular de página entera: “Partido de Ollanta Detrás del Paro”, y la evidencia son registros del JNE de operadores políticos que alguna vez fueron candidatos distritales por el Partido Nacionalista….pero también por Somos Perú y por el APRA!!! Acaso dicen “Andrade Detrás del Paro” o el “Partido de gobierno detrás del Bloqueo”.

Por otro lado, los analistas “sensibles” (esos que con una mano en su columna de opinión y otra en el sanguchito de La Baguette) vuelven al rollo trágico de novela latinoamericana lacrimógena: “no hay Estado”, cuando ellos mismos han formado parte de él. ¿Qué es el Estado, profesor? ¿Es un puesto de salud en Santa María de Nieva? ¿Es el dinero del canon minero en Sánchez Cerro? ¿Es un policía a punto de irse a la huelga? ¿Es Mechita Araoz? ¿Es Alan? ¿Es la consultoría que hizo con dinero de la cooperación internacional para la PCM en la que su gran conclusión es que “No hay Estado”? Gran hipótesis cotleriana que sirvió para entender el siglo XX, pero que ha desgastada abusivamente y no sé hasta qué punto siga siendo útil para comprender la actualidad.

¿Qué tal si el problema está en la intermediación política? Primero, hay que dejar de creer que los partidos son tales. Los partidos no existen. Segundo, hay que dejar de creer que los líderes son omnipotentes. El país no tiene líderes, para bien y para mal. No tenemos figuras populistas, ni outsiders, ni “azuzadores”. No Fritz, firme. A esos que publicas sus fotos, no le hacen caso ni en su casa. Tercero, no hay movimientos sociales detrás de las movilizaciones. No, querida amiga de la escuela francesa. Touraine mismo dijo que se equivocó. No, Javicho, lo siento, el pueblo no se está levantando tampoco. No hay una organización social poderosa que está agitando las masas. Aldo, firme, estamos lejos de ser Bolivia. Lo cual es peor, quizás. Porque la conflictividad social actual no tiene dueño. No tiene alguien que las urnas lo eleven al sillón presidencial (lo que pasó con Evo). Por lo tanto, la representación electoral es una falacia que termina exacerbando la brecha entre la sociedad y la política. La distancia entre Chala y la PCM es tan grande como entre el dirigente del paro y el alcalde de su mismo distrito. El problema, sugiero, es que no hay intermediación, y por lo tanto no hay legitimidad, ni representación, ni gobernabilidad.

pd. Esta y otras ideas forman parte de La Soledad de la Política, libro que he venido trabajando y que saldrá publicado este año.

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Monday, April 5, 2010

El 5 de abril y la opinión pública (1)

El 5 de abril de 1992 Alberto Fujimori ejecutó uno de los golpes más duros contra nuestra frágil institucionalidad democrática. El denominado “auto-golpe” ha sido un hito en la historia política del Perú y de América Latina. Precisamente, con él se detiene la “tercera ola” de democratización de nuestra región y se inicia un tortuoso camino de regímenes políticos autoritarios e híbridos.

Sin embargo, este tipo de medidas autoritarias no pueden comprenderse (ni recordarse) en su real magnitud si no se colocan otros elementos. El “auto-golpe” es aún más significativo para entender nuestra frágil democracia precisamente porque tuvo un alto respaldo popular. El 12 de abril, a una semana del suceso, Apoyo realizó una encuesta en Lima sobre el apoyo al “auto-golpe” y, como se pueden apreciar en los cuadros, el 71% aprobó la disolución del Congreso, y el 89% la “reestructuración” del Poder Judicial (primer cuadro). Cuando una semana después, se replicaron estas preguntas en otras ciudades importantes del país, los resultados fueron más contundentes. En Arequipa el respaldo llegó al 88%, en Iquitos al 80%, en Cusco al 75% y Piura al 77%, lo cual echa por tierra aquellos argumentos que señalan que la oposición al fujimorismo en provincias, a diferencia de Lima, fue principista.

Por el contrario, fue la clase media y media alta urbana la que tuvo algunos reparos a la medida anti-democrática y anti-constitucional. En una encuesta del 15 de abril de 1992 realizada por Apoyo a empresarios, el 79% de los hombres de negocios encuestados definió el régimen como "dictatorial" (aunque el 68% aprobaba la medida). Este dato es importante si contrastamos la opinión de la élite con la del común de los limeños, quienes en un 51% siguieron considerando el régimen como “democrático” (segundo cuadro) y que en un 60% estaban en desacuerdo con una posible vacancia a Fujimori (tercer cuadro).

¿Qué sucede en un país para que una medida autoritaria como la eliminación del balance de poderes, la anulación de las autoridades sub-nacionales y la pérdida de garantías sea (y continúe siendo) tan popular? ¿Es posible justificar de algún modo semejan daño a las normas e instituciones que rigen la vida democrática de un país? ¿Han cambiado estas condiciones 18 años después? Para tomar consciencia del 5 de abril y sus consecuencias en nuestra historia, no basta con recordar los hechos, sino entender sus preocupantes justificaciones.



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Saturday, April 3, 2010

Elecciones y Conflictos

La proximidad de las elecciones ha restado atención al nivel de conflictividad social que ha crecido en el país los últimos años. Creo que precisamente fijar la atención en la combinación de estos procesos (electoral y conflictivo) resulta decisivo para analizar los próximos (des)gobiernos. ¿Qué representación política ha creado la conflictividad social? ¿Cuál es el impacto de las protestas y los conflictos sociales en la clase política que elegirán las regiones en el próximo Octubre y en Abril del 2011? ¿Cómo se retroalimentan la legitimidad de las urnas con la que surge de la toma de carreteras?

Podemos clasificar las canteras políticas en tres grupos: el partidario tradicional, el “outsider” local, y el “contestatario”. Ante la inutilidad de los partidos tradicionales y “modernos” de proveer cuadros políticos medianamente aceptables para el electorado (a pesar de tanta escuela de líderes promovida por la cooperación internacional, sobre todo estadounidense, y tanta democracia interna exigida por las autoridades electorales), la política regional ha venido siendo dominada por “outsiders” locales. Estos son generalmente empresarios locales (formales e informales), periodistas radiales, y/o personalidades con escasa experiencia en la política y en la administración pública que ven la alcaldía provincial o la presidencia regional como un peldaño más dentro de su exitosa biografía personal, pero que carecen de un proyecto político a mediano plazo. Las agrupaciones independientes (“movimientos regionales” es una exageración) son así la extensión de negocios personales como pueden ser las distribuidoras de gas (Cajamarca, Ayacucho) o los negociados asociados al contrabando (Puno, Tacna), por dar algunos ejemplos.

Pero ahora tanto los políticos de carnet y los empresarios-cholo-soy parecen dar paso a figuras (mal llamados “azuzadores”) que han capitalizado la política de los bloqueos y de la reivindicación social violenta. Algunos de ellos viejos izquierdistas reciclados (Zenón Cuevas en Moquegua) o jóvenes post-caída del muro (Werner Cabrera en Cajamarca) dan el salto a la arena electoral con singular expectativa. Hasta hace algunos años, resultaba improbable el paso exitoso de la arena de la protesta social a la lid electoral. El caso de Washington Román, presidente de la Coordinadora de Frentes Regionales que sacó 2% en las elecciones regionales del 2002 en Cusco, era emblemático al respecto. Pero ante la ausencia de proyectos políticos nacionales serios, y la evidencia de las limitaciones de políticos improvisados, la radicalidad persistente de los marginados por el Perú-Avanza parecería canalizarse por el voto desesperado al movilizador de paros sin reparos. Una muestra de lo que acertadamente Aldo Panfichi llama “representación contenciosa”. En este sentido, el año electoral es decisivo para saber cómo se llenan los vacíos políticos en una democracia sin partidos y con una movilización social sin movimientos.

Publicado en Correo, 3 de Abril del 2010.

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