El analista Zandrox
piden chamba de Zandrox y todos respondemos corriendo. Josie y Pochita nos dan vuelta y media. Al menos ellas leen cartas, tarots, hojas de coca y hasta los granos del café. Los analistas, ni una moneda al aire siquiera. Entramos en trance intelectual y leemos la mente de millones de peruanos. (Tanto libro debe hacer daño). Hasta ahora no comprendo de dónde vienen estos poderes sobrenaturales. ¿En qué curso del posgrado, en qué circunstancia dramática de la experiencia política o bajo qué lección de la universidad de la vida se aprende a visionar el momento en que millones de peruanos van a las urnas para tomar una decisión presidencial? ¿Alguien me explica por qué los analistas nos morimos por encarnar a Nostradamus y nos felicitamos cada vez que nos sale un champazo cada mil quinientos intentos?
¿Cuáles son los tips para convertirse en un analista Zandrox? En primer lugar, la historia. Se selecciona convenientemente un par de hechos históricos que validan el argumento que se quiere justificar. Una cita a Haya, Velasco o más recientemente Belaunde. Recomendación: ser trágico. El futuro siempre va a ser peor que el pasado. No tiene pierde. En segundo lugar, la economía. Echarle la culpa a la concentración de la riqueza y preguntarse en voz alta por quién van a votar los pobres y excluidos. (Palmas en graderías). Respuesta: el outsider, claro. En tercer lugar, la cuota elegante de sicología de autoayuda. Hablar de los egos colosales de turno. No olvidarse de Punta Sal. Si nuestro analista se computa más sofisticado (digamos que hace sudokus con su base de datos), cree que con un par de correlaciones estadísticamente significativas ya la hizo linda. Igual sirven de poco los números ante la volatilidad peruana. Y cuando al final no nos ligue nada de esto, sólo queda decir que el Perú es un caso único, y cubrirlo de un halo de excepcionalidad. Perder es cuestión de método y ser analista Zandrox también.
No nos crea, estimado lector, en los vaticinios electorales. Porque finalmente, como cualquier juego de fútbol, son 11 contra 11 en el gramado, y cualquier cosa puede pasar. ¿Es así de impredecible nuestra política? Cada vez lo es más. Cuando no hay partidos, ni desarrollo institucional, ni representación política, hay más margen para el azar. Y ahí no hay analista que valga. Cada vez se puede decir menos. Porque en nuestro medio si algún candidato da el salto del 5% al 10% de las preferencias, se puede convertir en un tsunami. Fujimori en 1990, Toledo en el 2000, Villarán hace unos meses. Todo depende del humor de los veraneantes.
Publicado en Correo, 25 de Diciembre del 2010.
¿Cuáles son los tips para convertirse en un analista Zandrox? En primer lugar, la historia. Se selecciona convenientemente un par de hechos históricos que validan el argumento que se quiere justificar. Una cita a Haya, Velasco o más recientemente Belaunde. Recomendación: ser trágico. El futuro siempre va a ser peor que el pasado. No tiene pierde. En segundo lugar, la economía. Echarle la culpa a la concentración de la riqueza y preguntarse en voz alta por quién van a votar los pobres y excluidos. (Palmas en graderías). Respuesta: el outsider, claro. En tercer lugar, la cuota elegante de sicología de autoayuda. Hablar de los egos colosales de turno. No olvidarse de Punta Sal. Si nuestro analista se computa más sofisticado (digamos que hace sudokus con su base de datos), cree que con un par de correlaciones estadísticamente significativas ya la hizo linda. Igual sirven de poco los números ante la volatilidad peruana. Y cuando al final no nos ligue nada de esto, sólo queda decir que el Perú es un caso único, y cubrirlo de un halo de excepcionalidad. Perder es cuestión de método y ser analista Zandrox también.
No nos crea, estimado lector, en los vaticinios electorales. Porque finalmente, como cualquier juego de fútbol, son 11 contra 11 en el gramado, y cualquier cosa puede pasar. ¿Es así de impredecible nuestra política? Cada vez lo es más. Cuando no hay partidos, ni desarrollo institucional, ni representación política, hay más margen para el azar. Y ahí no hay analista que valga. Cada vez se puede decir menos. Porque en nuestro medio si algún candidato da el salto del 5% al 10% de las preferencias, se puede convertir en un tsunami. Fujimori en 1990, Toledo en el 2000, Villarán hace unos meses. Todo depende del humor de los veraneantes.
Publicado en Correo, 25 de Diciembre del 2010.
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