Saturday, November 27, 2010

La transición insulsa

Alberto Adrianzén (AA) llama la atención sobre el "olvido" en que políticos y analistas hemos caído en torno a los 10 años del gobierno transitorio de Valentín Paniagua. Vamos a hacerle caso y a analizar el impacto de aquellos ocho meses en nuestra política. Lo que AA llama una "transición inconclusa" sería mejor interpretada como una "transición insulsa", es decir, carente desde su origen de los soportes que permiten el éxito de las reformas que planteó.

La "transición" referida ha sido sobredimensionada. Los gobiernos interinos constituyen momentos excepcionales dentro de la dinámica de los sistemas políticos. Son contextos donde los actores se encuentran en repliegue y por lo tanto las iniciativas que se plantean son limitadas. No se puede proponer grandes reformas que alcancen consistencia en el futuro bajo este contexto atípico, por una sencilla razón: se trata ante todo de salidas improvisadas. Los gobiernos interinos no suelen ser terreno fértil si no son producto de un acuerdo político que incluya a todas las fuerzas, incluyendo a la oposición y a los "chicos malos".

No hay reforma sin pacto (Tomo I Enciclopedia de Petete) y la apertura política iniciada el 2000 se hizo sin dos actores claves como el fujimorismo y el aprismo (el Acuerdo Nacional vino después), y con un voluntarismo político que tuvo más de ingenuo que de visionario. El resultado fue una democratización fake, con una descentralización sin partidos enraizados en el interior y con un participacionismo sin una sociedad civil fuerte. Las consecuencias de este voluntarismo miope las vemos hoy: la descentralización ha debilitado aún más a los partidos y la única participación ciudadana que tenemos es des-institucionalizada y violenta (a través de conflictos sociales).

El gobierno provisional de Paniagua tuvo sus aciertos. No meterse con el modelo económico fue el principal (aunque ello contradice la tesis de AA que señala que una "transición completa" implicaría un cambio del modelo neoliberal). En materia de Derechos Humanos creo que están sus aportes (aunque polémicos); sin embargo, sus gestores no siguieron una línea coherente al respecto (recuerdo la cara de horror de Susana Villarán luego del discurso de Paniagua en la Audiencia Pública sobre Partidos de la CVR).

En conclusión, AA exagera magnificando dicho gobierno interino como el gestor de una gran transformación. Si le ponemos esa valla, no la pasa simplemente porque las reformas que inició han tenido resultados contrarios a los esperados por deficiencias en su propio origen. Coincido con AA en que se mantiene un modelo autoritario, funcional a los intereses dominantes. Pero no es correcto sobredimensionar los méritos de Paniagua. Eso sería como celebrar un 6-0 sobre Chile en un amistoso o el pase a una semifinal de la Copa América en la que los demás llevaron suplentes.

Publicado en Correo, 27 de Noviembre del 2010

Labels:

Saturday, November 20, 2010

Santos: 100 días

Juan Manuel Santos acaba de cumplir 100 días como Presidente de Colombia sorprendiendo a propios y extraños. Si la mayoría consideraba que su gobierno sería la continuación del uribismo (o un "uribismo sin Uribe"), no podría estar más equivocada. Si bien es cierto no hay cambio alguno con respecto a la administración económica (el desempleo es una agenda pendiente), a nivel político viene impulsando reformas tan decisivas para el país como la Ley de Víctimas (Uribe se negaba a reconocer la posibilidad de un Estado perpetrador que causara víctimas como resultado del conflicto interno) y la Ley de Tierras (titulación de tierras a campesinos para frenar cultivos ilícitos). Si a ello le sumamos la iniciativa por investigar los casos de corrupción del gobierno de su predecesor (teóricamente su mentor) y su acercamiento diplomático a Venezuela (ha calificado a Chávez de su "mejor nuevo amigo"), estamos ante una "agenda liberal por sorpresa" (como el politólogo colombiano Miguel García parafrasea el argumento de neoliberalismo por sorpresa de Susan Stokes).

Efectivamente, Santos (cofundador del Partido de la U) parece volver a sus orígenes liberales, no sólo asumiendo la plataforma política de los rojos, sino también abriéndoles las puertas de la burocracia estatal. Así como Uribe resucitó al Partido Conservador, Santos buscaría hacer lo mismo con el Partido Liberal. Su alianza con Germán Vargas Lleras (ex liberal, líder de Cambio Radical y ministro del Interior) se puede interpretar como un revival de los liberales, precisamente ahora que César Gaviria ha perdido peso dentro de este partido. Una vez más, los que daban por muerto a los partidos tradicionales, se equivocaron.

Mientras tanto, la oposición de izquierda se ha quedado descolocada. El Polo Democrático ha centrado sus fuerzas en los casos polémicos de la gestión de Uribe. El Partido Verde tiene congresistas pero no organización, y está ensimismado en sus problemas internos. Por el contrario, Santos se ha abierto un flanco al interior de la alianza gobiernista, dado que los más molestos con estas reformas pertenecen al uribismo duro. Uribe no ha roto públicamente con Santos (discursivamente ambos siguen siendo aliados y ambos necesitan mantener las formas), pero se espera una ofensiva del propio ex presidente a inicios del 2011.

Aunque quizás sea prematuro, la sorprendente propuesta socialdemócrata de Santos (mantener el modelo económico, pero garantizando los derechos civiles) puede ser un espejo para mirar el futuro de nuestro país. Sin embargo, en el medio local se sigue entrevistando todas las semanas a Mockus (que no dice nada nuevo) y se pasa por alto (consciente o inconscientemente) las alternativas positivas que se pueden gestar desde una derecha responsable, a la que el 61% de colombianos califica de excelente.

Publicado en Correo, 20 de Noviembre del 2010.

Labels:

Saturday, November 13, 2010

¿Crisis o Adaptación?

Un sector de los analistas critica con dureza que el APRA participe en elecciones presidenciales por primera vez con un candidato "independiente", es decir, que auspicie el lanzamiento a la Presidencia de alguien que no proviene de las filas de su membresía, como es el caso de Mercedes Aráoz. De acuerdo con estos argumentos, dicha selección se interpreta como un "signo de crisis�, como una incapacidad del partido más organizado del país para producir y promover candidaturas presidenciables. Se habla de una ausencia de renovación; y de escasez de liderazgos al interior del partido de la estrella, por lo que tendría que buscarlos afuera.

Lo que para algunos es una evidencia de crisis podría ser interpretado de otra manera: como una sana muestra de adaptación, quizás como una estrategia que lee adecuadamente las exigencias contemporáneas y adecúa su propuesta política al humor popular. Se sabe que el ciudadano peruano promedio prefiere votar por candidatos "independientes" y que rechaza todo lo que esté asociado a la herencia de la partidocracia ochentera, ésa que suena a hiperinflación y violencia. Por ejemplo: Villarán, quien a pesar de provenir de la vieja izquierda y estar rodeada de partidos anquilosados en el tiempo, fue percibida como "nueva" en política. La estructura partidaria sirvió para despegar, para salir del "otros" al 3%-4%; a partir de ahí el personalismo hizo lo suyo y la organización acompañó.

¿Es ésta la fórmula para la supervivencia partidaria: un independiente domesticado, con pinta de outsider pero de sangre pro sistema? ¿No es acaso mucho mejor tener a figuras con capital político propio dentro de los partidos a que éstas corran como outsiders con agrupaciones de caducidad postelectoral? Aráoz en el APRA, Córdova en el PPC y hasta Hernando Guerra García en Fuerza Social cumplen precisamente con este perfil de tecnócrata-yo-mismo-soy pero que opta por los fueros de la política partidaria e institucional en vez de aventurarse con el sueño del partido propio.

En tiempos donde la identificación partidaria es débil y el ciudadano promedio no confía en las organizaciones llamadas a ordenar el sistema político democrático (es impensable una democracia sin partidos), considero que esta combinación de independientes "renovadores" (no los tránsfugas de siempre) con partidos que provean no sólo organización política sino también cuadros parlamentarios de mediana formación, coherencia y disciplina, puede ser la tabla de salvación para un sistema político que no soportaría mayores niveles de volatilidad y transfuguismo, ni outsiders oportunistas y partidos nacionales incapaces de pasar la valla electoral.

Publicado en Correo, 13 de Noviembre del 2010

Labels:

Sunday, November 7, 2010

Los Legados del Autoritarismo (Perú, 2009)

Acaba de salir publicado --en su versión electrónica-- el artículo (en co-autoría con Carlos León) sobre el balance de la política nacional durante el 2009. El texto se escribió durante el primer semestre de este año y considero que, a pesar de tratarse de un análisis de coyuntura, permite entender el "big picture" del régimen político que se va construyendo en la última década. A continuación la introducción del texto:

Luego de casi una década de autoritarismo (1992-2000) (Cotler y Grompone, 2000), el Perú entró en una transición ordenada hacia un régimen político más competitivo (Tanaka y Vera, 2010). De este modo, en el 2001 se iniciaba un período de reconstrucción de la institucionalidad democrática con viejos partidos y nuevos actores que propugnaban asimilar las lecciones aprendidas de la “década de la antipolítica” (Degregori, 2000). Se llevaron a cabo reformas constitucionales, se legislaron nuevos marcos legales (Ley de Partidos Políticos, Ley de Gobiernos Regionales) y hasta reformas participativas para enraizar la democracia en todos los niveles, desde el local hasta el regional. Luego de ocho años del inicio de la apertura democrática, sin embargo, el legado del autoritarismo se hace latente.

Si bien es cierto que se han dado avances muy importantes (la sentencia judicial al ex Presidente Alberto Fujimori por 25 años ha sido ejemplar), la combinación de una democracia sin partidos y la permanencia de la herencia autoritaria complica las perspectivas de democratización del régimen y dificulta aún más el “juego de la gobernabilidad” que trata de llevar adelante el actual gobierno (Meléndez y León, 2009). Durante el 2009, la revelación de actos de corrupción a nivel de altos operadores del oficialismo (caso “Petroaudios”) y el alto nivel de conflictividad social con significativas violaciones a los derechos humanos (“El Baguazo”) socavan profundamente la legitimidad del gobierno.

La baja aprobación presidencial y parlamentaria y los altos niveles de descontento popular (sobre todo en el interior del país) son la evidencia de la ruptura creciente entre la representación política y las demandas sociales, lo cual afecta la confianza en el gobierno y en los actores políticos. Ante este escenario, la ausencia de una oposición organizada y sólida impide que el descontento se capitalice hacia opciones alternativas. La gobernabilidad se convierte en un juego por default en el que el oficialismo se aferra a las cifras macroeconómicas que reiteran la imagen de un “país que avanza”, pero cuya aparente eficiencia se ve desprestigiada por las redes de corrupción y el abuso a los derechos de los ciudadanos que ese modelo político de crecimiento parece implicar.

El artículo está dividido en tres partes. En la primera detallamos los elementos del optimismo oficialista: crecimiento económico, tratados internacionales en materia comercial, iniciativa nacionalista en política internacional (específicamente en el caso de la frontera con Chile) y procesamiento judicial de los actores del régimen autoritario fujimorista. Sin embargo, asimismo, detallamos los límites de este entusiasmo en un análisis de la evolución de los índices de aprobación de la actual administración. En la segunda parte, y a partir del análisis de los dos mayores escándalos políticos del segundo gobierno de García, desarrollamos la parte central de nuestro argumento: el asentamiento de la democracia y el alcance de un equilibrio de gobernabilidad entre actores institucionales e informales se ven obstaculizados por los legados autoritarios que se arrastran de la década anterior y que no han podido desmontarse. Bajo esta lógica analizamos las consecuencias de los legados autoritarios tanto en los principales actores institucionales (el Ejecutivo reacciona a las crisis políticas concentrando más poder en la figura presidencial y distanciándose del partido de gobierno; la oposición fragmentada no logra constituir el Legislativo como una arena para la lucha política y la construcción de alternativas) como en los actores informales (medios de comunicación dependientes del poder económico como la más significativa “oposición política” y una conflictividad social álgida pero fragmentada y desarticulada). En la tercera parte recapitulamos los argumentos principales y elaboramos las conclusiones.

Artículo completo.

Indice de la Revista de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile (Volúmen 30, N 2, 2010)

Saturday, November 6, 2010

Mechita peligrosa

La primera jugada en el tablero electoral la ha dado el APRA al postular a la Presidencia a Mercedes Aráoz, ministra de Economía y permanente miembro del gabinete durante la gestión de García. De prosperar la nominación -a estas alturas ya hemos aprendido de candidaturas retiradas, impugnadas y tachadas-, y bajo ciertas condiciones, podría ser el gran éxito del verano del 2011.

Los críticos analizan a Aráoz sólo en el plano programático, con la cantaleta de "haber traicionado" los fundamentos de Haya de la Torre. El provincianismo de estos "analistas" no les permite ver cambios y vaivenes ideológicos como estrategias de adaptación de viejos partidos (por ejemplo, el Peronismo argentino). El posicionamiento de centro (o centroderecha, dependiendo de la campaña) de la precandidata constituye un atractivo para esa parte del Perú que ha recibido los réditos del crecimiento económico, para los que creen que se "avanza", es decir, para las clases medias altas y acomodadas de las urbes costeñas, aunque obviamente con eso no es suficiente para ganar una elección.

Para analizar los procesos electorales es necesario incorporar a la discusión derecha-izquierda dos dimensiones más: la clientelar y la personalista. Con respecto a la primera, si la maquinaria del partido logra engranarse con la candidatura de Aráoz, ésta podría alzar vuelo en los sectores más proclives a ofertas clientelares. Enfatizar redistribución y gasto social le permitiría mantener la etiqueta de "partido del pueblo". Sin embargo, el APRA ha demostrado que no sabe aprovechar (o García no quiere) la "ventaja del gobernante" ("incumbency advantage"), que permite a una candidatura oficialista hacer más creíbles sus ofertas. Si el aparato organizativo logra superar sus dilemas y disputas internas, y apoya decididamente a Aráoz, sus posibilidades presidenciales deberían incrementarse.

Con respecto a la dimensión personalista, Aráoz tiene la ventaja del carisma personal. El perfil de mujer profesional con experiencia de gestión ha demostrado pegar muy bien en la región. García aprovecha el éxito electoral femenino y juega a ser Lagos y Lula, proponiendo la continuidad de lo "avanzado" al auspiciar la candidatura presidencial de ministras fieles al modelo propuesto (Bachelet y Rousseff lo fueron en Chile y Brasil, respectivamente). El atractivo personal mediático (sumado a la sonrisa Kolynos) es un valor agregado que podría llevar a la Miss Nistra hacia la "corona" presidencial.

Aráoz pelearía muy bien el voto de los "integrados" y dependerá del partido de la estrella hacer lo suyo en la cancha del vínculo con los sectores populares y rurales, porque aunque debilitado, tiene todavía el mejor aparato. Lo que para algunos es una estrategia para meter a algunos congresistas, podría convertirse en una "mechita peligrosa" que explote en las manos de los que ya se creen en segunda vuelta.

Publicado en Correo el 6 de Noviembre del 2010.

Labels: