Baylycito
El domingo pasado, en su programa televisivo, Jaime Bayly hizo referencia a mi columna anterior "No se lo digas a Bayly", tergiversando mis críticas a su comportamiento en la actual campaña electoral. Los que leyeron mi columna -que es una ínfima proporción en comparación con los televidentes de El Francotirador- pudieron darse cuenta de la manipulación de mi argumento. Mis críticas a Bayly no apuntan a que apoya a determinada candidata y ataca a otra (lo cual me parece válido); sino a su rol legitimador del espionaje telefónico y a la inconsistencia de un autodenominado liberal que vulnera la privacidad de otros ciudadanos a su antojo. Quizás es lo primero lo que me parece más grave, pues apunta hacia la consolidación de un sistema político extremadamente sensible a los espías a sueldo.
En ese sentido, reafirmo mi preocupación (que el periodista caracterizó como "apocalíptica") porque el "chuponeo" (esa perversa herencia del autoritarismo) se mantiene como una práctica vigente no sólo empleado en la política (ya sea para ampayar a corruptos o para chantajear a amantes descubiertos), sino también en la actividad privada. ¿O es que acaso algunas empresas mineras no "chuponean" a dirigentes sociales involucrados en protestas? ¿O es que los asesores de inversiones no son ahora "expertos en seguridad"? Lo que se está construyendo es la política del escáner, una "democracia" tutelada por services de agentes privados de "inteligencia", capaces de tumbarse a cualquiera con un audio. ¿Es éste el sistema político que quisiera realmente Bayly?
Qué dudas caben de que Bayly es el periodista más influyente del país en estos momentos y se ha convertido en la analogía del presidente García en el reino de los media-stars. Así como García se ufana de tener el poder de vetar a sus posibles sucesores en Palacio de Gobierno, Bayly maneja a control remoto quiénes pueden (o deben) ser conductores de televisión incluso en canales de la competencia (léase el caso Beto Ortiz). Sin embargo, la silla giratoria del set de Frecuencia Latina le permite a Bayly renovar cotidianamente la fidelidad de sus seguidores, quienes aplauden acríticamente la política de la chacota.
Bayly sabe de la responsabilidad que conlleva su privilegiada capacidad de influencia, pero se hace el gil. El meollo del asunto no es la disputa entre Susana y Lourdes; ni tampoco que convierta el debate político en un show circense Tongo-céntrico. El tema de fondo es, mi estimado Zavalita de Conversación en La Baguette (de ahí lo de Baylycito, por si acaso), que el país se jode una vez más (insisto) cuando a los representantes no los elige la ciudadanía, sino las mafias detrás de los interceptadores telefónicos. Esos a los que prestas los parlantes que llegan a tu teleaudiencia.
Publicado en Correo, 25 de Setiembre del 2010.
En ese sentido, reafirmo mi preocupación (que el periodista caracterizó como "apocalíptica") porque el "chuponeo" (esa perversa herencia del autoritarismo) se mantiene como una práctica vigente no sólo empleado en la política (ya sea para ampayar a corruptos o para chantajear a amantes descubiertos), sino también en la actividad privada. ¿O es que acaso algunas empresas mineras no "chuponean" a dirigentes sociales involucrados en protestas? ¿O es que los asesores de inversiones no son ahora "expertos en seguridad"? Lo que se está construyendo es la política del escáner, una "democracia" tutelada por services de agentes privados de "inteligencia", capaces de tumbarse a cualquiera con un audio. ¿Es éste el sistema político que quisiera realmente Bayly?
Qué dudas caben de que Bayly es el periodista más influyente del país en estos momentos y se ha convertido en la analogía del presidente García en el reino de los media-stars. Así como García se ufana de tener el poder de vetar a sus posibles sucesores en Palacio de Gobierno, Bayly maneja a control remoto quiénes pueden (o deben) ser conductores de televisión incluso en canales de la competencia (léase el caso Beto Ortiz). Sin embargo, la silla giratoria del set de Frecuencia Latina le permite a Bayly renovar cotidianamente la fidelidad de sus seguidores, quienes aplauden acríticamente la política de la chacota.
Bayly sabe de la responsabilidad que conlleva su privilegiada capacidad de influencia, pero se hace el gil. El meollo del asunto no es la disputa entre Susana y Lourdes; ni tampoco que convierta el debate político en un show circense Tongo-céntrico. El tema de fondo es, mi estimado Zavalita de Conversación en La Baguette (de ahí lo de Baylycito, por si acaso), que el país se jode una vez más (insisto) cuando a los representantes no los elige la ciudadanía, sino las mafias detrás de los interceptadores telefónicos. Esos a los que prestas los parlantes que llegan a tu teleaudiencia.
Publicado en Correo, 25 de Setiembre del 2010.
Labels: Debates