Ideologías sin partidos
Para algunos las ideologías han muerto. Los ortodoxos insisten que la distinción entre izquierda y derecha es, a estas alturas, una ociosidad. Entusiastas con el mercado, celebran anticipadamente que su prédica se ha elevado a sentido común en las rutas del Metropolitano.
En cambio, los más críticos pugnan por una monserga radical. No se dan por vencidos. Para éstos, las ideologías –sobre todo las de izquierda—están presentes en cada protesta social, en cada arenga callejera que termina con la represión de un Estado convertido en “enemigo del pueblo”. Para sacarnos más el cuadro, el Presidente Humala dice que él es “de abajo” (¿?).
El desacuerdo entre la permanencia y el fin de las ideologías corrobora su vigencia. Resulta sorpresivo que sean rasgos ideológicos el principal indicador que usamos los peruanos al momento de votar. De acuerdo con los especialistas, cuando no hay partidos y se impone el personalismo de los vehículos electorales que se hacen llamar “de centro” o “independientes”, las plataformas programáticas (posiciones en torno a qué hacer con la economía, el Estado, etc.) no deberían importar. Fallaron.
La teoría que nos han vendido, es que sin partidos no deberíamos esperar identidades políticas ni vínculos ideológicos. Sostengo lo contrario: las elecciones de la última década se han decidido por un alto componente ideológico, que no es coyuntural, sino que permanece anclado a las personalidades de nuestro Chollywood político.
En un continuo del 1 al 10, donde 1 es extrema izquierda y 10 es extrema derecha, los electores peruanos ubicaron durante 2 elecciones consecutivas a Humala hacia la izquierda (3.4), al fujimorismo a la derecha (6.4) y a los candidatos de Unidad Nacional (Lourdes Flores y PPK) más hacia el extremo derecho (7.2). Pero sobre todo, la auto-ubicación ideológica en este continuo es el mejor predictor de la votación presidencial. Más significativo incluso que el nivel de ingreso, la procedencia regional y el nivel educativo (Análisis propio con datos del IOP-PUCP).
En elecciones apretadas, los issues programáticos son más importantes que los atractivos personales y clientelares. La última segunda vuelta no se definió porque Humala representaba el cambio o porque Fujimori hacía recordar las políticas de mano dura de su padre, sino por cómo terminaron posicionándose en temas referentes a la democracia. Si un elector consideraba que los derechos humanos debería ser la prioridad del próximo gobierno, la probabilidad de votar por Humala aumentaba del 45 al 55%, mientras que la de Fujimori se reducía del 46 al 34%. En la hora final, no fueron las camisas celeste-moderación que recomendaba Favre, sino el abrazo de los Vargas Llosa y Toledo los que dieron a Humala la posición “correcta” en el issue que importaba a los indecisos.
Nuestra política es muy personalista, pero las personalidades políticas han desarrollado un componente ideológico altamente identificable por el ciudadano promedio. Y en contra de las predicciones teóricas, estos candidatos ideologizados y con electorados cautivos (Humala en 30%, Fujimori en 20%) terminan reemplazando a los partidos pesados de la Lima que se fue.
Publicado en El Comercio, el 20 de Marzo del 2012.