Saturday, April 16, 2011

¿Por qué ganaron Humala y Fujimori?

Una primera lectura de los resultados electorales nos lleva a interpretar la victoria de Humala como la expresión de un rechazo al modelo económico y echarle la culpa al gobierno por haberse concentrado en el optimismo y no haber hecho nada para cambiar ese estado de ánimo "triste y derrotista" de los peruanos andinos (sic). Sin embargo, la respuesta no es tan sencilla como para activar inmediatamente nuestros sentimientos de culpa y voltear la página.

Sigo sosteniendo que las explicaciones deterministas en lo económico no bastan para entender el triunfo humalista. En el intercambio que tuve con Sinesio López, él terminó acertando el resultado, pero no necesariamente por las razones que adujo (igual pagaré la apuesta este martes en la PUCP). Si seguimos su argumento, no sólo los insatisfechos habrían salido de su estado de "disonancia cognitiva", sino que a la vez las clases medias urbanas se habrían enajenado el 10 de abril. ¿Cómo explicar sino el alto porcentaje de voto "antisistema" en Lima, Trujillo y Piura? (o como contraejemplo, el respaldo de PPK en el "sur radical").

La clave de la victoria de Humala sería su estrategia electoral: comenzar "tarde" la campaña, dejando que sus madrugadores rivales se desgasten; aparecer más moderado, matizando su imagen radical para seducir a las clases medias; y trascender el discurso de la economía hacia la lucha Correocontra la corrupción y por la seguridad. Hizo lo que muchos analistas no pensábamos que podía hacer: salir del corsé economicista que un grupo de sus asesores le habían encajado.

La victoria de Fujimori sí resultó hasta cierto punto predecible por los politólogos: en un escenario de fragmentación política, el 20% de voto duro es un capital para pasar a la segunda vuelta (sin contar el voto oculto que salió de su escondite). Porque, aunque duela a muchos aceptarlo, el fujimorismo es lo que más se parece a un partido político (de acuerdo con Levitsky). Ok: es personalista, no mantiene una organización (ni siquiera siglas), pero ha trascendido el intercambio clientelar de los noventas, el agradecimiento de sus beneficiarios, y ha empezado a generar mística, seguidores, militancia. Fuerza 2011 tiene fujimoristas. Gana Perú no tiene humalistas.

Tanto Humala como Fujimori representan la demanda por Estado.El primero como promesa y como cambio, la segunda como evaluación retrospectiva del gobierno de su padre. Un Estado que se traduzca en seguridad y en programas sociales (y no un Estado promotor de aerolíneas, por ejemplo). Pero es a la vez, en ambos casos, una inclusión autoritaria y potencialmente clientelar. Porque nos hemos olvidado que los últimos diez años han sido de conflictividad social, cuyo protagonista es el "perro del hortelano", que salió a votar para exigir más Estado, pero con mano dura.

Publicado en Correo, 16 de Abril del 2011.

Entrevista con Jaime de Althaus el 21 de Marzo (a 3 semanas de la primera vuelta). Específicamente sobre pronósticos para la segunda vuelta ver Min 15.30:


Labels:

Saturday, April 9, 2011

¿Ya aprendió la lección?

Estimado candidato presidencial, candidato wannabe, political bróker, o empresario-yo-adopto-a-un-candidato: la culpa no la tiene PPK, que apareció de un momento a otro. Tampoco los errores de Toledo. Ni Castañeda que no quiere renunciar. La absoluta responsabilidad de que el candidato de sus sueños se quede vistiendo santos es del ingenuo pragmatismo con el que asume la práctica política. Porque espero sinceramente para su bien y el de todo el país que ya se haya dado cuenta de que en política no se puede vivir sin partidos.

¿Qué explica que los que encabezaban las encuestas al inicio de la campaña muy posiblemente aparezcan mañana entre los coleros? ¿Cómo entender que quienes iban muy atrás y que casi dábamos por descontados tengan aspiraciones reales de pasar a la segunda vuelta? ¿Por qué esta volatilidad tan loca, inusitada, sin explicación aparente por donde se la mire? Perdonen, pero ahí sí creo que los politólogos lo hemos venido diciendo desde hace un buen rato: no hay partidos. Y hace poco nomás calificamos al actual proceso como "elecciones sin partidos". Ello implica que casi ninguna organización política tenga el elemento fundamental de toda elección: militantes. Alberto Vergara me lo comenta por chat: ¿te has dado cuenta de que son las primeras elecciones sin el APRA ni el PPC? (su participación en el "sancochado" es secundaria).

Que no exista militancia ni membresía política significa que los individuos no se sienten parte de ningún proyecto político. Por lo tanto, en un lapso de tres meses, cualquiera puede pasar de Humala a PPK, o de Castañeda a Toledo sin chistar, dependiendo del último gesto, grito, cambio de look o uso y abuso de la mascota de turno que haga el candidato presidencial. Precisamente por eso, mientras todos tratan de sobrevivir en arenas movedizas, Keiko Fujimori pasa piola porque ha logrado revivir a los seguidores de su padre, a esa señora de comedor popular que todavía le agradece al ex presidente y ahora no duda en gritar "China, China, China". Ese 20% es, quizás, lo único seguro en esta neblina electoral.

Por lo tanto, ya sabe Usted, amigo con aspiraciones de sillón presidencial. Póngase a trabajar desde ahora. No se ilusione con reencarnarse en el outsider de moda, sino en crear un proyecto serio. Y Usted, financista de sus amigos, asustado por el antisistema de turno, invierta donde haya un proyecto mínimo de organización. Ojo que tampoco vamos a tener los partidos old-style, pero sí intentos que duren más de un verano o una campaña presidencial. ¿Ya sabe por qué Alan García está tan confiado para el 2016? Porque tiene lo más preciado en este desierto político: el APRA, pero sobre todo, tiene apristas.

Publicado en Correo, 9 de Abril del 2011.

Labels:

Saturday, April 2, 2011

El salto al vacío autoritario

El crecimiento económico sostenido que emociona a la derecha (me incluyo) no puede seguir avanzando en piloto automático. Requiere organizar la política a través de instituciones sólidas. No hay desarrollo económico sostenido sino existe desarrollo institucional: un Estado eficiente y descentralista, con control no solo territorial sino también con Estado de derecho. Con reglas de juego estables y solo alterables bajo los principios democráticos. Lo avanzado en economía se puede ir al diablo si no avanzamos urgentemente en institucionalidad.

Dos candidaturas presidenciales generan razonables dudas sobre lo que pueden hacer en materia de consolidar instituciones democráticas. Primero, Keiko Fujimori no ha mostrado ninguna señal para diferenciarse del modelo autoritario con el que gobernó su padre. Si hubo alguien que más destruyó la institucionalidad política en nuestro país fue quien le ha dejado la herencia política que hoy usufructúa electoralmente. Acompañada por los mismos autores de “interpretaciones auténticas”, su pasado nos recuerda la arbitrariedad a favor de los intereses de quienes buscan perpetuarse en el poder.

Segundo, Ollanta Humala se esfuerza por mostrarse como un guardián de la democracia, cuando su pasado militar lo asocia con actos de sublevación y violencia (Locumba, Andahuaylas). Pero lo que preocupa seriamente es la concepción de la democracia que comparten tanto él como sus asesores intelectuales. Para ellos, la democracia es sobre todo “social”, y no se entiende sin la “lucha contra la pobreza” (tarea que no es inherente a un régimen político sino a la gestión estatal). Si la democracia se juzga por resultados sociales, las reglas de juego pueden subordinarse a la sonrisa feliz de los que reciben dinero en efectivo o una canasta de comida. La institucionalidad no importa si se cautiva al electorado con clientelismo. En este punto el fujimorismo y el humalismo se interceptan: la política como resultado.

Los autoritarismos competitivos que se han construido se basan en esa premisa. Fujimori destruyó el Estado de derecho justificándose en el pragmatismo de las clases populares y rurales quienes aún agradecen el gesto. Las propuestas de cambio constitucional y Asamblea Constituyente de Humala buscarían el soporte social de programas sociales (un cierre del Congreso hoy día tendría apoyo, ¿o no?). La arbitrariedad y el autoritarismo prenderían en un suelo donde la mitad de peruanos no considera que la democracia es preferible a otra forma de gobierno. Estamos a la cola en apoyo a la democracia en América Latina y lo vemos reflejado en el apoyo a dos candidatos que despiertan nuestros reflejos autoritarios. La pregunta, estimado (e)lector, no es solamente quien apoyará o no el modelo económico, sino quien puede construir democráticamente la estabilidad política. El salto al vacío autoritario está a un paso. Elija Usted si lo da.

Publicado en Correo, 02 de Abril del 2011.

Labels: