¿Ciencias Sociales o Teología?
1. El Evangelio Según San Marx. La política es la superestructura, lo que importa son los medios de producción. Dime cuánto ganas y te diré por quién votas. Dime cuánto ganas y te diré cómo es tu novia. Es un atajo estructuralista sencillo producto de los sentidos comunes de su pasado político izquierdista, utilizado tercamente para perder todas las elecciones, pero que hábilmente sigue empleando para escribir su columna todas las semanas. “Si eres pobre, ahora eres populista, votas por Humala”. Tú como individuo no tienes decisión. Son las estructuras las que deciden por ti. La vida es el sino de tus ocho horas. Si las “traicionas”, te has enajenado, siéntete mal por eso. Quizás hasta de derecha. Como internacionalista, el mundo sigue dividiéndose entre el Imperialismo (esa derecha-big brother que controla la humanidad) y el proletariado, los marginales, los subalternos, los cholos, las “anticucheras”. Gringos go home! Creo en el sub-desarrollo, en la teoría de la dependencia, en la Cepal!
2. El Evangelio Según la herencia colonial. A Julio Cotler le pidieron que escriba un análisis de la dictadura de Velasco (se han preguntado por qué nadie le dice “dictadura” sino “gobierno revolucionario”?). A lo Barrington Moore, decidió rastrear la respuesta en la historia y se fue hasta la Colonia. El resultado: un clásico de las ciencias sociales. Sin embargo, el analista escribe su Clase, Estado y Nación todos los días. ¿Por qué somos subdesarrollados? Eso se explica con la Colonia. ¿Por qué el Estado es débil? Por la Colonia. ¿Por qué el Chino rata nos robó? Por la Colonia. ¿Por qué no tenemos una cultura política democrática? Por la Colonia, pues. Ya nadie lee a Cotler, pero todos lo citan (sin saberlo, que es lo peor). Existen atajos parecidos: La Guerra con Chile. Que la herencia colonial esté contigo.
3. El Evangelio Según la Pobreza. Salió del Evangelio marxista, pero ha logrado autonomía propia como factor que explica todos los males (y las escasas virtudes) del país. Es la esencia de lo políticamente correcto. ¿Por qué tenemos los gobernantes que tenemos? Porque somos pobres. ¿Por qué no hemos desarrollado una ética individual-liberal? Porque somos pobres. ¿Por qué somos pobres? Porque somos pobres, pues. Todo artículo, ensayo, monografía, entrevista, debe terminar en un llamado a la lucha contra la pobreza, a las políticas sociales, a la expiación pública de que todo lo que hacemos es insuficiente para combatirla, a la libertad de las “domésticas” a bañarse en Asia. No somos ciudadanos, somos pobres. La pobreza es la identidad con que se mide a aquél que no conocemos pero que intuimos que está ahí. ¿Qué es la pobreza? Pucha, no se, pero mi empleada, mi chofer, el guachimán de mi ONG, el jardinero (con quien hablo de vez en cuando porque soy inclusiv@), me ha contado que es así y asá. Palabra del señor conserje.
4. El Evangelio Según la Democracia. Queremos democracia. ¿Por qué? “No seas chusco, todos tenemos que quererla”. Eso incluye la infinidad de artículos que dicen que “queremos partidos representativos”, “instituciones sólidas”, “equilibrio de poderes”, “inclusión social”, etc. Toda tautología es democracia. Piense en una palabra bonita… ¿ya? Bueno también eso es democracia. Todo lo que suene nice entra en esta categoría. Pensar que antes fue la revolución, ahora negada tres veces, y los mismos que alguna vez se alzaron (de sus asientos congresales no más, no les daba para más) ahora son los defensores a vida o muerte, de una palabra que dicha tantas veces pierde su sentido, y puede ser cualquier cosa, desde la lucha contra la arbitrariedad de un gobernante (“Alan no es democrático”) hasta la forma de vida ordenada que queremos en el paraíso (“el tráfico de Lima es un ejemplo de lo poco democrático que somos”). Que la democracia sea contigo.
Mucha de las ciencias sociales que se hace (y se enseña) en el Perú parece seguir, lamentablemente, el camino del método teológico: la fuente de todo conocimiento, anterior y posterior, proviene de los evangelios. Los argumentos que se esbozan no se justifican en evidencias empíricas comprobables, las hipótesis –si las hay-- no se “testean”, las ideas simplemente siguen el patrón de mis lecturas favoritas, las mismas de siempre, que son verdades eternas, incuestionables. Muy pocos observan y sistematizan; muchos especulan y alucinan. Los analistas se sienten tocados por el espíritu de su divinidad favorita y no oses en cuestionarlos. ¿Es tan difícil pedir que los argumentos se basen en evidencias, en datos empíricos, o es un sacrilegio exigirlo?
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