¿Por qué subsiste Sendero?
Han pasado veinte años de lo que, creíamos, era su final y
aún sigue siendo materia prima de nuestras pesadillas. Sendero Luminoso no es
una amenaza a la gobernabilidad del país, pero sí el principal enemigo de la institucionalización
democrática y un severo obstáculo para nuestra integración social.
La derecha que conoce el Perú gracias al zapping, propugna una
solución militar y de inteligencia policial. Los operativos “impecables” del
gobierno, así como el reciente asesinato a una menor, son ejemplos de cuánto se
ha retrocedido en eficiencia operativa y en empatía con los ciudadanos que
viven en las zonas de enfrentamiento. Esto se parece más al gobierno de un
Capitán Carlos que al de un presidente que impone orden defendiendo los
derechos humanos. Los ministros del interior y de defensa son los nuevos
“escuderos” de nuestra política, aunque ahora en versión La Baguette.
La izquierda de sobremesa insiste en la tesis de la “lucha
política”. ¿Con qué, Carlos Tapia? ¿Con qué partidos si ninguno está enraizado
socialmente? ¿De verdad cree, mano en el pecho, que los Ciudadanos por el
Cambio están en capacidad de combatir políticamente -en las universidades
estatales de Lima y provincias- al MOVADEF? ¿Darán la lucha ideológica con esa
misma convicción con que sedujeron al Humala que los “traicionó”? Fácil es
decirlo, patético comprobarlo.
Nadie sostiene políticamente que la lucha contra el
radicalismo senderista (en sus dos vertientes: la armada de los Quispe Palomino
y la pseudo-intelectual del MOVADEF) debe darse desde el plano social. No entendamos
la iniciativa social solamente como becas educativas en el VRAEM o el
incremento de la cobertura de salud; el Estado debe garantizar su presencia en todo
el país y no solo a través de patrullas armadas. La generación de oportunidades
y la protección estatal son necesarias, pero no suficientes.
Lamentablemente, Sendero subsiste porque predica eficientemente
una lectura para traducir la insatisfacción en radicalismo. Mi argumento es
distinto a la interpretación tendenciosa de la pobreza y la desigualdad como
raíz del mal. La hipótesis del “caldo de cultivo” es, en el fondo,
justificatoria. Identifico su causa social en la discriminación estructurada y
en las distancias sociales existentes en las relaciones interpersonales. En el
país, las clases no están signadas solamente por el ingreso económico, sino también
por discursos de superioridad. En eso se basa la discriminación, tanto desde
abajo como desde arriba. Desde los que insultan racistamente a un camarógrafo
hasta los que creen que “los pitucos no tienen calle”.
Sendero es, también, esto último. Promueve una ideología de
venganza, de subversión del orden basada en la victimización social de sus
militantes. No busca “democratizar” (sic) el país, sino dividirlo. Revertir el
establishment económico con un autoritarismo populachero. Se funda en la
violencia, de herencia terrorista y de presente resentido. Crea la ilusión del
poder, ya sea a través de armas en el VRAEM o de falsas utopías en los
universitarios. Hay una diferencia con el pasado: no comienza en Ayacucho, sino
en Lima.
Publicado en El Comercio el 18 de Setiembre del 2012.