Saturday, March 27, 2010

Clientelismo

El director de este diario me preguntó hace unos días, a la luz del trabajo de campo que realicé en Bogotá, si la compra de votos es un fenómeno factible en el Perú. La posibilidad que un elector reciba 60 soles (el equivalente en Colombia) a cambio de su voto es una tentación significativa, sobre todo en zonas pobres. Sin embargo, esta práctica clientelar (y delictiva), tan extendida en el vecino país, resulta poco probable en el nuestro. No porque la rechacemos, sino porque ningún partido está en la capacidad organizativa (no económica) de hacerlo. En otras palabras, nuestros partidos, aunque quisieran, no podrían organizar un sistema de operadores políticos, maquinaria, vigilancia y monitoreo que implique un sistema coercitivo efectivo de dinero que se traduzca en votos. No hay compra de votos eficiente, sin partidos organizados.

Pero ello no implica que el clientelismo esté fuera de alcance en nuestro país. Por el contrario, creo que ha sido y será uno de los principales protagonistas de las próximas elecciones y, hasta podría ser el determinante de los resultados. Existen tres tipos de vínculos entre políticos y electores: programático y/o ideológico (por ejemplo, la izquierda que ataca al neoliberalismo y al “sistema”; la derecha a los radicales y “chavistas”); personalista (por ejemplo, el voto al outsider del que sólo tenemos apreciaciones en base a su imagen); y el clientelar (el clásico “¿qué me das a cambio?”). El combo perfecto, el que no tiene pierde, es el que puede sintetizar los tres. El caso de Evo Morales en Bolivia es paradigmático en ese sentido: se nacionalizan empresas de capitales extranjeros asociados a contratos “injustos” (apellidados “neoliberales”) (lazos programáticos), con cuyos fondos se financian bonos –entregas de dinero en efectivo—a poblaciones en riesgo—en contextos electorales (lazos clientelares), los cuales son interpretados como una reivindicación histórica de poblaciones marginales que se identifican con el origen étnico del Presidente (lazos personalistas). El resultado: el primer político boliviano que obtiene dos tercios de la votación nacional.

Obviamente es poco probable que tal conjunción de vínculos se dé en las próximas elecciones peruanas. Los lazos programáticos han demostrado su superficialidad en períodos no electorales (ni García ni Humala, que apelaron a ellos, mantienen el respaldo de la última elección). Los lazos personalistas son muy frágiles, sobre todo cuando los liderazgos políticos son mediocres, coyunturales o de baja intensidad (Toledo). Entonces queda el inefable vinculo clientelar, ya sea como recuerdo (el fujimorismo), como práctica (Kouri) o como posibilidad (ambos). Los que sepan generarlo (en la práctica o como expectativa) tendrán un pie en la segunda vuelta. La lucha política no es sólo entre honrados y corruptos, como se quiere plantear, sino también entre los que apelan a distintos vínculos. Veremos.

Publicado en Correo, 27 de Marzo del 2010.

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Saturday, March 13, 2010

Compra de votos en Colombia

Laura lleva una lista de nombres con sus respectivas cédulas de identidad. Es un cuadernillo de más de 10 páginas. Felipe constata que los ciudadanos de esas listas estén registrados en la respectiva jurisdicción. Luego de verificar, el 70% lo está. Felipe le entrega 50 mil pesos (aproximadamente 25 dólares) por cada registro correcto y cierran el trato confiando en que aquellos nombres se traduzcan en votos para el candidato a la Cámara de Representantes para quienes trabajan, y a quien se refieren con el seudónimo de "Fredy A". Esta es una escena frecuente en Colombia durante las campañas electorales, y evidencia el nivel de profundización del clientelismo en el sistema político.

De acuerdo con encuestas nacionales, el 7% de encuestados han recibido el ofrecimiento de dinero a cambio de su voto. La proximidad de las elecciones parlamentarias de este domingo, en el que más de 2,500 políticos compiten por 268 escaños, genera diversos tipos de estrategias para conquistar al elector. Podemos clasificar dichas estrategias en tres: las que apelan a propuestas de gobierno (partidistas y/o ideológico), las clientelares (la extensión de la compra de votos de parte de todas las fuerzas políticas es abrumadora), y las personalistas (que apelan a rasgos personales de los candidatos, lo que denominan "voto de opinión", cuyo extremo sea quizás una candidata del Partido de la U que ha prometido desnudarse si sale elegida este domingo).

Tradicionalmente el clientelismo es una práctica frecuente en América Latina, y especialmente en Colombia. Los partidos políticos tradicionales (el Partido Conservador y el Partido Liberal) forjaron en cierta medida sus identidades políticas en base al mantenimiento de clientelas y prebendas. Sin embargo, en un contexto de conflicto interno, y con la existencia de recursos provenientes del narcotráfico, guerrilla y paramilitarismo, la compra de votos --ya de por sí una actividad ilícita- toma connotaciones de alto riesgo para la gobernabilidad del país. No sólo involucra un intercambio pragmático, sino que supone la pérdida de libertades individuales esenciales. La compra de votos viene de la mano de amenazas, coerciones, y en zonas de conflicto, más que el voto, está en juego la vida de los ciudadanos.

Sin embargo, el "sistema" subsiste, los partidos ganan elecciones, Uribe acata la decisión de la Corte Constitucional y se va a su casa, las instituciones se mantienen vigentes, nadie habla de asambleas constituyentes ni reformas sustanciales. Pero sólo un poco más del 50% de colombianos acuden a las urnas, y muchos de los que lo hacen son movilizados por el tipo de clientelaje y coerción que hemos descrito. ¿Cómo discutir la calidad de la representación política y de la democracia bajo este contexto? Pregunta existencial para democracias como las nuestras.

Publicado en Correo, 13 de Marzo del 2010.

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Saturday, March 6, 2010

Uribe y sus herederos

En la última semana, la Corte Constitucional le cerró el camino a la re-reelección al presidente más popular que ha tenido Colombia en los últimos años. El "uribismo" llega a su fin luego de 8 años (2002-2010) de gobierno con una alta aprobación presidencial. Es muy probable que este fin no haya sido voluntario, ya que en los últimos meses Uribe insistió con la lógica del "Estado de Opinión" sobre los designios del Estado de Derecho (es decir, las decisiones del "pueblo" por encima del imperio de la ley). Pero al momento de tomar la decisión definitiva, Uribe, tragándose saliva y el trago amargo, acató las decisiones de los magistrados, tremendo ejemplo para un continente repleto de caudillos acostumbrados a la re-elección eterna y a la ley hecha a medida.

El final del uribismo deja un escenario complicado para la reconstrucción del sistema de partidos. La emergencia de Uribe por fuera del bipartidismo tradicional (Liberales y Conservadores) transformó el sistema político con la creación de fuerzas altamente dependientes de su liderazgo. El Partido de la U, su principal casa política, tenía como razón de ser el apoyo incondicional al Presidente; mientras que otras menores (Cambio Radical, Equipo Colombia) buscaban salir ganando alguito en el río revuelto uribista. Hoy que Uribe sale del poder, estas fuerzas tienen el desafío de representar "el uribismo sin Uribe" y competir por más del 50% de los votos que continúa apoyando al presidente saliente.

Por las calles de Bogotá se dice que Juan Manuel Santos (ex ministro de Defensa y responsable de la Operación Jaque) es el hombre más feliz del país. Con la decisión de la Corte, el candidato del Partido de la U es el favorito a ganar la primera vuelta de mayo, aunque espera el "guiño" presidencial (el respaldo oficial de Uribe). Sin embargo, se discrepa mucho sobre la lealtad política que le guardaría Santos de salir elegido. Andrés Felipe Arias (más conocido como "Uribito") quizá resulte el más incondicional al gobernante saliente, pero aún tiene que disputar la candidatura del Partido Conservador con Noemí Sanín, otrora candidata presidencial y ex funcionaria del gobierno. El ex alcalde de Medellín, Santiago Fajardo, y el congresista Germán Vargas Lleras también entran a la disputa por los votos que deja Uribe. ¿La izquierda? Bien gracias. Gustavo Petro tiene un 13% de respaldo, pero ello parece ser su techo político.

A pesar de los escándalos de la "para-política", Colombia es un país agradecido con el gobierno saliente, lo cual hace que las fuerzas políticas se concentren en la disputa por la herencia del líder en retirada. Las elecciones parlamentarias del 14 de marzo nos darán una muestra de lo que vendrá en Colombia.

Publicado en Correo, 6 de Marzo del 2010

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