Saturday, June 11, 2011

Todo tiene su final


Por primera vez tendremos un gobierno de izquierdistas elegido democráticamente (aunque ellos mismos se empeñaron en hablar de fraude los días previos) y es, valgan verdades, hasta cierto punto merecido para quienes insistieron por diversas vías (desde el proyecto revolucionario, la organización partidaria, pasando por el frente electoral y ahora a través del atajo de un outsider militar) llegar al poder. Felicidades muchachones del ayer. No creía que la harían. Precisamente mi escepticismo sesgó parte de mi análisis durante la campaña: al igual que muchos otros no pensé que Humala podría triunfar; al igual que pocos sí veía las posibilidades del fujimorismo debido a su soporte social. Gajes del oficio de analista político.

Con esta columna termina mi colaboración con el diario Correo. Agradezco a su director por permitirme tener un espacio semanal desde el cual coincidimos y discrepamos, pero sobre todo desde donde pretendí (usted lector juzgará si con éxito o no) promover una voz discordante en medio de un unísono políticamente correcto que ha pecado de acrítico y que hasta ahora estigmatiza los argumentos que no suenan a aplausos. Precisamente por eso, Correo me pareció la palestra ideal para azuzar los prejuicios con los que se lee la prensa nacional.

Al nuevo gobierno le deseo lo mejor, ya que el panorama que se le viene no es sencillo. Ha levantado las expectativas de los sectores movilizados y tiene que demostrar que tiene operadores políticos para contener la violencia. Me gustaría ver a Javier Diez Canseco volviendo a Puno a desbloquear carreteras. Ha prometido un cambio en la administración de políticas sociales, pero no distingo una tecnocracia social capaz de trascender los papelógrafos y los plumones de las ONG. Como quisiera que Mocha dé el salto a una Dilma. El Ministerio de la Mujer debe dejar de ser lo más mediocre de la burocracia estatal. Si de verdad creen que su triunfo electoral ha sido la victoria de la memoria (sic), me gustaría verlos capaces de plantear políticas de reconciliación y de promoción de los derechos humanos que calen en las mayorías (¡ahora no tienen excusa!). Si de verdad están convencidos que ésta es la oportunidad del progresismo para gobernar y hacerlo bien, me gustaría ver a los palomillas de Twitter dejar las redes virtuales y volverse activistas de redes sociales reales. Si de verdad creen que Lima no es el Perú, agarren sus chivas y múdense a Ilave a construir democracia. Y a los que votaron por Humala, dejen el rollo ridículo de "vigilantes" (eso en todo caso sería para la oposición), y tengan un rol activo. No caigan en la ilusión de la democracia participativa, porque no podemos darnos el lujo de un posible fracaso de Humala. Ahí sí podríamos tocar fondo.

Publicado en Correo, 11 de Junio del 2011

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Tuesday, June 7, 2011

Cuando ganan los perdedores

El Perú ha elegido democráticamente a su primer gobierno de izquierda. A la vez, Ollanta Humala es el primer candidato presidencial que triunfa sin el voto de Lima y de las consolidadas ciudades del norte del país. Los perdedores ganaron. Primero, los tradicionales perdedores políticos que sin un partido de izquierda encontraron en el atajo de un outsider nacionalista el acceso al poder. Segundo, los perdedores del sistema de crecimiento sin redistribución, que el saliente presidente Alan García se empeñó en caracterizarlos como “perros del hortelano”, marginados convertidos en prácticamente “enemigos de la patria”. Humala ha conseguido la representación electoral –veremos si política—del insatisfecho, del anti-sistema, del que exige cambio, redistribución, justicia social. Y tiene la responsabilidad de comenzar a gobernar desde los “de abajo”.

Los ganadores de siempre, se rehúsan a perder. Y no porque no reconozcan los resultados electorales o hablen de fraude. Sino porque un día después de las elecciones, Lima amaneció con las consecuencias esperadas del miedo económico del que tanto se habló durante la campaña: la bolsa de valores de Lima cayó 8 puntos y de manera preventiva se suspendieron las operaciones temporalmente. Los lobbyistas se cayeron de la cama temprano para anticiparse con recomendaciones de personajes a cargos estratégicos como el Ministerio de Economía, el Banco Central de Reserva e incluso la Presidencia del Consejo de Ministros. (Cancillería entra a definiciones secundarias por el momento). Los medios de comunicación –la mayoría de preferencias distintas a los resultados de los comicios— se sumaron a la presión. Los ganadores de siempre, no quieren dejar de serlo.

Las autoridades electorales aún no terminan el conteo oficial de los votos, y el virtual presidente Humala ya se encuentra entre estas dos versiones del Perú. Y aún falta que el oficialismo saliente, con Alan García a la cabeza, pase a la oposición. La débil bancada aprista se equilibra con el personalismo de su líder máximo. Keiko Fujimori, con la segunda representación congresal más importante, tendrá la misión de disputarle a García el rol opositor para no perder el capital político logrado en esta campaña. Humala necesita apoyarse en la bancada de Toledo para generar confianza “en los de arriba” y establecer vínculos con los Presidentes Regionales para tratar de placar los ánimos “en los de abajo”. El ajedrez recién empieza pero en una democracia sin partidos, recordemos, los pactos y las alianzas no prometen larga duración.

Publicado en La Tercera, 7 de Junio del 2011

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Saturday, June 4, 2011

Un viciado optimista

Finalmente, los miedos se impusieron a las plataformas programáticas. Fujimori y Humala fueron incapaces de diferenciarse: por querer ser redistributivos, terminaron siendo asistencialistas. En el debate mostraron que sólo les quedaba presentar listados de sensibilidad social, sin poca capacidad de convencimiento. Y no es cuestión de media training. Ofrecen gobierno (lo cual está bien), pero carecen de proyecto de país. Así no pudieron sumar lealtades, sino simplemente adherir las antipatías del rival a su favor. Por eso el énfasis en las acusaciones mutuas. El resultado es la confusión: Usted no es nacionalista, no se engañe, usted es antifujimorista. Usted no es liberal si le vota a Fujimori, para usted prima el bolsillo. Si gana Fujimori, gana el miedo económico; si gana Humala, gana el miedo político. En cualquier caso, el Perú pierde, al menos un poco.

Pero, se ha puesto a pensar, como se pregunta DedoMedio, si acaso esto no es lo mejor que nos pudo haber pasado. ¿Acaso usted no cree que si gana Humala los dueños-del-Perú-mining-company no le van a cercar e imponer su agenda? No me diga, por favor, que cree sinceramente que Humala es la representación orgánica e idílica de una revolución social. Me parece que la billetera tiene más poder que un comandante aventurándose a la política. Eso sí, habremos ganado más carteles de "responsabilidad social". Con Humala en el gobierno, más que susto, habrá culpa; y sí pues, tendrá que chorrear de verdad. Pero en líneas generales terminará negociando con los poderes fácticos. Usted que sufre del miedo económico, tranquilo no más.

¿Acaso usted no cree que Fujimori pueda representar a los que prefieren la democracia? Malas noticias para caviares: de acuerdo con las encuestas publicadas hasta el fin de semana pasado, entre los que creían que la democracia era preferible a cualquier otra forma de gobierno ganaba KF de lejos. Entre los que sostenían que un gobierno autoritario o una dictadura son justificables, OH se la llevaba. El fujimorismo de base, por negación al nacionalismo, tiene más posibilidades de constituirse en el apoyo a la democracia. Suscribo lo que enfatiza Hugo Neira: el humalismo es el autoritarismo social que representaba el fujimorismo en los noventa. No se engañe: los demócratas humalistas son "newcomers", invitados no más que al primer "uno, dos" del comandante retornarán a sus ONG.

Quizás exagero en ambos casos. Sí pues, quizás sea demasiado arriesgado votar por un militar pragmático que frene los progresos económicos. Sí pues, quizás sea demasiado iluso pensar que la hija de un régimen corrupto y autoritario no vaya a permitir la impunidad. Pero mañana quisiera votar con optimismo. Por ninguno de los dos, claro está.

Publicado en Correo, 4 de Junio del 2011.

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