Considero que políticamente, mi generación –es decir los que estamos en los treintas—es la
próxima “generación perdida”. No tenemos en el horizonte ningún proyecto político (de izquierda) del cual heredar; las ambiciones políticas que podemos desarrollar se basan más en proyecciones personales –por lo tanto dependerán mucho de las iniciativas particulares--; y hemos preferido la profesionalización académica ante el desamparo de una política sin partidos. Creo que las generaciones mayores y las menores no deberían vernos con expectativas en el terreno político, dado que las primeras no dejaron un legado que valga la pena, y las segundas no tienen nada qué aprender de nosotros. Antes que se nos achaque la responsabilidad política del futuro del país, les advierto que mi generación no es la generación de recambio, sino una transición (en el mejor de los casos) sin pena ni gloria. No es el escenario que personalmente quisiera, pero es lo que creo nos ha tocado vivir. Y quisiera decirles de una vez por qué:
1. No sabemos nada de política. ¿Dónde se aprende política? Hemos crecido en un desierto de proyectos políticos. Las iniciativas políticas que fueron interpretadas por los optimistas como “el renacer” de la política (las protestas universitarias contra el gobierno de Fujimori, con carátula de Caretas incluida, junio de 1998, ver foto) es la golondrina que no hizo el verano. El interés por la política se dispersa y termina difuminando, si no existen organizaciones políticas que den forma, sostengan e institucionalicen aquellos ánimos colectivos. O sea, sin partidos no hay política sensata. El devenir de aquellos muchachones anti-Chino en la política ha terminado en lugares 1) marginales (proyectos “anti-globi-otra-ONG-es-posible”), 2) inapropiados (mano en el pecho: en la ONG no haces política, pues hermano). Lo “menos malo” podría ser una regiduría por ahí, pero más como el resultado de los buenos contactos que de los méritos propios (lista cerrada no vale, pes). El resultado es que no sabes nada. Ni michi. ¿Acaso sabemos cómo es negociar con un operador político de paro nacional? Ni siquiera sabemos tratar a un aprista (“hay yo no escucho reggeaton”). La “señora” del comedor popular que dices que conoces es purita ilusión.
2. No hay herencia. Los “
muchachos del ayer” (algunos muy buenos la verdad, pero claro sólo algunos) suelen decir que nosotros tenemos una responsabilidad política, que tanto doctorado, por Dios, y no hacemos nada por el país. Pero, a ver, ¿qué nos queda? ¿Cuál es la herencia? ¿El PDS? ¿El PS? No sean abusivos. Esos son “proyectos de renovación” con “la misma gente”, entendiéndose por “misma gente”: i) las mismas personas; ii) las mismas familias; iii) los mismos estilos.
(En lo que
sí tenemos futuro, es en que somos quizás la primera generación que ve el análisis político no como un premio consuelo de los perdedores que tienen que ver el partido por televisión, sino como una opción profesional).
3. No somos ejemplo para las generaciones más jóvenes. Normalmente la vida de un político ya debe estar consolidada en los treintas. ¿Sí o no? Los “muchachos del ayer” a mi edad ya eran secretarios generales de partidos con caudal electoral, habían participado en elecciones, paros, huelgas nacionales, los más faites sabían armar su molotov, y los rayados su fierro. La generación mayor (los que están en sus cuarentas) se han hecho los giles olímpicamente. Admirable, por cierto. La candidatura de Farid Kahhat al Parlamento Andino (encima tachada por errores de inscripción!!!) resulta un gesto tierno, el que entra a la cancha en los descuentos cuando la goleada ya está consagrada.
(Saludos, Farid, por acá me he encontrado con tu ex barra del CIDE, muchos recuerdos de Negretto, Osorio y Manteca). Mi generación políticamente está en nada. Ni fururú, ni farará. No hemos participado ni en la elección de una junta vecinal, “qué? ¿hay que pagar a la gente para que te junten firmas?” (sí, gilazo), no le hemos hablado políticamente ni a los amigos de los hermanos menores, y le tenemos miedo hasta al paralizer.
4. Las generaciones más jóvenes tampoco tienen futuro (si esto sigue así). Yo me asaba cada vez que veía a un “alumnito” en la tele dejando la vida frente a la embajada de Chile para que expulsen al Chino (¿te quedaste ronco, no Huachafa?). Ahí uno se daba cuenta la falta de guía política, la ausencia de eslabones que satisfagan los entusiasmos de los menores, quienes terminaban en un tremendo salto al vacío y caían en las manos de los interminables muchachos del ayer. Sólo sí esa generación, los que están en los veintes, se pone las pilas y arma cosas bien hechecitas (cómo sucedió en los setenta), la cosa podría cambiar. O sea: tienen que asumir el rol de Jotitas, porque a nosotros ya nos eliminaron (lo que es peor, sin jugar). Pero con la suya, sin entrenadores de otras épocas. Es como si me trajeran a Company o Barack a la selección.
¿
Hay esperanzas y viabilidad política para alguien de mi generación?
Sí, para que vean que no soy pesimista. Hay dos posibles salidas (además de pasarle de una vez la pelota a los Jotitas). Se las canto. Apunta. 1) El lobby con el outsider del momento (
el politólogo regio). 2) La alcaldía de San Juan de Lurigancho (
yo).
Caso 1: ante la falta de proyectos políticos, las elecciones seguirán siendo disputadas por el outsider del momento (o outsider reciclado, para pensar en el 2011). Subirse al coche del arrastre personal de algún político (casi siempre bajo el rol de “asesor”), es el primer paso para que dadas nuestras credenciales académicas, nos paren algo de bola, y aspiremos (si tenemos el suficiente recorrido en cocteles) a la cancillería. Algún gobierno de transición, también podría darnos esa vitrina que no hemos podido ganar en la política electoral.
Caso 2: ganar la elección de un distrito popular, pero sin rollo de presupuesto participativo, ni “ciudadanos de a pie”, ni nada de esas vainas que más bien espantan a la gente. O sea, lo que queda es ser un Chiroque pero sin corrupción, que la gente te sienta cercano, del barrio, que confíe en ti, que conozca tu floro. Ya a partir de una gestión edil en un distrito popular como SJL, te podría dar la vitrina necesaria para construir algo más grande (quedan descartados obviamente Barranco, Jesús María, Surco, por obvias razones). Pero lastimosamente como yo me he caviarizado bastante, lo más seguro es que también saque el 0.5% en mi barrunto. Por eso mejor, sigo siendo un politólogo sin esperanzas.
(
ps. Aeropuerto de Atlanta, Gate T4, esperando la conexión para Managua).