Saturday, October 30, 2010

Revocatoria a Villarán

A inicios de la semana, la candidata a la alcaldía limeña Susana Villarán organizó un "plantón" ante el Jurado Nacional de Elecciones para "defender el derecho ciudadano a que se respeten sus votos". De acuerdo con la virtual alcaldesa, "es posible que los ciudadanos activos vigilen que las autoridades se comporten como deben" (sic). Aunque se cuidó mucho de utilizar la palabra "fraude" (que sus seguidores y hasta su hermano emplearon), se insistió en una "inaceptable lentitud" por parte de las autoridades electorales, convirtiendo la movilización en un hecho de presión política en pleno proceso electoral, contribuyendo de este modo al descrédito de nuestra democracia.

Más allá de que esto demuestra la inexperiencia y la falta de nervio político de nuestra futura burgomaestre y de sus seguidores, sostengo que hay un tema de fondo: los efectos perversos de la participación ciudadana. Critico, desde hace buen tiempo, a los que consideran que la participación per se tiene efectos positivos para el fortalecimiento del régimen democrático, cuando en la última década ha quedado demostrado que puede resultar contraproducente en varios sentidos: generando un incremento excesivo en las expectativas de ciudadanos que creen que a través de los mecanismos de participación (por ejemplo, presupuestos participativos) pueden obtener cualquier cosa que reclamen a pesar de que no cumplan con criterios técnicos y redistributivos, y mermando la credibilidad de los canales propios de la democracia representativa (por ejemplo, las elecciones) al poner en duda la legitimidad de los procedimientos. El resultado ha sido doble: una baja legitimidad de las instituciones democráticas y conflictos sociales "participacionistas". Iniciativas tan diversas como "Adoptar a un congresista" y el "plantón de Villarán", justificadas en el derecho ciudadano, terminan deslegitimando tanto al Legislativo (no se distingue a los congresistas individualmente de la institución parlamentaria) como a las autoridades electorales (generando gratuitamente suspicacias sobre la limpieza de las elecciones).

Bajo la "lógica plantón" (es decir, el ciudadano convertido en un guachimán-24-horas-al-día), ya existirían suficientes motivos para iniciar un proceso de revocatoria a Villarán al haber señalado que no se implementará el plan de gobierno en educación con el que salió elegida al no prosperar la alianza con el MNI con la que llegó a la alcaldía. ¿O es que acaso el participacionismo ciego no ha llevado a iniciar revocatorias el mismo día en que comienzan las gestiones ediles? No vaya a ser que el floro SV ("solidarios y vigilantes") que promueve SV (Susana Villarán) termine jugando en su contra. Porque una cosa es la participación desde la ONG de turno y otra cosa desde la Plaza de Armas. La que nos espera.

P.D. Desde esta columna expreso mi solidaridad con J.A. Godoy por la vergonzosa sentencia del PJ en su contra.

Publicado en Correo, 30 de Octubre del 2010.

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Saturday, October 23, 2010

¿Por quién votó el aprismo?

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2006, Alan García obtuvo más del 50% de los votos válidos en 11 provincias, ocho de ellas ubicadas en La Libertad, y una en Piura, otra en Cajamarca y otra más en Cusco. ¿Por quiénes votaron aquellas provincias que mayoritariamente dieron su apoyo al candidato presidencial aprista? ¿Consiguió el APRA consolidar sus bolsones electorales en las provincias que se identificaron mayoritariamente con García hace cuatro años?

De las 11 provincias seleccionadas, el APRA presentó candidato a la alcaldía provincial en nueve (las excepciones fueron Ayabaca en Piura y Calca en Cusco), pero sólo se alzó con la victoria en tres: Julcán, Ascope y Pacasmayo (todas en La Libertad). En las seis restantes perdió ante candidaturas de Alianza Para el Progreso (Trujillo, como se sabe, y Contumazá en Cajamarca), de Súmate-Perú Posible (Virú y Gran Chimú, ambas en La Libertad), y otros movimientos regionales. Si ampliamos el análisis a las 20 provincias con mayor votación aprista el 2006, sólo ganó la alcaldía provincial en una jurisdicción más (Chepén en La Libertad), a pesar de que presentó candidaturas a alcalde en todas las que incluimos. Es decir, de las 20 provincias "apristas" del 2006, el partido de la estrella sólo obtuvo cuatro alcaldías.

Al analizar las elecciones regionales, encontramos un relativo sostenimiento del electorado aprista. De las 11 provincias "apristas" seleccionadas (de cuatro regiones), sólo José Murgia, candidato a la presidencia regional de La Libertad, gana en seis provincias de la muestra. Los otros candidatos regionales del APRA (Trelles en Piura, Cabanillas en Cajamarca, Boluarte en Cusco) no alcanzaron la mayor votación en las jurisdicciones de voto sostenido por su partido. Si comparamos el promedio del voto aprista en las presidenciales del 2006 con el de las regionales recientes en estos bolsones, la diferencia es dramática: 52% para el candidato presidencial (Alan García) y 22% para los candidatos a las presidencias regionales respectivas. ¿Quién le gana al APRA a nivel regional? Alianza Para el Progreso se ha convertido en su principal adversario en la capital liberteña y sus candidatos regionales han superado a sus rivales apristas en provincias que hasta el 2006 habían mostrado su lealtad electoral al partido de gobierno, como Pacasmayo y Chepén (La Libertad), y Ferreñafe y Chiclayo (Lambayeque).

Notoriamente, el aprismo se ha debilitado en los últimos años y queda nuevamente demostrada la amplia distancia en el respaldo que puede tener García como candidato presidencial de sus correligionarios en los niveles subnacionales (con la excepción de Murgia, quien fue reelecto). El éxito comparativo que puede mostrar con respecto a otros partidos (ganó La Libertad y pasa a segunda vuelta en Lambayeque), sin embargo, esconde esta ausencia de disciplina en su electorado más cautivo.

Publicado en Correo, 23 de Octubre del 2010

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Saturday, October 16, 2010

¿Por quién votó el humalismo?

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2006, el candidato presidencial Ollanta Humala obtuvo más del 65% de los votos válidos en 19 provincias, todas ellas ubicadas en 6 regiones (7 provincias en Cusco, 5 en Ayacucho, 3 en Arequipa, 2 en Apurímac, 1 en Huancavelica y 1 en Puno). ¿Hasta qué punto el Partido Nacionalista Peruano logró mantener o no estos bastiones electorales en las últimas elecciones regionales? ¿Hasta qué punto estas provincias "nacionalistas" del 2006 pueden continuar siéndolo en los próximos comicios presidenciales?

El PN ha reivindicado la victoria de su candidato regional en Cusco, Jorge Acurio. Efectivamente, Acurio es secretario general regional de dicho partido desde hace 3 años y desde la alcaldía de San Sebastián ha logrado un importante posicionamiento. Sin embargo, sólo logra imponerse en 4 de las 7 provincias donde el humalismo arrasó en el 2006. En La Convención, Anta y Acomayo es desplazado por otras fuerzas independientes. De las 7 provincias humalistas cusqueñas del 2006, sólo Paruro sería la más consolidada. Ahí Acurio sacó su votación más alta en la región y el PN obtuvo la alcaldía provincial. En Acomayo, Acurio obtuvo el 23%, quedando segundo, pero su candidato edil ganó con 37%. Si bien es cierto Cusco ha sido la región donde el nacionalismo ha mantenido significativa presencia, su victoria no ha sido categórica, a pesar de que se trata presumiblemente de su electorado cautivo.

El voto humalista del 2006 (inclusive en aquellas provincias donde estuvo concentrado y sería sólido) se desvanece ante la ausencia de candidaturas que podrían asumir el liderazgo radical a nivel regional. Las provincias humalistas ayacuchanas terminan dando su voto al fujimorista Neyra (La Mar y Parinacochas) y al empresario de Alianza Para el Progreso Oscorima (Cangallo, Huanta y Víctor Fajardo). En Arequipa, Caylloma, Condesuyos y La Unión votaron de modo apabullante por la reelección de Guillén; y Aymaraes y Cotabambas, en Apurímac, por Elías Segovia. Donde el humalismo no tuvo candidatos directamente vinculados a su proyecto, su voto se fue a cualquier lado, de acuerdo con el carisma de los candidatos regionales. Donde el humalismo lo tuvo (Cusco), ganó, pero no con la contundencia que merecían sus antecedentes en la región.

Es cierto que las elecciones generales responden a una dinámica propia y que el peso personal de las candidaturas presidenciales va a tener la principal influencia. Sin embargo, también es cierto que el voto radical, que en teoría Humala encarna, puede ser disputado tranquilamente por un voto clientelista, como lo podría representar el fujimorismo, inclusive en los propios bastiones del nacionalismo. Sin candidaturas parlamentarias que refuercen el proyecto nacionalista, el capital electoral del 2006 se difumina fácilmente. Nadie es outsider dos veces en la vida.

Publicado en Correo, 16 de Octubre del 2010.

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Saturday, October 9, 2010

El mapa político al revés

Solemos analizar la consolidación de la política nacional desde Lima y mirar por encima del hombro a las regiones. De confirmarse los resultados electorales del domingo pasado, tenemos malas noticias para nuestro sentido común. En Lima ganaría lo que menos se parece a un partido. Villarán no es Barrantes, sino Belmont. Es un estado de ánimo sin organización que buscará gobernar la capital sin alcaldes distritales (hasta El Hermanón en 1989 los tuvo). La coherencia ideológica no lo es tanta. En palabras de Cotler: "Es una miríada de intereses que van desde un pequeño grupito estalinista y maoísta hasta caviares cristianos" (ojo que no lo dice el director de este diario). Fuerza Social depende extremadamente del personalismo de Villarán y sufrirá la inexperiencia de sus cuadros (aunque quizás este término sea excesivo). Hay que recordarles que con la indignación (léase repetir "asco" o "fraude" cada cinco minutos) no se gobierna.

Pero por otro lado, los analistas de gabinete -aferrados a las cifras y a sus dateros de provincias- ven en las regiones fragmentación y desgobierno, cuando hay razones para identificar articulaciones (o "confluencias", para que me entienda la izquierda-pashmina-verde). Luego de tres procesos electorales regionales, encontramos regiones donde hay élites políticas (oficialistas y de oposición) que se consolidan; y alrededor de estos liderazgos se vienen formando coaliciones más o menos estables si consideramos el suelo movedizo de nuestro sistema político. Miremos la Selva: la disputa entre Vásquez y Mera (Loreto); la pugna entre Velásquez y Pezo (Ucayali); y la reelección de Villanueva (San Martín), nos hablan de dirigentes políticos con experiencia tanto electoral como en gestión. En la costa sur, el escenario parece no cambiar desde hace más de 10 años. Guillén logra la reelección dejando a Falconí como segundo por tercera vez consecutiva (Arequipa); el inacabable Tito Chocano vuelve al escenario venciendo al ex congresista fujimorista Martorell (Tacna). En Piura, la victoria de Atkins sobre Trelles es prácticamente un clásico norteño. Inclusive los "radicales" elegidos (Santos en Cajamarca y Cerrón en Junín) no son improvisados, sino el producto de una larga carrera política anclada en la protesta social. Hace falta completar este mapa con las alcaldías provinciales al interior de cada región.

Tampoco vamos a exagerar y a creer que los movimientos regionales son la base de la rearticulación política del país desde "adentro", pero la consolidación de sus liderazgos, el significativo apoyo con el que han salido elegidos (35% en promedio) y el incremento en la tasa de reelección a nivel regional configuran un escenario más estable que el producido luego de los comicios subnacionales del 2006. Ahora a esperar el 2011, donde habrá que trazar la cancha desde cero nuevamente. Volatilidad peruana que le llaman.

Publicado en Correo, 9 de Octubre del 2010.

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Saturday, October 2, 2010

¿Golpe o Correazo?

Primero: amotinamiento de miembros de la policía ecuatoriana en protesta por el recorte de sus beneficios salariales. Luego, el presidente Correa acude personalmente a uno de los motines (se especula de varios a nivel nacional) para responder directamente las demandas. Correa improvisa un balconazo "Mátenme si quieren, aquí estoy" mientras se afloja la corbata y la camisa. Como respuesta, le llueven botellas, lo insultan, y los manifestantes gritan arengas a favor de su opositor (L. Gutiérrez). Los gases y una rodilla convaleciente hacen mella en el Presidente, quien se ve obligado a acudir al hospital más cercano (léase el Hospital de la Policía). Lo atienden inmediatamente, pero desde su celular comunica a todo el país que se encuentra "secuestrado". Sus seguidores convocan movilizaciones para producir su "rescate". A partir de ese momento soy testigo de los acontecimientos. Alrededor de tres mil personas se movilizan en las inmediaciones del nosocomio mencionado, cuya entrada se encuentra bloqueada por la Policía insubordinada. Me llama la atención el perfil de los "correístas": clase media profesional, burocracia de cuello blanco, GCU quiteña que grita en defensa de "Fito" (entiéndase el Presidente). La palabra "pueblo" evocada de rato en rato parece un exceso. Mientras tanto, Pachakutik solicita la renuncia presidencial. Abdalá Bucaram Jr. anuncia su respaldo a Correa desde Guayaquil y denuncia que éste ha sido un golpe provocado por extremistas de izquierda. Pasan 10 horas hasta que un operativo de las Fuerzas Armadas logra "rescatar" a Correa durante el prime-time de la televisión local. Diez minutos después, Correa aparece impecable en el Palacio de Carondelet ante una muchedumbre (más cuellos blancos) y termina su discurso "revolucionariamente": "Hasta la victoria, siempre". ¿Fue un intento de golpe, como acusa el oficialismo ecuatoriano? ¿O sólo una crisis policial mal resuelta que termina escapándose de las manos al Presidente, quien en su afán por lavarse la cara de sus decisiones apresuradas termina activando viejos fantasmas y conspiraciones de sospechosos comunes? Los golpes previos ecuatorianos (Mahuad, Gutiérrez) fueron conducidos -desde las sombras o desde las calles- por enemigos concretos, identificados. En este caso, los golpistas son pistas sin detalle claro. Evidentemente, el ex presidente Gutiérrez tiene importante ascendencia sobre el movimiento policial; pero ello no lo hace necesariamente el responsable de este denominado "intento de golpe". Lo que sí es claro es que ante situaciones de crisis (la condenable insubordinación policial lo es), en Ecuador se activan y empatan los reflejos desestabilizadores de un sistema que no sale de su precariedad. Es prematuro para hacer balances, pero sí pertinente preguntarse cuándo las democracias latinoamericanas son acechadas por poderes fácticos que rechazan la voz popular o simplemente son víctimas de líderes irresponsables a quienes les queda grande la banda presidencial o la correa. Publicado en Correo, 2 de Octubre del 2010

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