Saturday, January 22, 2011

Arguedas y Castañeda

Un politólogo extranjero, luego de conocer la dinámica económica y social de los conos limeños, me preguntó hace varios meses a quién le vota esa ciudadanía que escaló socialmente sin depender del Estado, aquella Lima de migrantes andinos y amazónicos que comenzaron en invasiones y barriadas y terminaron en el Mega Plaza, esa Lima mestiza que se ganó un lugar por sudor propio sin depender de proyectos ni de izquierda ni de derecha. En aquella ocasión no tenía respuesta. Esta semana, cuando medio mundo habla de Arguedas -quien precisamente propugnaba esa idea de nación mestiza que tan bien se expresa en la Lima actual-, ensayo una respuesta: el ideal mestizo de Arguedas, que precisamente se construye a pesar de la exclusión estatal, estaría representado políticamente por quien menos se esperaría: Luis Castañeda.

Castañeda ha logrado sintonizar con una ciudadanía despolitizada, desideologizada, incrédula pero que recompensa electoralmente la obra concreta. Formado en AP, Castañeda es un heredero de Belaunde pero también un seguidor del fujimorismo social. "Mudo" por falta de habilidad, pone "a hablar" a las obras que apuntan a los sectores C y D de Lima (donde va primero). Castañeda es provinciano, proviene de un Chiclayo de comerciantes, un migrante pragmático que no aspira a hacerse un espacio en la Lima tradicional, sino a erigir la suya propia. Su idea de ciudad era esa Lima "periférica" donde a falta de clubes privados tuvieron sus propios parques municipales, donde a falta de seguridad social tuvieron hospitales y escaleras solidarios. Cuando fue alcalde, privilegió la Lima de los conos, por eso quizás las clases acomodadas no le aprecian tanto o interpretan como molestia ("Lentopolitano"), lo que es el mejor legado para los limeños que transitan en sistema de transporte público.

Esa nación mestiza, chola, amalgama de diversas matrices culturales, es quien ha construido sus propias Limas (bautizándolas como Lima Norte y Lima Sur), y son las que Castañeda, calladito no más, ha logrado representar. Esa representación es elemental: no tiene un discurso político, no depende de un liderazgo carismático (Castañeda está más cerca de un gris funcionario público que de un líder de masas), no tiene maquinaria política; pero le ofrece al electorado limeño C y D lo que busca. Es un buen "comerciante", analiza un sociólogo experimentado: "porque vende lo que la gente quiere, no tiene que palabrear". ¿Es suficiente para ser presidente? Quizás no. Tiene problemas para llegar al resto del país, porque algo de partido hay que construir (Solidaridad Nacional tiene límites). Pero ha demostrado que esa empatía con el mestizo arguediano no se desinfla tan rápidamente como varios pronosticaban. Y para ello no tuvo que cantar en quechua a dúo con Solier.

Publicado en Correo, 22 de Enero del 2011.

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Saturday, January 15, 2011

La necesidad del fujimorismo

Así como el antiaprismo, existe una división política arraigada en el país, la que distingue entre fujimoristas y antifujimoristas. Para estos últimos, el fujimorismo como expresión política no debería existir, no debería siquiera tener una representación parlamentaria, mucho menos tentar la Presidencia. Les sorprende cómo "a pesar" del debilitamiento de las instituciones democráticas durante el gobierno autoritario de Fujimori, todavía exista un sólido 20% de peruanos que puedan votar por el continuismo del Chino. Para ellos, cualquiera que se vista de naranja es automáticamente cómplice de los delitos y violaciones a los derechos humanos causados durante los noventa. Las críticas inmediatas y gratuitas a "jales" como la popular voleibolista Leyla Chihuán o el ex ministro del Interior Octavio Salazar no hacen más que manifestar esta intolerancia. Un fujimorista el 2011 se convierte automáticamente en cómplice del único presidente peruano que está pagando sus culpas en prisión.

Lo que llama la atención es que son precisamente los antifujimoristas los que se consideran el referente moral de nuestra democracia, cuando son los que, con esta posición, socavan uno de los principios básicos de la misma: el pluralismo. Aunque suene paradójico -y no lo es-, el fortalecimiento de nuestra democracia pasa por la necesidad de una representación política fujimorista a través de las urnas. El fujimorismo en la actualidad es un partido legal, inscrito ante las autoridades correspondientes, que asume y cumple las reglas de juego como cualquier otro actor del sistema. ¿Por qué entonces satanizarlo y hacerle ascos inmediatamente? ¿Acaso no tiene el derecho de competir en el sistema político vigente?

Hasta las dictaduras han evolucionado hacia su representación democrática. El franquismo en España y el pinochetismo en Chile, por dar sólo unos ejemplos, dieron paso a representaciones políticas, al punto que no se puede pensar el sistema de partidos español o el chileno sin el PP (heredero de la Alianza Popular) y la UDI, respectivamente. Nadie en estos países, en su sano juicio, propuso siquiera una transición sin el legado de las ex dictaduras. Mientras que en nuestro país, donde seguimos el mal ejemplo o el buen ejemplo a medias, se hizo una transición sin fujimorismo y un Acuerdo Nacional donde inicialmente no se incluyó a esta fuerza política.

Una democracia seria debe partir por el reconocimiento del pluralismo político, ese que niegan los "demócratas" antifujimoristas. Hay un fujimorismo social que busca su representación, ese que se fundó en la presencia estatal en zonas excluidas y que jugó al clientelismo amalgamado de reconocimiento e inclusión. Ahí la clave de ese "inevitable" 20%. El antifujimorismo puede llegar a ser el antiaprismo del siglo XXI, ambos nocivos para una democracia plural.

Publicado en Correo, 15 de Enero del 2011.

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Saturday, January 8, 2011

La paradoja del Río Hablador

Hemos pasado de un alcalde mudo a una alcaldesa que habla demasiado. De un estilo comunicativo escueto a uno que promete cabildos abiertos y diálogos directos con los vecinos que se crucen en la calle con la burgomaestre. En la ciudad del Río Hablador, el que hablaba poco llegó a niveles inéditos de popularidad (incluso a pesar de la oposición de sectores de la prensa), sorprendiendo a propios y extraños. Castañeda encontró el éxito en su parquedad. ¿Acaso es éste el estilo que satisface a los limeños? ¿Acaso una alcaldesa "lora" no podría sintonizar luego de ocho años de un alcalde con poca exposición mediática? ¿Existe la paradoja del Rímac?

Para Castañeda, Lima es una megaciudad en continuo crecimiento. La mayoría de su población se encuentra en los sectores C y D, y sus obras apuntaron ahí. Hizo de su debilidad (sabemos que no es ducho ante las cámaras y los micrófonos) su virtud, y corporizó el ya famoso "que las obras hablen por mí". Para el limeño pragmático, harto del floro y de la reunión innecesaria, la mejor comunicación posible es aquella que se ve y se toca todos los días, como el subirse al Metropolitano desde Naranjal hasta Chorrillos, o pasear los domingos con su familia en los parques de la ciudad.

Para Villarán, Lima es una aldea, de aristócratas y cortesanos, donde los primeros pueden tomar el té todos los sábados para definir qué hacer con el vecino bullero o la vecina exhibicionista. Mientras tanto, se evoca altruistamente a "el pueblo". Por ejemplo, se quiere retomar la mala costumbre de culminar una obra pública con una placa que diga "El pueblo lo hizo". ¡Hasta cuándo estos signos retrógrados! Para empezar, estos gestos son innecesarios, y si se requiere hacerlos, ¿no es mejor acaso "Los ciudadanos y sus impuestos lo hicieron"?

A través del uso político del término "pueblo" se han hecho barbaridades populistas y autoritarias. ¿Por qué no hablar de "ciudadanía" en cambio? Precisamente porque la izquierda insiste en sus más crasos errores sin mayor novedad que un grupete de chiquiviejos que no han salido de su entorno oenegero. ¿Es moderna una izquierda que cree en el participacionismo como si viviéramos en una comarca de 15 familias? ¿Por qué insistir en el asistencialismo que concibe a las clases de bajos ingresos como en calidad de "subsistencia"? Vivimos en una ciudad de nueve millones de habitantes donde las relaciones sociales son abstractas e impersonales, y una administración edil que conciba la política como una sobremesa familiar tendrá serios problemas para estar a la altura de su época.

Publicado en Correo, 8 de Enero del 2011.

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Saturday, January 1, 2011

El antiaprismo

En teoría, el candidato presidencial oficialista de un gobierno que tuvo un buen desempeño tiene muchas probabilidades de ser elegido. Los ciudadanos reconocerían los méritos del gobierno y apostarían por quien representa más fidedignamente su continuidad. Siguiendo esta lógica, los electores sancionarían al candidato oficialista de un gobierno desastroso. Sin embargo, este razonamiento se quiebra al aplicarlo al caso peruano. Comparemos sólo los dos gobiernos de García. La actual administración ha sido de lejos mucho mejor que su primera gestión. El país en crecimiento, con mejoras en materia de inclusión, resulta un gran avance comparado con la hiperinflación más elevada de la historia. El nivel de conflictividad actual y los casos notorios de corrupción (el lado negativo de este gobierno) resultan comparativamente males menores a la luz de la guerra con Sendero y el MRTA y la corrupción partidaria del primer gobierno aprista. Entonces, ¿cómo se explica que el candidato presidencial aprista de 1990, Luis Alva Castro, heredero de un gobierno desastroso, obtuviera el 22% de las preferencias y estuviera a punto de pasar a la segunda vuelta si no fuera por el tsunami Fujimori? ¿Cómo se explica que la actual candidata oficialista Mercedes Aráoz no llegue a los dos dígitos en la intención de voto a su favor a pesar de representar los logros del gobierno saliente?

Alfonso Grados Bertorini me dijo en el 2002 que el mal del siglo XX peruano fue el antiaprismo. Esa animadversión apasionada de diversos sectores políticos y militares hacia el partido que fundara Haya de la Torre obstaculizó las incursiones sociales democratizadoras que representaba el APRA. Al final de la primera década del siglo XXI, ese antiaprismo se ha fusionado con una suerte de antialanismo, al punto de convertirse en un lastre pesadísimo que sólo el propio García puede cargar en una lid electoral. Aráoz, quien busca simbolizar el crecimiento y la honestidad del gobierno, termina heredando ambos "antis" que estigmatizan peyorativamente hasta algún mérito del gobierno que se niegan a reconocer públicamente. Un dirigente aprista confesaba a modo de reclamo: "Una cosa es ser corrupto, pero mucho peor es ser corrupto aprista; una cosa es ser ineficiente, pero mucho peor ser ineficiente aprista". De este modo, el adjetivo aprista se convierte en un insulto, en un mal en sí mismo, en el enemigo del país, en lo más repudiable de la política peruana. Pero, ¿es realmente así?

Aráoz lleva a cuestas al aprismo, pero sobre todo al antiaprismo. Se la grafica apresada por los pesos pesados apristas, cuando realmente lo está por esa cultura política GCU que exalta los defectos y es mezquina con las virtudes del APRA. Tendrá que luchar no sólo contra los demás candidatos, sino sobre todo contra el antiaprismo.

Publicado en Correo, el 1 de Enero del 2011.

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Saturday, December 25, 2010

El analista Zandrox

piden chamba de Zandrox y todos respondemos corriendo. Josie y Pochita nos dan vuelta y media. Al menos ellas leen cartas, tarots, hojas de coca y hasta los granos del café. Los analistas, ni una moneda al aire siquiera. Entramos en trance intelectual y leemos la mente de millones de peruanos. (Tanto libro debe hacer daño). Hasta ahora no comprendo de dónde vienen estos poderes sobrenaturales. ¿En qué curso del posgrado, en qué circunstancia dramática de la experiencia política o bajo qué lección de la universidad de la vida se aprende a visionar el momento en que millones de peruanos van a las urnas para tomar una decisión presidencial? ¿Alguien me explica por qué los analistas nos morimos por encarnar a Nostradamus y nos felicitamos cada vez que nos sale un champazo cada mil quinientos intentos?

¿Cuáles son los tips para convertirse en un analista Zandrox? En primer lugar, la historia. Se selecciona convenientemente un par de hechos históricos que validan el argumento que se quiere justificar. Una cita a Haya, Velasco o más recientemente Belaunde. Recomendación: ser trágico. El futuro siempre va a ser peor que el pasado. No tiene pierde. En segundo lugar, la economía. Echarle la culpa a la concentración de la riqueza y preguntarse en voz alta por quién van a votar los pobres y excluidos. (Palmas en graderías). Respuesta: el outsider, claro. En tercer lugar, la cuota elegante de sicología de autoayuda. Hablar de los egos colosales de turno. No olvidarse de Punta Sal. Si nuestro analista se computa más sofisticado (digamos que hace sudokus con su base de datos), cree que con un par de correlaciones estadísticamente significativas ya la hizo linda. Igual sirven de poco los números ante la volatilidad peruana. Y cuando al final no nos ligue nada de esto, sólo queda decir que el Perú es un caso único, y cubrirlo de un halo de excepcionalidad. Perder es cuestión de método y ser analista Zandrox también.

No nos crea, estimado lector, en los vaticinios electorales. Porque finalmente, como cualquier juego de fútbol, son 11 contra 11 en el gramado, y cualquier cosa puede pasar. ¿Es así de impredecible nuestra política? Cada vez lo es más. Cuando no hay partidos, ni desarrollo institucional, ni representación política, hay más margen para el azar. Y ahí no hay analista que valga. Cada vez se puede decir menos. Porque en nuestro medio si algún candidato da el salto del 5% al 10% de las preferencias, se puede convertir en un tsunami. Fujimori en 1990, Toledo en el 2000, Villarán hace unos meses. Todo depende del humor de los veraneantes.

Publicado en Correo, 25 de Diciembre del 2010.

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Saturday, December 18, 2010

La ingenuidad de Vargas Llosa

El Premio Nobel de Literatura tiene un poder. No puede hacer Presidente al que él quisiera pero sí puede evitar que sea Presidente quien él no quiere. Vargas Llosa, Alan García, Jaime Bayly o cualquier "ego colosal" de nuestro medio puede encontrar la retórica perfecta para justificar sus preferencias políticas e imponerlas como las verdades absolutas de la política peruana. En sus recientes declaraciones -que hará todo lo que la democracia le permite para impedir que Keiko Fujimori salga elegida Presidenta-, Vargas Llosa no duda en mostrarse intolerante ante las posibles preferencias del electorado que democráticamente puede demostrarle -otra vez- que el Perú real es muy distinto al que construye en sus ficciones literarias y políticas.

El autoritarismo y los delitos comprobados del gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000) han sido procesados eficientemente por la propia justicia peruana. Están en la cárcel quienes deberían. Pero el fujimorismo como proyecto político tiene un espacio vigente en la arena política queramos o no. Y no me refiero solamente a la concentración del poder, a un régimen sin balances. Si consideramos a Keiko una simple "hijita de papá", no vemos lo que hay detrás: un 20% sostenido que reconoce al apellido oriental los méritos que muchos callan, como la presencia estatal en el territorio nacional (aunque arbitraria), la redistribución (aunque clientelar) de beneficios concretos a los sectores excluidos y la garantía de un orden (aunque coercitivo). La ingenuidad política de Vargas Llosa subestima ese "fujimorismo social". Sus declaraciones pueden terminar polarizando innecesariamente (y muy temprano) la contienda electoral entre fujimorismo/antifujimorismo.

Precisamente en "Una gran ingenuidad": El movimiento Libertad 1987-1989 (Mitin y 50+1; 2010), José Carlos Requena pasa revista al periodo formativo del movimiento que liderara Vargas Llosa en los ochenta resaltando sus fallas de origen: pretender hacer política evitando las reglas propias de la política, hacer de la política un ejercicio intelectual y no una práctica realista. El libro de Requena -que llena un vacío en los balances de la política ochentera- describe con detalle las expectativas y el fracaso de lo que pudo ser el primer partido liberal del siglo XX y que terminó en un "espejismo ideológico". ¿Hasta qué punto son estos espejismos ideológicos los que nublan a nuestro primer Nobel de un accionar político más audaz? ¿Hasta qué punto reducir el fujimorismo a su dimensión corrupta y autoritaria puede resultar contraproducente en una sociedad que extraña la "inclusión clientelar" de los noventa luego de una década de crecimiento excluyente? ¿Hasta qué punto nos hemos contagiado de la ingenuidad vargasllosiana que nos impide superar los males de la política peruana desde la raíz y no impostando un "deber ser" elitista?

Publicado en Correo, 18 de Diciembre de 2010.

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Saturday, December 11, 2010

Alianzas sin partidos

Ya es sentido común: vivimos en una democracia sin partidos, es decir, no existen organizaciones políticas con presencia territorial y con asentamiento más allá de algunas ciudades principales (si acaso). Sabemos qué no tenemos; no sabemos aún con precisión qué es lo que existe. ¿Qué es una democracia sin partidos? ¿Cómo es hacer política con emblemas, con nombres, con imágenes antes que con idearios, con estructuras de conexión y con militantes? ¿Cómo se forman las alianzas electorales bajo estos términos?

Si los partidos son en la práctica reuniones elitistas de operadores políticos con distinta suerte que carecen de vínculos con la sociedad, la capacidad de moldear el escenario está sobre todo en las manos de los propios actores. Ante la ausencia de organizaciones intermedias, de relaciones estrechas con la ciudadanía, los actores divorciados de la sociedad tienen un margen de maniobra tan amplio como exclusivo a sus voluntades. Ejemplo: las alianzas políticas no son acuerdos de las bases (éstas son la extensión de pequeños feudos personales al interior de los interesados seguidores), sino tratos pragmáticos creados en torno a conveniencias políticas, considerando simpatías y antipatías personales, y los pronósticos sobre el humor veraniego del electorado peruano.

Dentro de esta dinámica, alianzas electorales aparentemente incomprensibles (lo que algunos llaman "sancochados") tienen una lógica pragmática supeditada a la realpolitik de la valla electoral antes que a la coherencia ideológica en un país -mano en el pecho- donde los programas políticos no importan tanto como los programas televisivos. Pero claro, los analistas-dedo-meñique sancionan que los "partidos tradicionales" no tengan candidatos propios, cuando son los que leen más estratégicamente el signo de los tiempos (que los peruanos votamos por independientes) e invitan a potenciales outsiders (Aráoz, "Nano" Guerra García) a pasar por las armas de la democracia interna (en algunos casos un mero formalismo, en otros un ejercicio en ciernes) antes que tentar el sueño de la candidatura propia. Quizás por esto mismo aún sobreviven a pesar de tantas decepciones en el conteo de los votos.

En el mundo de las alianzas sin partidos, los personalismos se exacerban, las apuestas asumen más riesgos, el horizonte político se limita a los cuatro eternos meses de campaña, y no hay vida más allá de abril (o junio, en el mejor de los casos). Esto no sería sorprendente si es que la política no se redujera solamente a la sobrevivencia electoral y a la reducción del ciudadano en un simple elector. Después cada quien para su casa hasta las próximas elecciones. Luego se quejan de la desafección por la política.

Publicado en Correo, 11 de Diciembre del 2010.

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Saturday, December 4, 2010

La Iniciación de la Política

Hay dos formas de ver la política desde la academia. Por un lado, se puede pensar la política como un fenómeno "vasto" en el que democracia y desarrollo son dimensiones inseparables al momento de explicar lo que sucede en el país. Por lo tanto, no se puede entender la política sin volver a la historia, a la economía, a las influencias internacionales, a las estructuras que marcan dramáticamente el destino del país. Por otro lado, se puede pensar la política de forma más "acotada", en la que los resultados políticos tienen que ver principalmente con los actores, sus decisiones y las reglas de juego que producen incentivos y obstáculos para el comportamiento político. Contexto y coyuntura importan más que los determinismos históricos y económicos. ¿Cuál es la visión que más ha predominado al momento de analizar la política peruana? ¿Han sido los analistas "estructuralistas" o "politológicos"? ¿Es una visión más "comprometida" políticamente que la otra? ¿Hay supuestos ideológicos detrás de estas preferencias?

Éste es el debate que Alberto Vergara y yo queremos plantear con La Iniciación de la Política. El Perú político en perspectiva comparada (PUCP, 2010), texto que reúne además 13 estudios de politólogos peruanos que "casualmente" estudian y trabajan fuera del país (Estados Unidos y Europa). Los temas que se abordan son diversos. Desde los convencionales tópicos politológicos como régimen político, sistema de partidos, representación política y cultura política (este último desde una perspectiva científica y no subjetiva ni metodológicamente débil como la que practican los estudios culturales), hasta temas en los que hacía falta una aproximación genuina desde la ciencia política, como la naturaleza del Estado, los conflictos sociales y el debate sobre los movimientos indígenas. La unidad de los textos permite disputar por primera vez la lectura del país que hasta el momento ha privilegiado miradas sociológicas e históricas con un fuerte legado voluntarista (salvo excepciones).

La Iniciación de la Política es también un libro de texto para los que se inician en los estudios políticos. El capítulo sobre el Perú como tema de estudio (y su contribución a la producción politológica general) y el metodológico están pensados especialmente con un afán pedagógico. Precisamente por eso, no resulta casual tampoco que esta producción se enmarque en un momento de renovación de las ciencias sociales, con la emergencia de la ciencia política como disciplina independiente y distinta.

Aprovecho esta columna para invitar a los lectores no sólo a leer La Iniciación... sino también a participar del debate. La presentación será este jueves 9 de diciembre en el Centro Cultural El Olivar de la Municipalidad de San Isidro.

Publicado en Correo, 4 de Diciembre del 2010.


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Saturday, November 27, 2010

La transición insulsa

Alberto Adrianzén (AA) llama la atención sobre el "olvido" en que políticos y analistas hemos caído en torno a los 10 años del gobierno transitorio de Valentín Paniagua. Vamos a hacerle caso y a analizar el impacto de aquellos ocho meses en nuestra política. Lo que AA llama una "transición inconclusa" sería mejor interpretada como una "transición insulsa", es decir, carente desde su origen de los soportes que permiten el éxito de las reformas que planteó.

La "transición" referida ha sido sobredimensionada. Los gobiernos interinos constituyen momentos excepcionales dentro de la dinámica de los sistemas políticos. Son contextos donde los actores se encuentran en repliegue y por lo tanto las iniciativas que se plantean son limitadas. No se puede proponer grandes reformas que alcancen consistencia en el futuro bajo este contexto atípico, por una sencilla razón: se trata ante todo de salidas improvisadas. Los gobiernos interinos no suelen ser terreno fértil si no son producto de un acuerdo político que incluya a todas las fuerzas, incluyendo a la oposición y a los "chicos malos".

No hay reforma sin pacto (Tomo I Enciclopedia de Petete) y la apertura política iniciada el 2000 se hizo sin dos actores claves como el fujimorismo y el aprismo (el Acuerdo Nacional vino después), y con un voluntarismo político que tuvo más de ingenuo que de visionario. El resultado fue una democratización fake, con una descentralización sin partidos enraizados en el interior y con un participacionismo sin una sociedad civil fuerte. Las consecuencias de este voluntarismo miope las vemos hoy: la descentralización ha debilitado aún más a los partidos y la única participación ciudadana que tenemos es des-institucionalizada y violenta (a través de conflictos sociales).

El gobierno provisional de Paniagua tuvo sus aciertos. No meterse con el modelo económico fue el principal (aunque ello contradice la tesis de AA que señala que una "transición completa" implicaría un cambio del modelo neoliberal). En materia de Derechos Humanos creo que están sus aportes (aunque polémicos); sin embargo, sus gestores no siguieron una línea coherente al respecto (recuerdo la cara de horror de Susana Villarán luego del discurso de Paniagua en la Audiencia Pública sobre Partidos de la CVR).

En conclusión, AA exagera magnificando dicho gobierno interino como el gestor de una gran transformación. Si le ponemos esa valla, no la pasa simplemente porque las reformas que inició han tenido resultados contrarios a los esperados por deficiencias en su propio origen. Coincido con AA en que se mantiene un modelo autoritario, funcional a los intereses dominantes. Pero no es correcto sobredimensionar los méritos de Paniagua. Eso sería como celebrar un 6-0 sobre Chile en un amistoso o el pase a una semifinal de la Copa América en la que los demás llevaron suplentes.

Publicado en Correo, 27 de Noviembre del 2010

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Saturday, October 30, 2010

Revocatoria a Villarán

A inicios de la semana, la candidata a la alcaldía limeña Susana Villarán organizó un "plantón" ante el Jurado Nacional de Elecciones para "defender el derecho ciudadano a que se respeten sus votos". De acuerdo con la virtual alcaldesa, "es posible que los ciudadanos activos vigilen que las autoridades se comporten como deben" (sic). Aunque se cuidó mucho de utilizar la palabra "fraude" (que sus seguidores y hasta su hermano emplearon), se insistió en una "inaceptable lentitud" por parte de las autoridades electorales, convirtiendo la movilización en un hecho de presión política en pleno proceso electoral, contribuyendo de este modo al descrédito de nuestra democracia.

Más allá de que esto demuestra la inexperiencia y la falta de nervio político de nuestra futura burgomaestre y de sus seguidores, sostengo que hay un tema de fondo: los efectos perversos de la participación ciudadana. Critico, desde hace buen tiempo, a los que consideran que la participación per se tiene efectos positivos para el fortalecimiento del régimen democrático, cuando en la última década ha quedado demostrado que puede resultar contraproducente en varios sentidos: generando un incremento excesivo en las expectativas de ciudadanos que creen que a través de los mecanismos de participación (por ejemplo, presupuestos participativos) pueden obtener cualquier cosa que reclamen a pesar de que no cumplan con criterios técnicos y redistributivos, y mermando la credibilidad de los canales propios de la democracia representativa (por ejemplo, las elecciones) al poner en duda la legitimidad de los procedimientos. El resultado ha sido doble: una baja legitimidad de las instituciones democráticas y conflictos sociales "participacionistas". Iniciativas tan diversas como "Adoptar a un congresista" y el "plantón de Villarán", justificadas en el derecho ciudadano, terminan deslegitimando tanto al Legislativo (no se distingue a los congresistas individualmente de la institución parlamentaria) como a las autoridades electorales (generando gratuitamente suspicacias sobre la limpieza de las elecciones).

Bajo la "lógica plantón" (es decir, el ciudadano convertido en un guachimán-24-horas-al-día), ya existirían suficientes motivos para iniciar un proceso de revocatoria a Villarán al haber señalado que no se implementará el plan de gobierno en educación con el que salió elegida al no prosperar la alianza con el MNI con la que llegó a la alcaldía. ¿O es que acaso el participacionismo ciego no ha llevado a iniciar revocatorias el mismo día en que comienzan las gestiones ediles? No vaya a ser que el floro SV ("solidarios y vigilantes") que promueve SV (Susana Villarán) termine jugando en su contra. Porque una cosa es la participación desde la ONG de turno y otra cosa desde la Plaza de Armas. La que nos espera.

P.D. Desde esta columna expreso mi solidaridad con J.A. Godoy por la vergonzosa sentencia del PJ en su contra.

Publicado en Correo, 30 de Octubre del 2010.

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Saturday, October 23, 2010

¿Por quién votó el aprismo?

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2006, Alan García obtuvo más del 50% de los votos válidos en 11 provincias, ocho de ellas ubicadas en La Libertad, y una en Piura, otra en Cajamarca y otra más en Cusco. ¿Por quiénes votaron aquellas provincias que mayoritariamente dieron su apoyo al candidato presidencial aprista? ¿Consiguió el APRA consolidar sus bolsones electorales en las provincias que se identificaron mayoritariamente con García hace cuatro años?

De las 11 provincias seleccionadas, el APRA presentó candidato a la alcaldía provincial en nueve (las excepciones fueron Ayabaca en Piura y Calca en Cusco), pero sólo se alzó con la victoria en tres: Julcán, Ascope y Pacasmayo (todas en La Libertad). En las seis restantes perdió ante candidaturas de Alianza Para el Progreso (Trujillo, como se sabe, y Contumazá en Cajamarca), de Súmate-Perú Posible (Virú y Gran Chimú, ambas en La Libertad), y otros movimientos regionales. Si ampliamos el análisis a las 20 provincias con mayor votación aprista el 2006, sólo ganó la alcaldía provincial en una jurisdicción más (Chepén en La Libertad), a pesar de que presentó candidaturas a alcalde en todas las que incluimos. Es decir, de las 20 provincias "apristas" del 2006, el partido de la estrella sólo obtuvo cuatro alcaldías.

Al analizar las elecciones regionales, encontramos un relativo sostenimiento del electorado aprista. De las 11 provincias "apristas" seleccionadas (de cuatro regiones), sólo José Murgia, candidato a la presidencia regional de La Libertad, gana en seis provincias de la muestra. Los otros candidatos regionales del APRA (Trelles en Piura, Cabanillas en Cajamarca, Boluarte en Cusco) no alcanzaron la mayor votación en las jurisdicciones de voto sostenido por su partido. Si comparamos el promedio del voto aprista en las presidenciales del 2006 con el de las regionales recientes en estos bolsones, la diferencia es dramática: 52% para el candidato presidencial (Alan García) y 22% para los candidatos a las presidencias regionales respectivas. ¿Quién le gana al APRA a nivel regional? Alianza Para el Progreso se ha convertido en su principal adversario en la capital liberteña y sus candidatos regionales han superado a sus rivales apristas en provincias que hasta el 2006 habían mostrado su lealtad electoral al partido de gobierno, como Pacasmayo y Chepén (La Libertad), y Ferreñafe y Chiclayo (Lambayeque).

Notoriamente, el aprismo se ha debilitado en los últimos años y queda nuevamente demostrada la amplia distancia en el respaldo que puede tener García como candidato presidencial de sus correligionarios en los niveles subnacionales (con la excepción de Murgia, quien fue reelecto). El éxito comparativo que puede mostrar con respecto a otros partidos (ganó La Libertad y pasa a segunda vuelta en Lambayeque), sin embargo, esconde esta ausencia de disciplina en su electorado más cautivo.

Publicado en Correo, 23 de Octubre del 2010

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Saturday, October 16, 2010

¿Por quién votó el humalismo?

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2006, el candidato presidencial Ollanta Humala obtuvo más del 65% de los votos válidos en 19 provincias, todas ellas ubicadas en 6 regiones (7 provincias en Cusco, 5 en Ayacucho, 3 en Arequipa, 2 en Apurímac, 1 en Huancavelica y 1 en Puno). ¿Hasta qué punto el Partido Nacionalista Peruano logró mantener o no estos bastiones electorales en las últimas elecciones regionales? ¿Hasta qué punto estas provincias "nacionalistas" del 2006 pueden continuar siéndolo en los próximos comicios presidenciales?

El PN ha reivindicado la victoria de su candidato regional en Cusco, Jorge Acurio. Efectivamente, Acurio es secretario general regional de dicho partido desde hace 3 años y desde la alcaldía de San Sebastián ha logrado un importante posicionamiento. Sin embargo, sólo logra imponerse en 4 de las 7 provincias donde el humalismo arrasó en el 2006. En La Convención, Anta y Acomayo es desplazado por otras fuerzas independientes. De las 7 provincias humalistas cusqueñas del 2006, sólo Paruro sería la más consolidada. Ahí Acurio sacó su votación más alta en la región y el PN obtuvo la alcaldía provincial. En Acomayo, Acurio obtuvo el 23%, quedando segundo, pero su candidato edil ganó con 37%. Si bien es cierto Cusco ha sido la región donde el nacionalismo ha mantenido significativa presencia, su victoria no ha sido categórica, a pesar de que se trata presumiblemente de su electorado cautivo.

El voto humalista del 2006 (inclusive en aquellas provincias donde estuvo concentrado y sería sólido) se desvanece ante la ausencia de candidaturas que podrían asumir el liderazgo radical a nivel regional. Las provincias humalistas ayacuchanas terminan dando su voto al fujimorista Neyra (La Mar y Parinacochas) y al empresario de Alianza Para el Progreso Oscorima (Cangallo, Huanta y Víctor Fajardo). En Arequipa, Caylloma, Condesuyos y La Unión votaron de modo apabullante por la reelección de Guillén; y Aymaraes y Cotabambas, en Apurímac, por Elías Segovia. Donde el humalismo no tuvo candidatos directamente vinculados a su proyecto, su voto se fue a cualquier lado, de acuerdo con el carisma de los candidatos regionales. Donde el humalismo lo tuvo (Cusco), ganó, pero no con la contundencia que merecían sus antecedentes en la región.

Es cierto que las elecciones generales responden a una dinámica propia y que el peso personal de las candidaturas presidenciales va a tener la principal influencia. Sin embargo, también es cierto que el voto radical, que en teoría Humala encarna, puede ser disputado tranquilamente por un voto clientelista, como lo podría representar el fujimorismo, inclusive en los propios bastiones del nacionalismo. Sin candidaturas parlamentarias que refuercen el proyecto nacionalista, el capital electoral del 2006 se difumina fácilmente. Nadie es outsider dos veces en la vida.

Publicado en Correo, 16 de Octubre del 2010.

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Saturday, October 9, 2010

El mapa político al revés

Solemos analizar la consolidación de la política nacional desde Lima y mirar por encima del hombro a las regiones. De confirmarse los resultados electorales del domingo pasado, tenemos malas noticias para nuestro sentido común. En Lima ganaría lo que menos se parece a un partido. Villarán no es Barrantes, sino Belmont. Es un estado de ánimo sin organización que buscará gobernar la capital sin alcaldes distritales (hasta El Hermanón en 1989 los tuvo). La coherencia ideológica no lo es tanta. En palabras de Cotler: "Es una miríada de intereses que van desde un pequeño grupito estalinista y maoísta hasta caviares cristianos" (ojo que no lo dice el director de este diario). Fuerza Social depende extremadamente del personalismo de Villarán y sufrirá la inexperiencia de sus cuadros (aunque quizás este término sea excesivo). Hay que recordarles que con la indignación (léase repetir "asco" o "fraude" cada cinco minutos) no se gobierna.

Pero por otro lado, los analistas de gabinete -aferrados a las cifras y a sus dateros de provincias- ven en las regiones fragmentación y desgobierno, cuando hay razones para identificar articulaciones (o "confluencias", para que me entienda la izquierda-pashmina-verde). Luego de tres procesos electorales regionales, encontramos regiones donde hay élites políticas (oficialistas y de oposición) que se consolidan; y alrededor de estos liderazgos se vienen formando coaliciones más o menos estables si consideramos el suelo movedizo de nuestro sistema político. Miremos la Selva: la disputa entre Vásquez y Mera (Loreto); la pugna entre Velásquez y Pezo (Ucayali); y la reelección de Villanueva (San Martín), nos hablan de dirigentes políticos con experiencia tanto electoral como en gestión. En la costa sur, el escenario parece no cambiar desde hace más de 10 años. Guillén logra la reelección dejando a Falconí como segundo por tercera vez consecutiva (Arequipa); el inacabable Tito Chocano vuelve al escenario venciendo al ex congresista fujimorista Martorell (Tacna). En Piura, la victoria de Atkins sobre Trelles es prácticamente un clásico norteño. Inclusive los "radicales" elegidos (Santos en Cajamarca y Cerrón en Junín) no son improvisados, sino el producto de una larga carrera política anclada en la protesta social. Hace falta completar este mapa con las alcaldías provinciales al interior de cada región.

Tampoco vamos a exagerar y a creer que los movimientos regionales son la base de la rearticulación política del país desde "adentro", pero la consolidación de sus liderazgos, el significativo apoyo con el que han salido elegidos (35% en promedio) y el incremento en la tasa de reelección a nivel regional configuran un escenario más estable que el producido luego de los comicios subnacionales del 2006. Ahora a esperar el 2011, donde habrá que trazar la cancha desde cero nuevamente. Volatilidad peruana que le llaman.

Publicado en Correo, 9 de Octubre del 2010.

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Saturday, September 25, 2010

Baylycito

El domingo pasado, en su programa televisivo, Jaime Bayly hizo referencia a mi columna anterior "No se lo digas a Bayly", tergiversando mis críticas a su comportamiento en la actual campaña electoral. Los que leyeron mi columna -que es una ínfima proporción en comparación con los televidentes de El Francotirador- pudieron darse cuenta de la manipulación de mi argumento. Mis críticas a Bayly no apuntan a que apoya a determinada candidata y ataca a otra (lo cual me parece válido); sino a su rol legitimador del espionaje telefónico y a la inconsistencia de un autodenominado liberal que vulnera la privacidad de otros ciudadanos a su antojo. Quizás es lo primero lo que me parece más grave, pues apunta hacia la consolidación de un sistema político extremadamente sensible a los espías a sueldo.

En ese sentido, reafirmo mi preocupación (que el periodista caracterizó como "apocalíptica") porque el "chuponeo" (esa perversa herencia del autoritarismo) se mantiene como una práctica vigente no sólo empleado en la política (ya sea para ampayar a corruptos o para chantajear a amantes descubiertos), sino también en la actividad privada. ¿O es que acaso algunas empresas mineras no "chuponean" a dirigentes sociales involucrados en protestas? ¿O es que los asesores de inversiones no son ahora "expertos en seguridad"? Lo que se está construyendo es la política del escáner, una "democracia" tutelada por services de agentes privados de "inteligencia", capaces de tumbarse a cualquiera con un audio. ¿Es éste el sistema político que quisiera realmente Bayly?

Qué dudas caben de que Bayly es el periodista más influyente del país en estos momentos y se ha convertido en la analogía del presidente García en el reino de los media-stars. Así como García se ufana de tener el poder de vetar a sus posibles sucesores en Palacio de Gobierno, Bayly maneja a control remoto quiénes pueden (o deben) ser conductores de televisión incluso en canales de la competencia (léase el caso Beto Ortiz). Sin embargo, la silla giratoria del set de Frecuencia Latina le permite a Bayly renovar cotidianamente la fidelidad de sus seguidores, quienes aplauden acríticamente la política de la chacota.

Bayly sabe de la responsabilidad que conlleva su privilegiada capacidad de influencia, pero se hace el gil. El meollo del asunto no es la disputa entre Susana y Lourdes; ni tampoco que convierta el debate político en un show circense Tongo-céntrico. El tema de fondo es, mi estimado Zavalita de Conversación en La Baguette (de ahí lo de Baylycito, por si acaso), que el país se jode una vez más (insisto) cuando a los representantes no los elige la ciudadanía, sino las mafias detrás de los interceptadores telefónicos. Esos a los que prestas los parlantes que llegan a tu teleaudiencia.

Publicado en Correo, 25 de Setiembre del 2010.

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Saturday, September 18, 2010

No se lo digas a Bayly


Vivimos en el Perú post-SIN. Llevamos 10 años de cámaras secretas y teléfonos chuponeados, y Bayly se encargó de ponerle la cereza a la torta de celebración con los audios de Lourdes Flores.

El SIN era una gran central de "inteligencia" que monopolizaba los recursos para el espionaje (desde interceptadores telefónicos hasta agentes encubiertos). Era, como se sabe, la columna vertebral del autoritarismo fujimorista, y su lado más perverso. Cuando el régimen colapsó, la estructura del SIN explosionó: agentes, escáner en mano, huyeron despavoridos a refugiarse hasta que pasase el roche. Luego, con el ex jefe en prisión, decidieron crear sus propias pymes del espionaje que tan alegremente llaman "services". Ahora constituyen todo un mercado de información obtenida ilegalmente al servicio de políticos, empresarios, periodistas o cualquiera con el dinero para acceder al dato caleta que pueda tumbar al adversario o al antipático de turno.

Quién se iba a imaginar que aquellos agentes hijos putativos y herederos de Montesinos, terminarían prestando servicios al francotirador de la televisión peruana quien, cegado por sus caprichos personales, termina empleando y legitimando el uso del espionaje en el periodismo y en la política. Obviamente que Bayly conoce la procedencia de este tipo de "fuentes". No quedan dudas de que él es consciente del perjuicio a las reglas y normas del juego democrático. Claro que sabe que le hace el juego a estos agentes privados del "chuponeo" telefónico. Pero la competencia política justa y equitativa de una contienda electoral le importa mucho menos que sus afanes personales. ¿Así se considera presidenciable y se jacta de liberal alguien capaz de vulnerar los principios básicos de la ciudadanía como el derecho a la privacidad?

Lamento profundamente que nuestra democracia se convierta en el títere de "hacendados" del siglo XXI para quienes la política y la televisión son su chacra, y de espías a sueldo disfrazados de asesores y lobbistas. Pero me preocupa aún más la vista gorda de un gobierno que convive feliz con los legados del autoritarismo, como si finalmente no le importara que se constituyan "agencias de seguridad" paraestatales. Esta triste historia de falsos demócratas convierte al espía a sueldo en el actor secundario que se roba -literalmente- el show y convierte a nuestro país en una democracia "chuponeada".

Vivimos en el Perú de Jaime Bayly, salvo que los reflejos democráticos ciudadanos, incluyendo a los profesionales de la indignación (hasta ahora callados porque todo esto beneficia a su candidata), sean el mejor dique ante este huaico terrible de actos ilícitos que tergiversan las preferencias electorales y el juego democrático. Éste es uno de los momentos de la historia en que el Perú se jode una vez más, Baylycito; y esta vez con tu autógrafo en portada.

Publicado en Correo, 18 de Setiembre del 2010.
Imagen: Alvaro Portales

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Saturday, September 11, 2010

¿Y las elecciones regionales?

El 2002 se realizaron por primera vez elecciones regionales en nuestro país. La descentralización estaba en boca de todos: zurdos y de derecha, los de arriba y los de abajo, los del centro y los de la periferia. Las demandas por democratización hacia el final del gobierno autoritario de Fujimori en el "interior del país" estuvieron muy influenciadas por la agenda descentralista. Al restablecerse la competencia política, no sólo los partidos tradicionales volvieron al Congreso, sino también a la esfera regional. Recordemos al APRA ganador en 12 gobiernos regionales. Hoy, aquel día parece muy lejano.

La opinión pública nacional -centralista, limeña, de cara a la Costa Verde y de espaldas al país- se ha ensimismado en la elección de la alcaldía metropolitana, y las pullas entre lourdistas y susanistas ganan las primeras planas de los diarios y los noticieros. Sabemos cómo van las preferencias en distritos como Miraflores y Magdalena, pero no quiénes son los favoritos para gobernar los distritos y provincias con mayor canon minero, o las zonas donde el narcotráfico arrecia. ¿Quién ganará en Bagua, en Ilave, en Moquegua? Ni siquiera sabemos qué pasa en Huacho.

En las elecciones del 2006, los partidos retrocedieron en las regiones. El APRA obtuvo 2 de las 25 gobernaciones (sólo pudo reelegirse en una), y ningún otro partido nacional logró alzarse con la victoria. Si a ello le sumamos el bajo respaldo con el que triunfaron presidentes regionales (como el de Puno, por ejemplo, con sólo 19%), la política regional quedó al abandono y en manos de outsiders locales, "líderes" por defecto sin proyecto político más allá del sueldo de los suyos, y sin mayor norte que ver la manera de sobrevivir a los cuatro años de gestión. Tengo la impresión de que el desarrollo desigual del país no sólo se debe al centralismo del Ejecutivo y su política económica, sino también a la ausencia de una clase política regional de envergadura que acompañe, guíe y pugne con criterio los recursos de sus localidades.

La segunda vuelta regional -inútil para garantizar legitimidad pero perfecta para que el APRA sea finalista en la mayor cantidad de jurisdicciones- evidenciará las polarizaciones subnacionales existentes (entre los afines a la extracción de recursos naturales y sus críticos movilizadores), la receptividad de estrategias clientelares (cuando los márgenes de votación son estrechos y decisorios), y la debilidad de las organizaciones nacionales, incluyendo al partido de gobierno (se prevén finales entre movimientos regionales y partidos nacionales). Mientras seguimos el celebrity deathmatch en que se ha convertido la disputa por el asiento de Nicolás de Ribera, el Perú -ese país cercano a Lima- sigue fragmentándose. Pero no importa: ¿o sí? Consecuencias del centralismo-ombliguismo-pensamiento La Baguette.

Publicado en Correo, 11 de Setiembre del 2010.

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Saturday, September 4, 2010

¿El electorado al revés?

Se parte del supuesto de que los sectores populares suelen ser de izquierda y de que las clases acomodadas del signo opuesto. Por ello, sorprende el respaldo de Villarán en los sectores A y B, y el dominio de Flores de C para abajo. Pero pocos notan que el signo ideológico es sólo una de las dimensiones de la competencia política y no basta para ordenar las preferencias electorales en términos de clases sociales. Existen otras dos dimensiones: la clientelar y la personalista, que permiten comprender mejor este aparente "mundo al revés".

El comportamiento electoral de los sectores urbano-populares suele ser muy sensible a las ofertas clientelares. Existe una larga tradición populista (desde Odría) que traduce la política en beneficio concreto. No es que los sectores populares hayan sido altamente ideologizados por el socialismo y el comunismo en los ochenta, sino que los alcaldes y operadores políticos de izquierda tenían una agenda concreta para este sector: organizaciones de invasiones y AA.HH., habilitación urbana, títulos de propiedad, servicios básicos, asistencialismo alimentario. No es casual que esta misma agenda fuera continuada por el fujimorismo neoliberal. Los sectores populares, antes que ideologizados, buscan el bien inmediato, sobre todo aquellos con necesidades urgentes. La insistencia contumaz de Villarán con el programa asistencialista del Vaso de Leche (tan asistencialista como los comedores populares fujimoristas) es su carta para avanzar en este segmento. Flores se apoya en la maquinaria de sus alcaldes distritales, pero carece de una propuesta atractiva propia para dar la pelea en este sector.

Ante la ausencia de un debate programático (en teoría decisivo en las clases educadas), la dimensión personalista es la que mejor ordena el comportamiento electoral en las clases altas. No creo que los sectores A y B se hayan vuelto más sensibles socialmente (siguen construyendo casas tan ostentosas como para que resurja Sendero), sino que apelan a cierta identificación de clase. Villarán de la Puente finalmente es GCU, es la tía buena gente que además se da una vuelta por los cerros. Flores ha quedado descolocada y su identificación se restringe a sus orígenes clasemedieros (fuerte en C). Si sumamos a ello el ánimo antipolítico heredado de los noventa, Flores aparece desgastada, trajinada, con una trayectoria empañada por las acusaciones de deshonestidad. Mientras que Villarán, de mayor edad que Flores, aparece paradójicamente con la imagen de "renovación"; pero si no fuera por la tacha a Kouri y el apapacho de Bayly, seguiría siendo tan desconocida como caviar en pueblo joven.

El electorado no está al revés sino en el sitio de siempre. Pero finalmente son los candidatos quienes moldean las preferencias. Una Flores más agresiva y una Villarán acusando los golpes de la política electoral podrían revertir las tendencias.

Publicado en Correo, 4 de Setiembre del 2010

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Monday, August 30, 2010

Arroz con Leche (o las elecciones municipales en D y E)

Pregúntenle a cualquier candidato a la alcaldía de Lima qué es el "pueblo" o qué significa ser "popular". Fíjense en su estrategia para conquistar el voto de D y E. Para Villarán, el pueblo es un comedor popular organizado por mujeres que luchan contra los machistas (Laura Bozzo cruzada con Frejolito). Para Kouri (y sus herederos), se trata de repartir arroz en bolsas con la imagen de su rostro. Para Flores, hay que visitar los cerros y prometer más escaleras solidarias (aunque ahora supongo que las pintarían de verde). Prima una visión asistencialista, de dádiva y cemento, una visión estrecha y estereotipada de los sectores populares, que parece haberse quedado estancada en el pasado.

El mundo D y E es ancho y ajeno para esta clase política, que necesita angustiosamente sus votos, pero que vive atrapada en las demandas urbanas de sus amigos A y B (transporte y seguridad) y desconoce la agenda del mundo popular, al que sólo se aproxima por obligación moral o electoral. La ciudad, les recuerdo, también incluye a aquellos cerros periféricos a los Conos que se inundan con las míseras lloviznas de invierno; también es el tráfico de tierras y las batallas campales que se arman por su control. El dilema del transporte no sólo es rajar "caviarmente" de El Metropolitano, sino preocuparse por el ordenamiento de las mototaxis (cuyas asociaciones son más fuertes que cualquier comité distrital del Vaso de Leche; datazo). La corrupción no es sólo Comunicore, sino también los negociados de licencias de funcionamiento municipal en cada barrio. Ya todos se han olvidado de las "paraditas" porque creen que con un Metro a 15 cuadras a la redonda la gente vive feliz. La agenda "verde" también debería incluir a las numerosas industrias que intoxican el cielo aún más gris de los Conos. No se olviden de que además de la Costa Verde hay un río Rímac lleno de ratas reales (y no esos chiquillos vestidos de Mickey Mouse cruzado con Pío's Chicken que figuretearon afuera de El Comercio el día del debate). Les recuerdo que no basta con exigir ciudades de acceso libre a internet si en estos barrios la mayoría no tiene computadoras. A nadie le he oído ofrecer cabinas de internet municipales (no subvencionadas, sino gratuitas).

Pero como los candidatos no quieren hacer el esfuerzo por conocer algo más de estas demandas, se sumergen en pretender demostrar quién es más buena gente (o menos choro). Que el debate municipal se reduzca a buscar el diploma de buena conducta, o inventar maquetitas con obras irrealizables, augura una Lima que lamentablemente no se integrará como ciudad. Recuerden que no sólo se vive del arroz de Kouri o la leche de Susana.

Publicado en Correo, 29 de Agosto del 2010.

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Saturday, August 21, 2010

La Izquierda Moderna

El crecimiento accidental en la intención del voto limeño por Susana Villarán ha traído al debate la relevancia de una opción política que dicha candidata presenta como "izquierda moderna". Sin embargo, si uno revisa sus declaraciones y propuestas, e identifica a sus propulsores, se encuentra con la triste realidad de que abundan más los rezagos del pasado, y que la supuesta modernidad es de utilería. En su afán por llamar la atención de los pobres (ahí donde no pasa del 5%), Villarán predica la insistencia en un programa social caduco (Vaso de Leche) que ha generado corrupción antes que niños sanos. Su aproximación a los sectores D y E es digna de monjas caritativas o de tías del Golf que lavan sus culpas ensuciándose los zapatos en los arenales. Sus visitas de médico a los comedores populares conmueven tanto como Boloña durmiendo entre esteras.

Su alianza con sectores fundamentalistas no le permite mirar adelante. ¿Quién le dijo que la izquierda tenía que unirse, cuando lo que se necesita es zanjar de una vez con los errores de sus autodenominadas "viejas glorias" que nunca cambiarán? ¿Quién dice tener un discurso basado en la honestidad pactando con quienes controlan las argollas de la Derrama Magisterial y obstruyen la transparencia en la gestión pública? (A ver, que PR maneje el presupuesto participativo de Lima). Además, la supuesta renovación de cuadros es falaz, porque esas "jóvenes promesas" son en realidad chiquiviejos-manos-blancas que creen que ser de izquierda es tutear a su empleada (que no tiene seguro social) y vestirse con look novoandino.

El país necesita una izquierda realmente moderna, popular en serio (ni paternalista, ni obligada por el "affirmative action"), que se acerque a los barrios con horizontalidad (no como policía femenina ni promotora de ONG feminista); que deje a un lado el inútil discurso del emergente (que sólo sirve para pedir plata a la cooperación-small-is-beautiful); que no se pierda en disquisiciones del siglo pasado (¿Fidel o no Fidel?); que se libere tanto de post-violentistas como de socialconfusos; que deje el discurso participativo ingenuo (¿qué es eso que tan ligeramente consideras "pueblo"?); que cimiente una ciudadanía liberal (deja de llamar "pobladores" a la gente de D y E y "ciudadanos" a tus amigos que te acompañan en tus marchitas); que sepa interpretar el capitalismo contemporáneo (ya olvídate del rollo soso de la Economía Solidaria, que sólo sirve para que Mocha vaya a Brasil a florear a Boaventura Dos Santos); que se acerque al mercado amparado en la legalidad de las instituciones (¿alguien de tus patas ha abierto una microempresa exitosa? No vale convertir tu casa en centro cultural para que tus amigos escuchen jazz); que respete los derechos pero también ponga orden (¿o es que el orden es monopolio de la derecha?).

El país no necesita un remake de Izquierda Unida, sino una izquierda inédita. Quisiera una izquierda que rompa con sus argollas, que divida, que sincere. "Soy una Bachelet", dice Villarán, cuando en todo caso habría que escuchar a Enríquez-Ominami ("Somos una generación post Guerra Fría, donde la democracia y la economía mixta son las premisas"). Una izquierda joven a la que no se le pueda echar en cara ningún roche. Eso no es Fuerza Social por ningún lado, que lo único de "moderno" que tiene son las confesiones nostálgicas de aficionados a la marihuana.

Publicado el 21 de Agosto en Correo

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Saturday, August 14, 2010

En defensa de los tránsfugas

Se cuestiona frecuentemente a los políticos que cambian de emblema político. Se les llama peyorativamente "tránsfugas", reviviendo aquellos vergonzosos eventos del 2000, en los que "opositores" al fujimorismo vendieron su fidelidad política a Montesinos y al régimen autoritario. "Tránsfuga" se ha convertido en un insulto, pero sobre todo en una acusación política de falsedad, de falta de consecuencia, de ausencia de principios; es una ofensa que cualquiera quisiera evitar.

Pero el "tránsfuga" del 2010 es distinto. En un interesante y laborioso análisis, Francisco Canaza ha elaborado un "transfugómetro municipal" analizando cuatro listas de candidatos al concejo limeño. Según sus datos, "sorprende" que Cambio Radical y Fuerza Social sean las agrupaciones con más postulantes con pasado en otros movimientos (47% y 40%, respectivamente). ¿A qué se debe tanto "tránsfuga"?

En el país, la vía más fácil para un político es trazarse un futuro cambiando de agrupación de elección en elección. La alta "tasa de muerte" de agrupaciones efímeras hace que se prefiera abandonar los barcos antes de repararlos; lo cual no es deslealtad ni indecencia, sino instinto de sobrevivencia. Los políticos que no tienen la vocación ni la capacidad para construir proyectos sólidos migran de camiseta política como si de novios se tratase.

¿Qué culpa tienen Marisa Glave Remy y Gustavo Pacheco Villar, por mencionar sólo dos casos distintos, de que para mantenerse vigentes y activos en política hayan tenido que dejar atrás los movimientos en los que debutaron y adscribir a otros con mayores posibilidades de éxito electoral? ¿No fue acaso la sana ambición política lo que explica que en pocos años la regidora dejase el PDS, asumiera la invitación del PN, pasase a TyL y luego hiciera alianza con gente de Patria Roja en FS para no interrumpir su CV político? ¿No fue acaso la terquedad del ex parlamentario que, una vez desaparecido el FIM, se ofreciera de escudero de Toledo, primero, y de Castañeda después? ¿Qué culpa tienen estos hijos de su tiempo de no tener las agallas para formar una organización que pueda enraizarse en la sociedad? ¿Qué culpa tienen de ser practicantes de la política gitana y cortesanos de líderes ocasionales?

Se juzga con demasiada severidad a este "transfuguismo político" cuando no existen opciones que permitan la consecuencia política (salvo APRA o PPC). En una democracia sin partidos, los "tránsfugas" son moneda corriente. Esperemos sentados a los políticos fundacionales porque la vocación de mártir es escasa. Bajemos la valla y acostumbrémonos a estos reproductores de la personalización de la política, trepadores de alianzas pragmáticas y de vientres de alquiler, muestras de una política desinstitucionalizada en la que ellos siguen perpetuando los males que aprendieron a diagnosticar en sus clases de sociología y de derecho.

Publicado en Correo, 14 de Agosto del 2010.

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