Saturday, June 11, 2011

Todo tiene su final


Por primera vez tendremos un gobierno de izquierdistas elegido democráticamente (aunque ellos mismos se empeñaron en hablar de fraude los días previos) y es, valgan verdades, hasta cierto punto merecido para quienes insistieron por diversas vías (desde el proyecto revolucionario, la organización partidaria, pasando por el frente electoral y ahora a través del atajo de un outsider militar) llegar al poder. Felicidades muchachones del ayer. No creía que la harían. Precisamente mi escepticismo sesgó parte de mi análisis durante la campaña: al igual que muchos otros no pensé que Humala podría triunfar; al igual que pocos sí veía las posibilidades del fujimorismo debido a su soporte social. Gajes del oficio de analista político.

Con esta columna termina mi colaboración con el diario Correo. Agradezco a su director por permitirme tener un espacio semanal desde el cual coincidimos y discrepamos, pero sobre todo desde donde pretendí (usted lector juzgará si con éxito o no) promover una voz discordante en medio de un unísono políticamente correcto que ha pecado de acrítico y que hasta ahora estigmatiza los argumentos que no suenan a aplausos. Precisamente por eso, Correo me pareció la palestra ideal para azuzar los prejuicios con los que se lee la prensa nacional.

Al nuevo gobierno le deseo lo mejor, ya que el panorama que se le viene no es sencillo. Ha levantado las expectativas de los sectores movilizados y tiene que demostrar que tiene operadores políticos para contener la violencia. Me gustaría ver a Javier Diez Canseco volviendo a Puno a desbloquear carreteras. Ha prometido un cambio en la administración de políticas sociales, pero no distingo una tecnocracia social capaz de trascender los papelógrafos y los plumones de las ONG. Como quisiera que Mocha dé el salto a una Dilma. El Ministerio de la Mujer debe dejar de ser lo más mediocre de la burocracia estatal. Si de verdad creen que su triunfo electoral ha sido la victoria de la memoria (sic), me gustaría verlos capaces de plantear políticas de reconciliación y de promoción de los derechos humanos que calen en las mayorías (¡ahora no tienen excusa!). Si de verdad están convencidos que ésta es la oportunidad del progresismo para gobernar y hacerlo bien, me gustaría ver a los palomillas de Twitter dejar las redes virtuales y volverse activistas de redes sociales reales. Si de verdad creen que Lima no es el Perú, agarren sus chivas y múdense a Ilave a construir democracia. Y a los que votaron por Humala, dejen el rollo ridículo de "vigilantes" (eso en todo caso sería para la oposición), y tengan un rol activo. No caigan en la ilusión de la democracia participativa, porque no podemos darnos el lujo de un posible fracaso de Humala. Ahí sí podríamos tocar fondo.

Publicado en Correo, 11 de Junio del 2011

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Tuesday, June 7, 2011

Cuando ganan los perdedores

El Perú ha elegido democráticamente a su primer gobierno de izquierda. A la vez, Ollanta Humala es el primer candidato presidencial que triunfa sin el voto de Lima y de las consolidadas ciudades del norte del país. Los perdedores ganaron. Primero, los tradicionales perdedores políticos que sin un partido de izquierda encontraron en el atajo de un outsider nacionalista el acceso al poder. Segundo, los perdedores del sistema de crecimiento sin redistribución, que el saliente presidente Alan García se empeñó en caracterizarlos como “perros del hortelano”, marginados convertidos en prácticamente “enemigos de la patria”. Humala ha conseguido la representación electoral –veremos si política—del insatisfecho, del anti-sistema, del que exige cambio, redistribución, justicia social. Y tiene la responsabilidad de comenzar a gobernar desde los “de abajo”.

Los ganadores de siempre, se rehúsan a perder. Y no porque no reconozcan los resultados electorales o hablen de fraude. Sino porque un día después de las elecciones, Lima amaneció con las consecuencias esperadas del miedo económico del que tanto se habló durante la campaña: la bolsa de valores de Lima cayó 8 puntos y de manera preventiva se suspendieron las operaciones temporalmente. Los lobbyistas se cayeron de la cama temprano para anticiparse con recomendaciones de personajes a cargos estratégicos como el Ministerio de Economía, el Banco Central de Reserva e incluso la Presidencia del Consejo de Ministros. (Cancillería entra a definiciones secundarias por el momento). Los medios de comunicación –la mayoría de preferencias distintas a los resultados de los comicios— se sumaron a la presión. Los ganadores de siempre, no quieren dejar de serlo.

Las autoridades electorales aún no terminan el conteo oficial de los votos, y el virtual presidente Humala ya se encuentra entre estas dos versiones del Perú. Y aún falta que el oficialismo saliente, con Alan García a la cabeza, pase a la oposición. La débil bancada aprista se equilibra con el personalismo de su líder máximo. Keiko Fujimori, con la segunda representación congresal más importante, tendrá la misión de disputarle a García el rol opositor para no perder el capital político logrado en esta campaña. Humala necesita apoyarse en la bancada de Toledo para generar confianza “en los de arriba” y establecer vínculos con los Presidentes Regionales para tratar de placar los ánimos “en los de abajo”. El ajedrez recién empieza pero en una democracia sin partidos, recordemos, los pactos y las alianzas no prometen larga duración.

Publicado en La Tercera, 7 de Junio del 2011

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Saturday, June 4, 2011

Un viciado optimista

Finalmente, los miedos se impusieron a las plataformas programáticas. Fujimori y Humala fueron incapaces de diferenciarse: por querer ser redistributivos, terminaron siendo asistencialistas. En el debate mostraron que sólo les quedaba presentar listados de sensibilidad social, sin poca capacidad de convencimiento. Y no es cuestión de media training. Ofrecen gobierno (lo cual está bien), pero carecen de proyecto de país. Así no pudieron sumar lealtades, sino simplemente adherir las antipatías del rival a su favor. Por eso el énfasis en las acusaciones mutuas. El resultado es la confusión: Usted no es nacionalista, no se engañe, usted es antifujimorista. Usted no es liberal si le vota a Fujimori, para usted prima el bolsillo. Si gana Fujimori, gana el miedo económico; si gana Humala, gana el miedo político. En cualquier caso, el Perú pierde, al menos un poco.

Pero, se ha puesto a pensar, como se pregunta DedoMedio, si acaso esto no es lo mejor que nos pudo haber pasado. ¿Acaso usted no cree que si gana Humala los dueños-del-Perú-mining-company no le van a cercar e imponer su agenda? No me diga, por favor, que cree sinceramente que Humala es la representación orgánica e idílica de una revolución social. Me parece que la billetera tiene más poder que un comandante aventurándose a la política. Eso sí, habremos ganado más carteles de "responsabilidad social". Con Humala en el gobierno, más que susto, habrá culpa; y sí pues, tendrá que chorrear de verdad. Pero en líneas generales terminará negociando con los poderes fácticos. Usted que sufre del miedo económico, tranquilo no más.

¿Acaso usted no cree que Fujimori pueda representar a los que prefieren la democracia? Malas noticias para caviares: de acuerdo con las encuestas publicadas hasta el fin de semana pasado, entre los que creían que la democracia era preferible a cualquier otra forma de gobierno ganaba KF de lejos. Entre los que sostenían que un gobierno autoritario o una dictadura son justificables, OH se la llevaba. El fujimorismo de base, por negación al nacionalismo, tiene más posibilidades de constituirse en el apoyo a la democracia. Suscribo lo que enfatiza Hugo Neira: el humalismo es el autoritarismo social que representaba el fujimorismo en los noventa. No se engañe: los demócratas humalistas son "newcomers", invitados no más que al primer "uno, dos" del comandante retornarán a sus ONG.

Quizás exagero en ambos casos. Sí pues, quizás sea demasiado arriesgado votar por un militar pragmático que frene los progresos económicos. Sí pues, quizás sea demasiado iluso pensar que la hija de un régimen corrupto y autoritario no vaya a permitir la impunidad. Pero mañana quisiera votar con optimismo. Por ninguno de los dos, claro está.

Publicado en Correo, 4 de Junio del 2011.

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Saturday, May 14, 2011

¿Y si es tu culpa, caviar?

Medio Lima ya se ha rasgado las vestiduras por el desenlace de segunda vuelta. Ya nos hemos sentido un poquito mejor echándole la culpa a Alan, al modelo neoliberal, a la falta de redistribución, a la historia de exclusión y desigualdad, a Francisco Pizarro, a Sarita Colonia. Yo también lo he hecho. Confesión de parte. Ojo: no es fácil echarle la culpa a la derecha, a los empresarios, a Toledo o a PPK que no están a la altura del momento histórico para declinar faltando horas a ser candidato presidencial. Se requiere de mucha valentía para enfrentarse al establishment económico y decirles (aunque no te lean o te escuchen) que tienen la responsabilidad de que Huancavelica vote por Humala y Perú (Nebraska) por Gastón.

Pero pensando con frialdad el asunto, en realidad los caviares acaban teniendo su cuota significativa de responsabilidad con el escenario entre "el cáncer y el sida" (Premio Nobel dixit) que afrontamos. En primer lugar, la exclusión política al fujimorismo durante la transición (fuera del Acuerdo Nacional, desaforo de sus congresistas, etc.) permitió que los seguidores del ex presidente convirtieran la marginación en su capital político para construir la mística del perseguido; e interpretar la justicia (merecida condena contra AF) como una revancha de sus enemigos políticos.

Pero sobre todo condujeron la agenda de la construcción de instituciones democráticas y de la defensa de los derechos humanos a un nivel elitista. Durante casi veinte años, con recursos procedentes de fuentes internacionales, la necesaria agenda por la democracia en manos caviares no caló en el público objetivo que anunciaban retóricamente en sus proyectos. Sino ¿por qué entonces gran parte del elector peruano no le hace ascos a votar por el fujimorismo si éste representa un retroceso en términos de justicia y democratización? Si hubieran dirigido y diseñado intervenciones inteligentes y populares, la causa democrática (si es que existe) no estaría encerrada entre las butifarras de su café favorito.

Los candidatos de menos credenciales democráticas pasaron a la segunda vuelta porque la democracia, los derechos humanos, la justicia lastimosamente no importan. Y no se me indigne más estimado caviar, porque fueron ustedes los que han llevado esta agenda en sus manos (y recursos no les ha faltado). Y ahora se ponen del lado de un candidato, en vez de cuestionar por igual la tentación autoritaria de los dos. Al hacerse los giles con respecto a Humala (y hasta endosarlo), sabotean sus propias convicciones democráticas. No sólo hacen de la defensa de los derechos humanos una causa elitista, sino convenida, interesada; y así inútil. Por tanto buscar su memoria con vista al mar, terminan dando la espalda al país.

Publicado en Correo, 14 de Mayo del 2011.

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Saturday, May 7, 2011

Clientelismo sin partidos

¿Ya le llegó el email de Ms. Stone? Las tías regias de la Lima GCU (incluidas alguna prima de la alcaldesa) se escriben correos electrónicos para despertar la sensibilidad social con vista al Golf. Susan de Un Mundo para Julius está 40 años más tía, pero vigente. "Compre arroz en bolsa transparente en Wong", dicen. Como si la vida fuera tan fácil. Cómo si el clientelismo lo fuera también.

El clientelismo es una técnica sofisticada, no una reacción causada por el miedo de las botas que suenan acercarse a Palacio. Hay dos tipos de clientelismo: el que funciona por miedo; y el que funciona por agradecimiento. El primero es el más eficiente. El clientelismo es un contrato en el que hay que asegurarse que las partes cumplan con el acuerdo. Es fácil comprobar el que da; es difícil hacerle seguimiento al que recibe. Ahí entran a jugar el partido, la organización política, el monitoreo, la supervisión de que el trato se cumpla. Todo ello para provocar la sensación en el cliente, que el voto no es secreto, y que los operadores políticos tienen mil ojos y mil oídos, al punto de poder averiguar por quién votó. Así que más le vale cumplir con su parte.

Pero en el Perú, eso ya pasó. Eso fue el clientelismo desde el aparato estatal, o sea desde Foncodes o desde los comedores populares: "Si no votas por el Chino, ya tú sabes". Sin aparato, sin partido, sin acceso al Estado, sin capacidad de atemorizar ni chantajear, lo que queda es un clientelismo de agradecimiento.Ahí aparece de nuevo Ms. Stone (señora Macarena o como se llame).

El clientelismo peruano actual sólo funciona cuando es personalizado, cuando los réditos electorales pueden llevarse un candidato al Parlamento, o un alcalde provincial. Acuña no contribuye al respaldo de PPK, pero sí para que su hijo y su compadre salgan de congresistas. Luna no trabaja para que Castañeda gane, pero sí para ser reelecto. Ningún partido controla los aparatos clientelares (como en Colombia), éstos viven por sí solos, pero fragmentariamente: en La Libertad, en Ayacucho, en Cajamarca, en Lima-provincias.

Como no hay técnica, el clientelismo que se practica ahora es ineficiente: no calcula cuál es su target político (¿sus seguidores, sus simpatizantes, los independientes, los rivales?), y solo intuye que tiene que distribuir entre los pobres (cuando se ha comprobado que puede ser más eficiente distribuir a las clase medias). Es un clientelismo que se mueve a ciegas, de puro prejuicio. Entonces Ms. Stone y amigas sólo tendrán un impacto para despertar el recuerdo (la memoria no es sólo de los caviares) de que "todo tiempo pasado con el Chino fue mejor". Aunque claro, el clientelismo no decide quién gana una elección, pero ayuda.

Publicado en Correo, 7 de Mayo del 2011.

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Saturday, April 16, 2011

¿Por qué ganaron Humala y Fujimori?

Una primera lectura de los resultados electorales nos lleva a interpretar la victoria de Humala como la expresión de un rechazo al modelo económico y echarle la culpa al gobierno por haberse concentrado en el optimismo y no haber hecho nada para cambiar ese estado de ánimo "triste y derrotista" de los peruanos andinos (sic). Sin embargo, la respuesta no es tan sencilla como para activar inmediatamente nuestros sentimientos de culpa y voltear la página.

Sigo sosteniendo que las explicaciones deterministas en lo económico no bastan para entender el triunfo humalista. En el intercambio que tuve con Sinesio López, él terminó acertando el resultado, pero no necesariamente por las razones que adujo (igual pagaré la apuesta este martes en la PUCP). Si seguimos su argumento, no sólo los insatisfechos habrían salido de su estado de "disonancia cognitiva", sino que a la vez las clases medias urbanas se habrían enajenado el 10 de abril. ¿Cómo explicar sino el alto porcentaje de voto "antisistema" en Lima, Trujillo y Piura? (o como contraejemplo, el respaldo de PPK en el "sur radical").

La clave de la victoria de Humala sería su estrategia electoral: comenzar "tarde" la campaña, dejando que sus madrugadores rivales se desgasten; aparecer más moderado, matizando su imagen radical para seducir a las clases medias; y trascender el discurso de la economía hacia la lucha Correocontra la corrupción y por la seguridad. Hizo lo que muchos analistas no pensábamos que podía hacer: salir del corsé economicista que un grupo de sus asesores le habían encajado.

La victoria de Fujimori sí resultó hasta cierto punto predecible por los politólogos: en un escenario de fragmentación política, el 20% de voto duro es un capital para pasar a la segunda vuelta (sin contar el voto oculto que salió de su escondite). Porque, aunque duela a muchos aceptarlo, el fujimorismo es lo que más se parece a un partido político (de acuerdo con Levitsky). Ok: es personalista, no mantiene una organización (ni siquiera siglas), pero ha trascendido el intercambio clientelar de los noventas, el agradecimiento de sus beneficiarios, y ha empezado a generar mística, seguidores, militancia. Fuerza 2011 tiene fujimoristas. Gana Perú no tiene humalistas.

Tanto Humala como Fujimori representan la demanda por Estado.El primero como promesa y como cambio, la segunda como evaluación retrospectiva del gobierno de su padre. Un Estado que se traduzca en seguridad y en programas sociales (y no un Estado promotor de aerolíneas, por ejemplo). Pero es a la vez, en ambos casos, una inclusión autoritaria y potencialmente clientelar. Porque nos hemos olvidado que los últimos diez años han sido de conflictividad social, cuyo protagonista es el "perro del hortelano", que salió a votar para exigir más Estado, pero con mano dura.

Publicado en Correo, 16 de Abril del 2011.

Entrevista con Jaime de Althaus el 21 de Marzo (a 3 semanas de la primera vuelta). Específicamente sobre pronósticos para la segunda vuelta ver Min 15.30:


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Saturday, April 9, 2011

¿Ya aprendió la lección?

Estimado candidato presidencial, candidato wannabe, political bróker, o empresario-yo-adopto-a-un-candidato: la culpa no la tiene PPK, que apareció de un momento a otro. Tampoco los errores de Toledo. Ni Castañeda que no quiere renunciar. La absoluta responsabilidad de que el candidato de sus sueños se quede vistiendo santos es del ingenuo pragmatismo con el que asume la práctica política. Porque espero sinceramente para su bien y el de todo el país que ya se haya dado cuenta de que en política no se puede vivir sin partidos.

¿Qué explica que los que encabezaban las encuestas al inicio de la campaña muy posiblemente aparezcan mañana entre los coleros? ¿Cómo entender que quienes iban muy atrás y que casi dábamos por descontados tengan aspiraciones reales de pasar a la segunda vuelta? ¿Por qué esta volatilidad tan loca, inusitada, sin explicación aparente por donde se la mire? Perdonen, pero ahí sí creo que los politólogos lo hemos venido diciendo desde hace un buen rato: no hay partidos. Y hace poco nomás calificamos al actual proceso como "elecciones sin partidos". Ello implica que casi ninguna organización política tenga el elemento fundamental de toda elección: militantes. Alberto Vergara me lo comenta por chat: ¿te has dado cuenta de que son las primeras elecciones sin el APRA ni el PPC? (su participación en el "sancochado" es secundaria).

Que no exista militancia ni membresía política significa que los individuos no se sienten parte de ningún proyecto político. Por lo tanto, en un lapso de tres meses, cualquiera puede pasar de Humala a PPK, o de Castañeda a Toledo sin chistar, dependiendo del último gesto, grito, cambio de look o uso y abuso de la mascota de turno que haga el candidato presidencial. Precisamente por eso, mientras todos tratan de sobrevivir en arenas movedizas, Keiko Fujimori pasa piola porque ha logrado revivir a los seguidores de su padre, a esa señora de comedor popular que todavía le agradece al ex presidente y ahora no duda en gritar "China, China, China". Ese 20% es, quizás, lo único seguro en esta neblina electoral.

Por lo tanto, ya sabe Usted, amigo con aspiraciones de sillón presidencial. Póngase a trabajar desde ahora. No se ilusione con reencarnarse en el outsider de moda, sino en crear un proyecto serio. Y Usted, financista de sus amigos, asustado por el antisistema de turno, invierta donde haya un proyecto mínimo de organización. Ojo que tampoco vamos a tener los partidos old-style, pero sí intentos que duren más de un verano o una campaña presidencial. ¿Ya sabe por qué Alan García está tan confiado para el 2016? Porque tiene lo más preciado en este desierto político: el APRA, pero sobre todo, tiene apristas.

Publicado en Correo, 9 de Abril del 2011.

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Saturday, April 2, 2011

El salto al vacío autoritario

El crecimiento económico sostenido que emociona a la derecha (me incluyo) no puede seguir avanzando en piloto automático. Requiere organizar la política a través de instituciones sólidas. No hay desarrollo económico sostenido sino existe desarrollo institucional: un Estado eficiente y descentralista, con control no solo territorial sino también con Estado de derecho. Con reglas de juego estables y solo alterables bajo los principios democráticos. Lo avanzado en economía se puede ir al diablo si no avanzamos urgentemente en institucionalidad.

Dos candidaturas presidenciales generan razonables dudas sobre lo que pueden hacer en materia de consolidar instituciones democráticas. Primero, Keiko Fujimori no ha mostrado ninguna señal para diferenciarse del modelo autoritario con el que gobernó su padre. Si hubo alguien que más destruyó la institucionalidad política en nuestro país fue quien le ha dejado la herencia política que hoy usufructúa electoralmente. Acompañada por los mismos autores de “interpretaciones auténticas”, su pasado nos recuerda la arbitrariedad a favor de los intereses de quienes buscan perpetuarse en el poder.

Segundo, Ollanta Humala se esfuerza por mostrarse como un guardián de la democracia, cuando su pasado militar lo asocia con actos de sublevación y violencia (Locumba, Andahuaylas). Pero lo que preocupa seriamente es la concepción de la democracia que comparten tanto él como sus asesores intelectuales. Para ellos, la democracia es sobre todo “social”, y no se entiende sin la “lucha contra la pobreza” (tarea que no es inherente a un régimen político sino a la gestión estatal). Si la democracia se juzga por resultados sociales, las reglas de juego pueden subordinarse a la sonrisa feliz de los que reciben dinero en efectivo o una canasta de comida. La institucionalidad no importa si se cautiva al electorado con clientelismo. En este punto el fujimorismo y el humalismo se interceptan: la política como resultado.

Los autoritarismos competitivos que se han construido se basan en esa premisa. Fujimori destruyó el Estado de derecho justificándose en el pragmatismo de las clases populares y rurales quienes aún agradecen el gesto. Las propuestas de cambio constitucional y Asamblea Constituyente de Humala buscarían el soporte social de programas sociales (un cierre del Congreso hoy día tendría apoyo, ¿o no?). La arbitrariedad y el autoritarismo prenderían en un suelo donde la mitad de peruanos no considera que la democracia es preferible a otra forma de gobierno. Estamos a la cola en apoyo a la democracia en América Latina y lo vemos reflejado en el apoyo a dos candidatos que despiertan nuestros reflejos autoritarios. La pregunta, estimado (e)lector, no es solamente quien apoyará o no el modelo económico, sino quien puede construir democráticamente la estabilidad política. El salto al vacío autoritario está a un paso. Elija Usted si lo da.

Publicado en Correo, 02 de Abril del 2011.

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Saturday, March 26, 2011

¿PPKae?

La volatilidad de las preferencias electorales tiene sus consecuencias. Perú es el país de las olas, pero no sólo para los surfers, sino también para los que buscan llegar a la Presidencia sin hacer su chamba previa (léase al menos construir un partido). Pero las olas son emotivas, se basan en el famoso "click" que haga un candidato (no un proyecto político) con el electorado. El personalismo máximo de nuestra política al descubierto: basta aparecer como "un peruano como tú", la "tía bacán" y ahora un "gringo criollón" para jalar al electorado desafecto de la política, que no cree en ideologías y las propuestas le suenan a floro, para quien el clientelismo es el mal menor.

El personalismo con líderes de baja intensidad provoca un voto emotivo, por lo tanto circunstancial. Una vez que pasa el momento de la atracción, si no existe organización o propuesta que retenga el apoyo, el enamoramiento se desvanece. Por lo tanto, sólo llegan a buen puerto si las elecciones se dan cuando el candidato en cuestión se encuentra en la cima de la ola, es decir, cuando todavía es sorpresa, cuando ha agarrado viada, cuando sus contrincantes apenas acusan el golpe y aún no reaccionan. Luego vienen las campañas en contra, y el momento de reflexión del electorado enamorado que empieza a pensarla. La ola baja su intensidad. Recuerden el 2000: a Andrade se lo bajaron, luego a Castañeda (no aprende) y ya era muy tarde para Toledo. Unos días más y Villarán no la contaba. La pregunta es: ¿en qué lugar de la ola agarrará a PPK el 10 de abril? ¿En la cresta o en la orilla?

PPK me recuerda a Mockus: personajes excéntricos, "extranjeros" en sus propios países, que ante la incapacidad de construir partido propio apelan a las redes sociales virtuales (carecen de las reales), el militante al alcance de un tuit, mueven a los votantes debutantes en las urnas a punta de flashmobs y rompen el hielo de la política acartonada bajándose el pantalón o dejándose tocar la privacidad. OK, Colombia no es Perú, pero se parece. Igual son personalistas que sólo cautivan a una parte del electorado, a ese A y B que sueñan con sus demandas post-materiales o que están más allá del bien y del perro del hortelano. Sólo si trascendiera hacia C y D y las regiones, y hacia las comunidades que viven al ladito de las mineras, PPK podría sostenerse más allá de la emoción. Porque si no, te conviertes en Sánchez de Lozada. Así como todo personalismo es perjudicial para la gobernabilidad (ya sea Villarán o PPK), también los extremos (PPK ni siquiera pro mercado, sino pro empresa). Recordemos que Goni vino con su Evo de yapa. Y que todas las olas llegan mansitas a la orilla.

Publicado en Correo, 26 de Marzo del 2011.

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Saturday, March 19, 2011

La estrategia del Becho-Abacho

Usted distraído (e)lector sigue con atención las arremetidas en las preferencias electorales del outsider que no fue (Humala) y del outsider que no es (PPK) y cae cómplice de las matemáticas y de las apuestas: "si Toledo cae unos puntos por acá, PPK sube otros por allá"; "si Castañeda se desinfla de una vez por todas, Humala podría meterse a segunda", etc. Porque en política como en el fútbol, el gol podría llegar en el último minuto. Los analistas diagnostican las subidas y bajadas de los candidatos porque finalmente nuestro volátil electorado nos obliga a llevar la calculadora a todas partes.

En medio de tanta volatilidad, el voto duro por Keiko Fujimori no deja de sorprender. Desde que comenzó la campaña (y desde mucho antes), tiene un apoyo que promedia el 20% de la intención de voto. Aunque en el último mes, habría bajado 2 puntos en las encuestas, en los simulacros de votación su respaldo llega al 22% de los votos válidos, lo cual además podría ser un indicio de la existencia de un "voto oculto" a su favor. De todos los candidatos, Fujimori tiene el respaldo menos inestable, lo cual la podría poner en la segunda vuelta. Mientras que los demás suman y restan, cambian de estrategia, de "target" político; Fujimori aguanta, espera y confía en su electorado cautivo, y es a éste a quien le habla.

En el debate del domingo pasado, corroboramos la estrategia de Fujimori: dirigirse al electorado que recuerda los programas sociales del gobierno de su padre, a esa gran masa que el fujimorismo conquistó con clientelismo, pero que ahora le tiene una devoción que supera a la inmediatez del intercambio material. A ello le suma un discurso de "mano dura" ("derrotar a la delincuencia como se hizo con el terrorismo"), pero no al estilo gritón de Humala (que tiene su propio electorado), sino suavecito no más. Mientras los demás se pelean, exigen debates cara-a-cara, apelan a sus escuderos, Fujimori aplica el estilo del Becho-Abacho: apapachar a sus seguidores, ponerle música en sus oídos, y evitar los enfrentamientos. Los demás arriesgan, hablan de giros de campaña; la heredera sigue en lo suyo confiando en que ello bastará.

Considerando el electorado fragmentado, este camino le puede funcionar para seguir en carrera, pero en una eventual segunda vuelta no podrá evitar los temas políticos referidos a justicia, corrupción, y fortalecimiento democrático, los que hoy evita. Demasiado premio para alguien que también hereda la destrucción de la institucionalidad política del país, pero que a la vez refleja un sector que cree que presencia del Estado es una mezcla de mano dura y clientelismo. ¿O es que eso es lo que queremos los peruanos?

Publicado en Correo, 19 de Marzo del 2011.

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Saturday, March 12, 2011

El tsunami no lleva tu nombre

Luego de las elecciones de 1990, Chema Salcedo escribió un ensayo para entender el inesperado e intempestivo crecimiento de respaldo de la candidatura de un desconocido. Lo bautizó como El tsunami Fujimori, no sólo haciendo referencia al parentesco japonés con el personaje en cuestión, sino como metáfora perfecta para comprender la causa de este fenómeno político. Los tsunamis -los recientes acontecimientos naturales nos permiten corroborar su significado- son reflejos, hasta cierto punto epifenómenos, provocados por grandes sismos que los antecedieron. El movimiento de las placas tectónicas de la sociedad peruana de los ochenta (conflicto interno, hiperinflación, crisis de representatividad) fue el origen de la aparición del outsider en la política peruana. Así como no hay tsunami sin sismo previo, no hay outsider sin crisis que lo anteceda.

En nuestro medio abusamos del uso del término outsider como si cualquiera lo fuera. Se cree que alguien que sube en las encuestas de un momento a otro lo es. O que basta que un político baile reggaetón en un programa televisivo para que lo sea. Tantos errores sobre el uso del término se han cometido, que la chapa le cae a todos. La confusión se agrava por el hecho de que los partidos políticos son casi inexistentes en nuestro medio, lo que hace que no quede claro si alguien emerge por dentro o por fuera del sistema partidario (aunque este concepto sea en sí mismo una exageración).

Un outsider es alguien que emerge por fuera del sistema político (medios de comunicación, fuerzas militares, deporte) y termina representando a un sector del electorado que no se hallaba enganchado con ningún proyecto político. Sólo se puede ser outsider una vez en la vida, porque luego de la aparición, su permanencia termina identificándolo con la clase política. Si bien Fujimori, Toledo y Humala fueron en su momento outsiders, inmediatamente luego de la primera elección se convirtieron en parte del establishment. Yo agregaría que un outsider llega a ser electoralmente exitoso cuando aparece en un contexto de crisis y cambio. Para volver a la metáfora original, cuando es precedido por un gran remezón. Fujimori y Toledo fueron outsiders exitosos por las crisis económicas y políticas que los precedieron, respectivamente. En momentos en que el electorado siente que tiene poco que perder -ya lo dice Kurt Weyland-, se puede tomar riesgos como votar por un desconocido. Pero en contextos de estabilidad, el electorado se vuelve conservador, y los políticos que reflejen mesura son los preferidos (no casualmente Toledo dio el salto de outsider a insider). El Perú versión 2011 no es tierra fértil para outsiders. Ni volatilidad electoral, ni radicalismo, ni payasadas justifican la aparición de un tsunami. Sólo un fuerte sismo que no ha sucedido últimamente. ¿O usted lo ha sentido?

Publicado en Correo, 12 de Marzo del 2011.

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Saturday, February 26, 2011

Anti-Candidatos


Un ex presidente que busca la reelección luego de haber gobernado por años el país con el índice desaprobatorio más alto de la historia. Un ex alcalde de Lima sin organización política y que, encima, se escapa de los micrófonos y las cámaras. La hija de un ex presidente preso por violaciones a los derechos humanos y corrupción. Un ex militar antisistema en un país pro sistema. Un anciano gringo, con un "sancochado" de alianza y con apellido impronunciable para el peruano promedio. ¿Se ha puesto a pensar, estimado lector, que los postulantes a la Presidencia carecen de atractivos que cautiven y convenzan al electorado? ¿Se ha preguntado que quizás esa desafección que siente con respecto a la campaña se podría deber a estos desangelados políticos? ¿No será acaso que son, paradójicamente, "anti-candidatos" con más flaquezas que virtudes para vincularse con un electorado sumido en la desolación política?

El próximo jueves 3 de marzo presento en Transparencia Anti-Candidatos. Guía analítica para unas elecciones sin partidos, compilación de estudios que intenta destilar la esencia de los proyectos políticos y organizaciones que participan en la actual contienda electoral. ¿Cómo funciona exactamente eso que llamamos una "democracia sin partidos"? Si no son partidos, ¿qué son? Si son organizaciones personalistas, ¿cómo sobreviven luego de tanta derrota electoral? ¿Cuán dependientes son las candidaturas del paso que tuvieron por la gestión pública? ¿En qué consiste el pragmatismo de las alianzas electorales? ¿Qué se negocia? ¿Qué se pierde? ¿Qué se gana?

No existen partidos, pero las funciones necesarias para la disputa política se siguen cumpliendo. La personalización de la política ha llevado a la difuminación de las distinciones programáticas. Pero este personalismo paradójicamente no se basa en personalidades fuertes o significativas, sino en imágenes dependientes de lo que se puede mostrar como capital electoral (por ejemplo, gestiones anteriores u honestidad). Se mantienen un grupo de leales alrededor de estas figuras como una suerte de mínimo requerido para sobrevivir durante las épocas no electorales, cuando no abundan los ayayeros u oportunistas. A partir de este núcleo, todo se negocia: desde "escuderos" (la lista parlamentaria de Solidaridad Nacional) y aparatos clientelares atomizados (la contribución de Acuña a PPK), hasta equipos de programas de gobierno (Ciudadanos por el Cambio con Humala y Todos por el Perú con Castañeda). Con ello se explican las 11 candidaturas que tenemos al frente, pero también los ausentes (como el APRA). Y todo ello en un contexto en el que el poder de los medios aumenta conforme disminuye el de los partidos, y en el que el juego electoral se rige desde Lima casi mirando de reojo las rutas del interior del país. ¿A cuál anti-candidato elegirá usted el próximo 10 de abril?

Publicado en Correo, 26 de Febrero del 2011.

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Saturday, February 19, 2011

A medio camino

Estamos a mes y medio de las elecciones presidenciales y puede resultar clave hacer un alto e identificar qué es lo nuevo de este proceso electoral y qué es más de lo mismo.

Las elecciones del 2006 evolucionaron hacia la profundización de una división ideológica entre los pro sistema y los antisistema. Los candidatos García y Humala terminaron representando esta división. Esta escisión política tuvo inclusive un correlato a nivel regional: entre la costa y la sierra sur, para simplificar. Lo que hasta ahora podemos observar es que esta clasificación programática no se ha activado aún (aunque esto podría ser más claro en la segunda vuelta), pero tampoco se perciben todavía tendencias regionales significativas a favor de determinados candidatos.

Lo que sí resulta hasta cierto punto una novedad es la reaparición del clientelismo, pero no al estilo fujimorista cooptando los recursos estatales, sino un clientelismo privatizado y fragmentado. En La Libertad, Ayacucho, Cajamarca y Áncash aparecen maquinarias electorales que son soportes focalizados a proyectos determinados, pero no vinculados entre sí. Es posible que el incremento de la competencia electoral en los próximos meses y en una eventual segunda vuelta termine agudizando el empleo clientelar. A menos debate ideológico, más clientelismo.

La influencia del personalismo en la política se ha incrementado, aunque ya no se basa en líderes carismáticos o representando ideas fuertes (como García o Humala nuevamente), sino personalismos de baja identidad que funcionan más como un "voto reprospectivo" (agradecimiento a gestiones previas, en el caso de Toledo, Fujimori y Castañeda) que como el cultivo de una lealtad política emergente. Por ello mismo, no hay mucha novedad en la oferta política: los principales candidatos son ya políticos con experiencia y expuestos extensivamente al electorado. Si bien es cierto no tenemos sistema de partidos, la dinámica política se resiste a la aparición de un outsider.

Pero a menos poder de los partidos, más influencia de los medios de comunicación para (de)formar la agenda política de la campaña. La función de las candidaturas es sobre todo reactiva (salvo los reflejos de Toledo) a las imposiciones también volátiles de la prensa. Para contrarrestrar se apela a la "política de los escuderos": políticos profesionales pragmáticos que terminan siendo empleados estratégicamente por quienes más lo necesitan. Ya sean "simples" voceros (Menchola en Solidaridad Nacional) o acartonados intelectuales (Lynch en el nacionalismo). El oportunismo es moneda corriente desde hace buen rato, y eso cruza a todo el espectro ideológico: de PPK a Humala.

La volatilidad de nuestros procesos electorales de hecho nos traerá sorpresas (el azar se vuelve lo único predecible), y veremos si estas tendencias se consolidan o dan forma a algún nuevo fenómeno. Por el momento nos queda prender el televisor con encuesta en mano.

Publicado en Correo, 19 de Febrero del 2011.

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Saturday, February 12, 2011

En busca del "issue" perdido

En las últimas semanas hemos visto cómo los candidatos a la Presidencia han intentado colocar algunos temas de agenda ("issues") en el debate electoral. Toledo tuvo la iniciativa (con idas y vueltas) al referirse al aborto, al matrimonio homosexual y al consumo de drogas. Este último tema ha sido utilizado por los demás candidatos en su contra, lo que nos llevó a la peluquería. Mientras que para algunos analistas estamos viviendo la emergencia de un debate electoral en torno a temas de "países desarrollados" (una suerte de prematuro avance hacia ideales postmateriales), lo que en realidad tenemos es un torpe deambular de candidatos buscando despertar simpatías a como dé lugar.

Un "issue" no puede ser cualquier tema, por más que éste sea polémico en cualquier otro lugar (para empezar, el matrimonio del mismo sexo ya no lo es en Estados Unidos). Los "issues" políticos más poderosos requieren al menos dos requisitos: que expresen de mejor manera las rupturas sociales, de modo que puedan generar identidades colectivas, y que el electorado tenga alternativas que elegir entre plataformas políticas que expresen esa división. Para la primera condición se requiere politizar una división social, pero los analistas-fonavistas (entiéndase aquellos que venden ilusiones al pueblo) sólo ven clase social, cuando existen otras divisiones posibles: religión, centro-periferia, región de procedencia, matrices culturales distintas. Para la segunda, es necesario que los candidatos den a elegir plataformas distintas. Algo que hasta el momento no sucede en el caso de los "issues" sociales mencionados.

Lo interesante es que en aquellos temas donde sí existen alternativas políticas distintas, y donde los analistas-fonavistas han visto, desde chiquitos, una división entre ricos y pobres, no existe tal alineamiento político. Me refiero al modelo económico. Y vuelvo a mi columna anterior: por más que existe un 38% de la población (PUCP) que busca cambios radicales en la economía, este porcentaje no se traslada al único candidato crítico al sistema económico: Humala. De hecho, entre los que quieren un cambio radical, Toledo, Fujimori y Castañeda (27%, 20% y 17%, respectivamente) sacan más votos que el candidato "antisistema" (15%). ¿Cómo se entiende esto? Sinesio López considera que es una "temporal disonancia cognitiva y política" por la que pasa el electorado peruano. Lo que no se da cuenta el ex director de la Biblioteca Nacional durante el gobierno de Toledo es que el 2006 ya pasó hace rato, y que en una democracia volátil los clivajes se activan y desactivan con facilidad, y no necesariamente lo que funcionó hace cinco años (o lo que funciona en la teoría marxista) es aplicable siempre. El problema es que los intelectuales orgánicos humalistas y toledistas no han encontrado el "issue" perdido. Quien lo encuentre, avise y celebre.

Publicado en Correo el 12 de Febrero del 2011.

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Saturday, February 5, 2011

Humala: lo que no fue, no será

¿Por qué Humala no despega? ¿Por qué sigue anclado en un 12% desde hace buen rato? ¿Acaso el terno "anticorrupción" que se ha puesto a diario no ayuda? ¿O es que seguimos recordándolo con su casaquita verde militar? Pobre Humala, no tiene nada que mostrar. Lo he sostenido en mi columna anterior. Porque obra manda. Y no es porque los electores sean pavlotianos (Manrique, ¡cite bien!). Sino porque la gente quiere menos ideología y más bien concreto. Porque Humala no se puede quitar de encima la imagen de antisistema, de ruptura, de cambio radical, de cholo con botas, mientras que los peruanos hemos logrado cierta estabilidad (subrayo "cierta"). Porque uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser. Y porque no estamos ante el escenario de desgobierno de finales de Toledo como para jugársela por un outsider. Ni tampoco hay "efecto Evo" como entonces, y que Chávez meta la mano es inaceptable para la mayoría.

Supongamos que sólo la economía importe para votar (S. López) y veamos las encuestas (Imasen). ¿Qué porcentaje de peruanos quiere un cambio radical (subrayo "radical") en la política económica? 36.5%. El 25% está tranquilazo, que continúe nomás. Y el 37.4% busca cambiar "en algo". ¿Quién no? Sostengo que la suma de estos dos últimos (62.4%) no votaría de ninguna manera por un antisistema porque está satisfecho en términos generales con la economía. Entonces, ¿existe un tercio que potencialmente votaría por Humala? (supongo que esto es lo que todos los días le repiten al oído los columnistas-candidatos de La República a su líder). No necesariamente, para eso necesitaríamos análisis con acceso a las bases de las encuestas (Lynch apenas usa la calculadora para comprobar que no le convenía que Diez Canseco postule). Entonces mantengámonos en las hipótesis.

El que quiere cambios radicales en la economía, podría votar por Humala, pero también por Castañeda, Keiko e inclusive Toledo. Así como nadie puede arrogarse la continuidad del modelo, tampoco Humala puede hacerlo con respecto a su oposición. Ejemplo: el norte del país es la zona con mayoría crítica a la economía: 52.6% (y no el Sur, sorpresa), donde Humala sólo tiene un 9% de intención de voto. ¿Quién gana en el norte? Toledo, seguido de Fujimori, quien saca su mayor porcentaje.

El escenario ha cambiado mucho en cinco años. Los ciudadanos del campo quieren cambios moderados antes que traumáticos (45% vs. 40%). Ya no todos los conflictos son antimineros, sino inclusive para acceder a sus beneficios. Por eso el voto rural tampoco hace la diferencia a favor de Humala. Porque, como en todo, el timing importa y parece que el tren ya se le pasó. Porque lo que no fue, no será.

Publicado en Correo, 5 de Febrero del 2011.

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Saturday, January 29, 2011

Sin obras no hay paraíso

Las ideologías importan poco. El peruano promedio termina ubicándose al centro pero votando a la derecha (la sobrepoblación de candidaturas en ese lado del espectro es porque hay cama para toda esa gente). Por otro lado, nuestros "líderes políticos" no tienen el carisma avasallador que cautive al electorado y la posibilidad de cultivar un voto personalista está tan lejana como un mundial de fútbol. ¿Es acaso el clientelismo la clave del éxito electoral?

El clientelismo supone una maquinaria política que permita distribuir los bienes y las ofertas, y supervisar el cumplimiento del contrato clientelar: yo te doy y tú votas por mí. Las elecciones regionales y municipales han permitido conocer la existencia de aparatos clientelares locales y privatizados (Acuña en La Libertad y Lambayeque; Oscorima en Ayacucho), pero no existe un aparato de penetración política nacional. El APRA -malas noticias, compañeros- ya no tiene la capacidad de antaño. Hasta la oferta clientelar se ha fragmentado. La demanda está ahí, latente, sobre todo en regiones que combinan "boom económico" y pobreza. O sea, Cajamarca y Áncash.

Si no votamos por programas ni por "issues" (amigo periodista, deje de hacer esa pregunta "cool" de qué opina Ud. sobre el matrimonio homosexual), si nuestros "líderes" son todo menos carismáticos y si no es posible el clientelismo sin maquinaria, lo que nos queda es la promesa de un bien concreto o la demostración de que ello es posible. Los peruanos votamos por quien más obra hace o puede hacer. No es casual que quienes estén arriba en las encuestas sean los únicos que tienen obra que mostrar: un ex presidente, un ex alcalde de Lima y una hija de un ex presidente que politiza su apellido. De ahí que Toledo se pelee por firmar la paternidad de la Interoceánica, de ahí tanta placa del "mudo", de ahí tanta pinta naranja con el logo de Foncodes. El elector peruano paga por ver, y ahí están las encuestas (y las esperanzas de García de volver en cinco años). Pobre Humala: no tiene nada que mostrar porque además sólo se es outsider una vez en la vida. Pobre PPK, que de outsider no tiene nada (¿pobres los analistas que se dan de chamanes?).

Resumen ejecutivo: nadie cuestionará severamente el modelo económico. El clientelismo no va a tener impacto a nivel nacional, tan sólo en ciertas regiones donde existan aparatos (La Libertad, Ayacucho) o demasiada oferta que no importe dilapidar los recursos (Cajamarca, Áncash, Lima Provincias). Ya que ningún candidato tiene organización para llegar al interior, la pelea va a ser mediática y la ganará quien pueda vender mejor su capacidad de hacer obra social. El efecto de posibles escándalos es totalmente impredecible. Esto último lo dejo a los analistas-chamanes.

Publicado en Correo, 29 de Enero del 2011.

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Saturday, November 13, 2010

¿Crisis o Adaptación?

Un sector de los analistas critica con dureza que el APRA participe en elecciones presidenciales por primera vez con un candidato "independiente", es decir, que auspicie el lanzamiento a la Presidencia de alguien que no proviene de las filas de su membresía, como es el caso de Mercedes Aráoz. De acuerdo con estos argumentos, dicha selección se interpreta como un "signo de crisis�, como una incapacidad del partido más organizado del país para producir y promover candidaturas presidenciables. Se habla de una ausencia de renovación; y de escasez de liderazgos al interior del partido de la estrella, por lo que tendría que buscarlos afuera.

Lo que para algunos es una evidencia de crisis podría ser interpretado de otra manera: como una sana muestra de adaptación, quizás como una estrategia que lee adecuadamente las exigencias contemporáneas y adecúa su propuesta política al humor popular. Se sabe que el ciudadano peruano promedio prefiere votar por candidatos "independientes" y que rechaza todo lo que esté asociado a la herencia de la partidocracia ochentera, ésa que suena a hiperinflación y violencia. Por ejemplo: Villarán, quien a pesar de provenir de la vieja izquierda y estar rodeada de partidos anquilosados en el tiempo, fue percibida como "nueva" en política. La estructura partidaria sirvió para despegar, para salir del "otros" al 3%-4%; a partir de ahí el personalismo hizo lo suyo y la organización acompañó.

¿Es ésta la fórmula para la supervivencia partidaria: un independiente domesticado, con pinta de outsider pero de sangre pro sistema? ¿No es acaso mucho mejor tener a figuras con capital político propio dentro de los partidos a que éstas corran como outsiders con agrupaciones de caducidad postelectoral? Aráoz en el APRA, Córdova en el PPC y hasta Hernando Guerra García en Fuerza Social cumplen precisamente con este perfil de tecnócrata-yo-mismo-soy pero que opta por los fueros de la política partidaria e institucional en vez de aventurarse con el sueño del partido propio.

En tiempos donde la identificación partidaria es débil y el ciudadano promedio no confía en las organizaciones llamadas a ordenar el sistema político democrático (es impensable una democracia sin partidos), considero que esta combinación de independientes "renovadores" (no los tránsfugas de siempre) con partidos que provean no sólo organización política sino también cuadros parlamentarios de mediana formación, coherencia y disciplina, puede ser la tabla de salvación para un sistema político que no soportaría mayores niveles de volatilidad y transfuguismo, ni outsiders oportunistas y partidos nacionales incapaces de pasar la valla electoral.

Publicado en Correo, 13 de Noviembre del 2010

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Saturday, November 6, 2010

Mechita peligrosa

La primera jugada en el tablero electoral la ha dado el APRA al postular a la Presidencia a Mercedes Aráoz, ministra de Economía y permanente miembro del gabinete durante la gestión de García. De prosperar la nominación -a estas alturas ya hemos aprendido de candidaturas retiradas, impugnadas y tachadas-, y bajo ciertas condiciones, podría ser el gran éxito del verano del 2011.

Los críticos analizan a Aráoz sólo en el plano programático, con la cantaleta de "haber traicionado" los fundamentos de Haya de la Torre. El provincianismo de estos "analistas" no les permite ver cambios y vaivenes ideológicos como estrategias de adaptación de viejos partidos (por ejemplo, el Peronismo argentino). El posicionamiento de centro (o centroderecha, dependiendo de la campaña) de la precandidata constituye un atractivo para esa parte del Perú que ha recibido los réditos del crecimiento económico, para los que creen que se "avanza", es decir, para las clases medias altas y acomodadas de las urbes costeñas, aunque obviamente con eso no es suficiente para ganar una elección.

Para analizar los procesos electorales es necesario incorporar a la discusión derecha-izquierda dos dimensiones más: la clientelar y la personalista. Con respecto a la primera, si la maquinaria del partido logra engranarse con la candidatura de Aráoz, ésta podría alzar vuelo en los sectores más proclives a ofertas clientelares. Enfatizar redistribución y gasto social le permitiría mantener la etiqueta de "partido del pueblo". Sin embargo, el APRA ha demostrado que no sabe aprovechar (o García no quiere) la "ventaja del gobernante" ("incumbency advantage"), que permite a una candidatura oficialista hacer más creíbles sus ofertas. Si el aparato organizativo logra superar sus dilemas y disputas internas, y apoya decididamente a Aráoz, sus posibilidades presidenciales deberían incrementarse.

Con respecto a la dimensión personalista, Aráoz tiene la ventaja del carisma personal. El perfil de mujer profesional con experiencia de gestión ha demostrado pegar muy bien en la región. García aprovecha el éxito electoral femenino y juega a ser Lagos y Lula, proponiendo la continuidad de lo "avanzado" al auspiciar la candidatura presidencial de ministras fieles al modelo propuesto (Bachelet y Rousseff lo fueron en Chile y Brasil, respectivamente). El atractivo personal mediático (sumado a la sonrisa Kolynos) es un valor agregado que podría llevar a la Miss Nistra hacia la "corona" presidencial.

Aráoz pelearía muy bien el voto de los "integrados" y dependerá del partido de la estrella hacer lo suyo en la cancha del vínculo con los sectores populares y rurales, porque aunque debilitado, tiene todavía el mejor aparato. Lo que para algunos es una estrategia para meter a algunos congresistas, podría convertirse en una "mechita peligrosa" que explote en las manos de los que ya se creen en segunda vuelta.

Publicado en Correo el 6 de Noviembre del 2010.

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